La primera víctima de la dictadura: "¡Alberte, te venimos a matar!"

Era un teniente coronel, ex edecán de Perón. En la madrugada del 24 de marzo 1976, un grupo de militares de uniforme irrumpió en su departamento de la avenida del Libertador y lo tiró por la ventana hacia el vacío. Las pistas que condujeron a la identificación de los jefes del operativo. Documento: la carta que Alberte le estaba escribiendo a Videla pocas horas antes del golpe de Estado

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El teniente coronel Bernardo Alberte
El teniente coronel Bernardo Alberte

El teniente coronel Bernardo Alberte llevaba dos días escribiendo la carta en su estudio. Había empezado un borrador el día 22. El 23, por la noche, comenzó a pasarla en limpio en su máquina de escribir.

Cuando la terminó, le puso la fecha: "24 de marzo de 1976".

La carta estaba dirigida al teniente general Jorge Rafael Videla.

Había decidido escribirle al comandante del Ejército cuando encontró el cuerpo de su colaborador, Máximo Altieri, como "NN", acribillado a balazos, en estado de descomposición, en la morgue del cementerio de Avellaneda. Lo habían secuestrado pocos días antes. Y también habían intentado secuestrarlo a él, a Alberte.

Se lo relató a Videla en la carta:
"Me dirijo a usted a los efectos de informar lo siguiente:
1. El día 20-III-76 a las 20 horas, un grupo armado intentó secuestrarme en mis oficinas de la calle Rivadavia 764. 1°, con el aparente propósito de asesinarme. Acababa de retirarme del lugar elegido por esa banda armada unos minutos antes, lo que me permitió observar el operativo desde la calle, así como el gran despliegue de elementos materiales y humanos utilizados.
2. La observación personal de los hechos me permite asegurar a usted que se trataba de efectivos de seguridad, que luego de detener a tres personas que se encontraban en las citadas oficinas, esposarlas, vendarles los ojos y cargarlos en los vehículos, se desplazaron velozmente por la calle Rivadavia hacia el oeste, sin poder seguirlos, por no disponer de vehículo propio en ese momento. El desplazamiento se produjo con los acostumbrados toques de sirena de los vehículos policiales".

Después de un detallado informe de situación, de morgues que renovaban diariamente sus depósitos de cadáveres acribillados, y "los órganos de seguridad no se asombran, de ningún modo, sino que lo aceptan como común y normal", Alberte prevenía a Videla sobre la "inhabilidad de las Fuerzas Armadas para el ejercicio del poder político, experimentado en tres desgraciadas oportunidades en lo que va del siglo".

Alberte, de 57 años, ex edecán del General Perón, guardó las seis hojas de su carta que haría pública en horas de la mañana, se puso su pijama gris y se dispuso a descansar en su dormitorio.

En ese momento, el helicóptero de Isabel Perón descendía en el Aeroparque metropolitano con la excusa de un desperfecto técnico. Inmediatamente después fue arrestada y trasladada a la residencia presidencial de El Messidor, provincia de Neuquén.

Isabel Perón fue trasladada en
Isabel Perón fue trasladada en helicóptero hasta Aeroparque

Un teniente coronel y cuatro soldados fueron a buscar al locutor Juan Vicente Mentesana a Radio Nacional. Lo llevaron al edificio del Estado Mayor Conjunto. Querían que leyera el primer comunicado de la Junta Militar, que anunciaría el golpe de Estado. Lo dejaron solo en una oficina a la espera de novedades.

En los alrededores del Regimiento de Infantería 1 de Palermo se advertía el movimiento de camiones militares.

A las 2.30 de la madrugada del 24 de marzo, Juan Carlos Martínez, encargado del edificio en avenida del Libertador 1160, frente al Italpark, fue despertado por un policía de calle y un grupo de militares con uniforme de fajina del Ejército. Le ordenaron que parara los ascensores y encendiera en forma fija las luces de las escaleras. Un grupo de cinco o seis personas quedó en la planta baja. Otro condujo al portero hasta el sexto piso. Le pidieron que tocara el timbre. El portero tocó cuatro veces el timbre. No salió nadie. Los militares empezaron a golpear la puerta de madera con la culata de sus ametralladoras.

Lidia, la hija del teniente coronel Alberte, se dio cuenta de que alguien estaba intentando tirar abajo la puerta de servicio. Fue al dormitorio de su padre y lo despertó. Alberte se levantó, se colocó la sobaquera con el revólver y avanzó hacia el living comedor. Su esposa miró hacia abajo por la ventana. El tráfico de la avenida había sido cortado, había una gran cantidad de vehículos militares y de la policía.

El grupo militar rompió la puerta e irrumpió al departamento. Eran alrededor de diez. Se escuchó un grito:

"Alberte, ¡te venimos a matar!".

El grupo neutralizó a Alberte y lo obligaron a poner las manos en la nuca. Lo mismo hicieron con su esposa y su hija. Empezaron a revolver su casa.
Otro grupo apartó a Alberte y lo fue empujando por el comedor, hacia el balcón.

"A todo el mundo le llega su hora", le dijeron.

"¡¡¡Asesinos!!! ¡¡¡Hijos de puta!!!", gritó Alberte.

Fue lo último que Lidia le escuchó decir a su padre.

Alberte cayó en el patio del primer piso del edificio. Tenía la sobaquera sobre el pijama y el arma junto a su cuerpo.

Alberte cayó en el patio
Alberte cayó en el patio del primer piso del edificio de Libertador 1160

El impacto despertó al ex juez Luis Herrera. Su cuñado había sido, en vida, el general Aramburu. Tuvo la sensación de que había caído un cajón pesado. Le preguntó a su hijo Luis si había escuchado el ruido. Fueron al comedor, levantaron la persiana. El patio estaba a oscuras. Herrera supuso que había una alfombra. A su hijo le pareció que era un cuerpo. El juez bajó a avisarle al portero y cuando llegó al hall de entrada se encontró con el grupo militar, que lo obligó a tirarse al piso, boca abajo.

La esposa de Alberte, que había escuchado los gritos de su marido, lloraba inmersa en un ataque de nervios. Los militares sólo le dijeron que "hubo un accidente". La hija, Lidia, pidió bajar a la planta baja para ver qué había pasado, pero no la dejaron. De golpe, cuando un militar entró al departamento, tuvo la impresión de que era su padre. Lidia y su madre estaban reducidas en un cuarto, apuntadas, mientras el resto del grupo operativo seguía revolviendo la casa.

A esa hora, las 3.15 de la madrugada se escuchó el primer comunicado de la Junta militar, que leyó el locutor Mentesana.

Poco después llegó al edificio una ambulancia a cargo del subteniente Federico Guañabens. Subieron a Alberte en una camilla y se lo llevaron.

El grupo militar abandonó el departamento. Uno de ellos preguntó si no se llevarían a Lidia. Pero el jefe respondió que "no hacía falta". El objetivo ya había sido "cumplido". Le avisaron que fueran a buscar a Alberte al Hospital Militar.

Lidia no sabía si estaba muerto o vivo.

Cuando Lidia entró a la Guardia Médica y preguntó por su padre le dijeron que ya no estaba. La mandaron a la comisaría 31º, en la avenida Cabildo. Encontró al enfermero que le confirmó que acababa de ingresar un cuerpo, pero no la dejaron pasar porque adentro había un "grupo militar". Lidia caminó cuatro cuadras hasta encontrar un teléfono público y llamó a un hermano Bernardo.

"Me llamó mi hermana y me dijo 'papi tuvo un accidente'. No me quiso contar la verdad por teléfono -recuerda Bernardo Alberte al autor de esta crónica-. Yo tenía 27 años, vivía muy cerca, en Juncal y Pueyrredón. Fui inmediatamente a avenida del Libertador y me encontré con el drama, mi mamá en estado de shock, habían arrancado todos los cables de teléfono del departamento. Fui a recoger el cuerpo de mi papá a la comisaría 31° con mi hermana y lo llevamos a la morgue judicial, para realizar la autopsia. Lo velamos en el mismo departamento de donde se lo habían llevado el día 25″

"Vino muy poca gente, había mucho miedo, y lo enterramos en el cementerio de Avellaneda —agregó—. Realizamos la denuncia a la justicia en el mes de mayo porque no encontrábamos un abogado patrocinante. Hasta que al final di con Jorge Garber, abogado, cuadripléjico, que con mucho coraje aceptó hacer la querella contra Videla, responsabilizándolo por el asesinato. El juez, Rafael Sarmiento, se declaró incompetente, y le dijo a Garber que 'no sólo había que tirarlo por la ventana a Alberte, sino a todos los peronistas'.

Otro juez de instrucción, que también se declaró incompetente, (Juan Bautista) Sejean, le explicó a Garber que si llamaba a declarar a los testigos, "me matan también a mí". "Catorce jueces se apartaron sucesivamente del caso", recuerda Alberte (h).

En julio de 1976 la causa por el crimen de Alberte había sido remitida a la justicia militar y archivada. Para el expediente, era un "suicidio". Lidia había sido obligada a firmarlo en su declaración en la comisaría 31º, bajo coacción moral. Si no lo hacía, no podía retirar el cuerpo de su padre.

Bernardo Alberte había nacido en 1918 en Avellaneda. Hizo la carrera militar. Cuando era teniente intentó sublevar a la Escuela de Infantería de Campo de Mayo en protesta por la detención de Perón en octubre de 1945, pero inmediatamente después del 17 de octubre fue reincorporado. En agosto de 1954 había sido designado edecán mayor de Perón y el bombardeo del 16 de junio del año siguiente lo encontró parapetado detrás de la ventana de la sala de edecanes, disparando contra los infantes de Marina que se disponían a tomar la Casa de Gobierno, luego de que las primeras bombas cayeron sobre el Patio de las Palmeras.

Con el asalto al poder de la Revolución Libertadora, Alberte fue degradado y encarcelado en Ushuaia junto a otros civiles y militares peronistas y luego lo liberaron, se exilió en Brasil y comenzó a cartearse con Perón, como lo hacían tantos otros. En la década del '60, Alberte era parte de una cofradía que recibía y difundía las cintas grabadas de Perón, hasta que el líder proscripto lo designó su Delegado en marzo de 1967, durante la dictadura del general Onganía. Alberte empezó a viajar por las provincias para relevar información y transmitirla a Madrid y Perón le derivaba a Alberte instrucciones, contactos y también el manejo de los conflictos internos en el peronismo. Le aconsejaba. "Usted sabrá lo que debe hacer. Yo me limito a poner el pollo en sus manos. Usted es el cocinero".

Era un tiempo en que los delegados de Perón en la Argentina entraban y salían con rapidez de la órbita de Madrid. De Alberte se decía que al menos se sabía de qué trabajaba: se lo podía encontrar en su tintorería de la calle Juncal. Y también demostraba su lealtad: cuando Onganía devolvió grados y sueldos a militares peronistas, pero excluyó a Perón, Alberte lo rechazó. Le devolverían el grado en 1973 y en ese año continuó su vinculación con sectores de la resistencia peronista y del sindicalismo combativo. Pero se convirtió en un enemigo. El 8 de agosto, en la primera reunión de gabinete posterior a la muerte de Perón en la residencia de Olivos se proyectaron fotos de las personas "peligrosas para la paz de la Nación". El primero era Julio Troxler -que un mes después fue muerto por la Triple A-, y el otro era Alberte. El ministro de Educación Jorge Taiana, que participó de la reunión, le advirtió del riesgo que corría.

Ese año, Alberte creó la corriente peronista "26 de julio", en honor a Evita, e hizo foco en la unidad del peronismo y la crítica al lopezreguismo. La sede de la agrupación era una oficina del primer piso de la calle Rivadavia, que estaba bajo constante amenaza. En febrero de 1976, secuestran dos colaboradores por algunas horas y luego, el 11 de marzo se llevan del local a Máximo Altieri.

Alberte le escribió una carta "a la Triple A". Le propuso canjear su vida por la de él. Sus colaboradores le piden que fuera a Uruguay, pero él continuó la búsqueda de Altieri, incluso recurriendo sin resultado a viejos camaradas de armas, hasta que encontró su cadáver el 20 de marzo de 1976 en la morgue del cementerio de Avellaneda, acribillado.

Entonces decidió escribirle a Videla.

Cuando terminó la carta, un operativo militar irrumpió en su casa y lo tira al vacío, en la madrugada del 24 de marzo.

¿Por qué Alberte fue la primera víctima de la dictadura militar? ¿Por qué ese ensañamiento?

Responde su hijo Bernardo:

"Mi papá tenía mucho predicamento en el peronismo, era una amenaza futuro. Además, había sido militar, era un hombre salido de sus propias filas, que había sido crítico de las dictaduras militares. Cuando escribe la carta a la Triple A firma como 'teniente coronel peronista', porque sabía que dentro de la Triple A había ex compañeros suyos, muchos oficiales retirados, que no le perdonaron su peronismo", indica.

El expediente judicial de Alberte -caratulado como "muerte dudosa"- no ofreció novedades durante la democracia.

La primera pista sobre el crimen la darían algunas cartas de su correspondencia con Perón.

En 1982, una persona tiró sobres, revistas y papeles en el palier del cuarto piso de avenida Luis María Campos 1248, con la intención de que fueran tirados a la basura.

Su vecina, que siempre había sospechado sobre el posible rol del teniente coronel Jorge O'Higgins durante la dictadura, abrió un sobre y encontró cartas originales de Perón y el teniente coronel Alberte. Eran las cartas que estaban guardadas en una carpeta negra, sustraídas de su biblioteca en la madrugada del crimen.

Después de algunos años las cartas llegaron a la familia Alberte. Con ese elemento de prueba, cuando se derogaron las leyes de impunidad en 2004, la querella pidió la reapertura de la causa.

La investigación judicial corroboró que el teniente coronel Jorge O'Higgins había revistado en la Jefatura II de Inteligencia del Ejército al momento del golpe de Estado. Su jefe era el general Carlos Alberto Martínez. El homicidio de Alberte fue inscripto en la causa 14216/03, "Suárez Mason, Carlos Guillermo y otros s/privación ilegal de la libertad".

Cuando por orden el juez federal Daniel Rafecas, a cargo de la investigación, se allanó su departamento, un día de lluvia del invierno del año 2012, O'Higgins estaba perdido. Padecía el mal de Alzheimer. No podía declarar.

Al mes siguiente, Rafecas detuvo al jefe de la JII de Inteligencia del Ejército general Carlos Alberto Martínez, por delitos de lesa humanidad contra más de un millar de víctimas. Entre ellos, Alberte.

Martínez murió procesado, con prisión domiciliaria, en abril de 2013. Tenía 85 años.

Otra pista sobre los militares que irrumpieron al departamento de Alberte la dio su esposa.

Hacia el final de la dictadura militar, vio por televisión a una persona. Anotaría su nombre, pero ya conocía su cara. La había conocido en la madrugada del crimen. Se llamaba Oscar Enrique Guerrero. Había sucedido al general Camps al mando de la Policía Bonaerense. La familia no pudo obtener una imagen suya.

Sin embargo, la imagen del general Guerrero comenzaría a circular con mayor frecuencia en los medios en el año 2006, aunque la foto remitía al 9 de abril de 1982, en Santa Cruz.

Se lo veía en un acto oficial en apoyo a la recuperación de las islas Malvinas. Entonces, el general Guerrero era jefe de la XI Brigada de Infantería.
Detrás suyo aparecía el abogado local Néstor Kirchner, que luego sería elegido Presidente.

Detrás de Oscar Guerrero, un
Detrás de Oscar Guerrero, un joven Néstor Kirchner

Lidia Alberte, en una nueva declaración judicial de diciembre de 2006, señaló a Guerrero como responsable del operativo.

Llevó a la justicia la edición del 4 de noviembre de ese año de la revista Noticias, donde mostraba su imagen de 1982.

"No tengo ninguna duda sobre que esta persona formaba parte del primer grupo que ingresó a mi casa derribando la puerta de servicio, y que luego se enfrentó con mi padre. Guerrero estuvo entre quienes agarraron a mi padre y lo llevaron hacia la ventana desde donde lo arrojaron. Guerrero estuvo en todo momento, él fue que luego de asesinado mi papá nos increpaba con más dureza acerca de nuestra vida, de lo que hacía mi padre y sobre mis lecturas. Tengo certeza absoluta de su participación en esto, porque por su modo de dirigirse, de expresarse, tan autoritario, tan violento, se quedó fijado en mi memoria desde aquel entonces", dijo.

Justo en ese mismo diciembre de 2006, Kirchner acababa de ascender post mortem a Bernardo Alberte.

Cuando la justicia se aprestaba a detener e indagar a Oscar Guerrero, el general murió.

Al día de hoy, la investigación todavía no pudo determinar quiénes fueron los otros militares que entraron en la casa de Alberte para matarlo.

La causa sigue abierta.

Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro es "Primavera Sangrienta. Argentina. 1970-1973. Un país a punto de explotar. Presos políticos, guerrilla y represión ilegal". La información sobre el operativo militar en la casa del teniente coronel Alberte fue recabada de la causa judicial.

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