Juan Manuel Abal Medina tuvo un rol clave en la Argentina de inicios de los años setenta. Fue uno de los promotores del regreso de Juan Domingo Perón al país, luego de 17 años de exilio, en noviembre de 1972 y mantuvo reuniones a solas con Perón en las que se decidió la candidatura de Héctor J. Cámpora –entonces delegado de Perón- para las elecciones del 11 de marzo de 1973. Entonces tenía 27 años. Su protagonismo en este período, previo a la violencia interna del peronismo, no podría entenderse sin la figura de su hermano, Fernando Abal Medina, uno de los fundadores de Montoneros y participante central del secuestro y crimen del general Pedro Eugenio Aramburu, en mayo de 1970.
Instalado desde hace décadas en México, Abal Medina fue entrevistado el último miércoles en Buenos Aires, y reveló aspectos desconocidos de ese tiempo histórico.
-¿Por qué fue elegido secretario general del Movimiento Justicialista en octubre de 1972? Su relación con Perón era relativamente nueva.
-Yo lo trataba desde hacía un año. Entré empujado por (Antonio) Cafiero y los gremialistas, con quienes tenía una relación muy cercana. Perón me elige porque había hecho el trabajo de acercamiento con sectores militares, y había logrado juntar reiteradas veces a montoneros con gremialistas, a los montos que me trajera "Galimba" (Rodolfo Galimberti), para reunirlos con Lorenzo Miguel (jefe sindical de la UOM). Trataba de evitar que se incendiara el tema de la Juventud Peronista (JP) con los gremios. Entonces no veíamos que la lucha armada pudiera continuar. Suponíamos que la llegada de Perón significaría el fin de la guerrilla. El General tenía la confianza de que llegáramos a un estatus similar al de México con Cuba.
-¿Qué implicaba ese estatus?
-Que no habría apoyo cubano a (la guerrilla), como había sucedido en México. El General escribió varias cartas a Fidel Castro. El portador fue Manuel Urriza, que luego fue ministro de Gobierno de la provincia de Buenos aires. El General me decía que a los 'muchachos' había que hacerles entender que la acción guerrillera era 'hasta ahí'. Cuando yo hablo expresamente esto con el General, Montoneros todavía no tenía relevancia. Montoneros crece y hace su explosión con el "Luche y Vuelve", de julio de 1972, pero el "Luche y Vuelve" era por Perón.
-¿Cómo es la situación interna en el peronismo al momento del regreso de Perón al país, el 17 de noviembre de 1972?
-El Movimiento llega unido, esto incluía a gremios y a Montoneros. Se hablaba de "burocracia sindical" y de "bolches infiltrados", pero el "paquete" estaba contenido.
El 7 de septiembre de 1970, cuando se mantenía prófugo por el crimen de Aramburu, Fernando Abal Medina cayó bajo balas policiales en una pizzería de William Morris, en el Gran Buenos Aires. El hecho fue relatado por el único testigo vivo de esa reunión, Luis Rodeiro, en el libro Primavera sangrienta, que reconstruye este período.
-Su hermano Fernando ¿fue determinante para que Perón lo designara secretario general del Movimiento?
-Sin dudas, sí. Mi apellido pesaba mucho sobre los jóvenes. Y si los jóvenes me hacían caso, y los sindicalistas me apoyaban, podía ayudar al General. Y para los militares, a pesar de mi apellido, yo no era mala palabra.
-¿Cómo veía el peronismo, en esta etapa, la figura de su hermano, después del secuestro y crimen de Aramburu?
-Había de todo un poco. Mucha gente que no lo había aprobado en público, en forma privada lo aprobaba. Cuando el General, en su carta a Montoneros, les dice que esa acción no había interferido en sus planes, le da cierta legitimidad. Y también cuando Cámpora anunció mi designación como secretario en un acto público y habló del "eco emocionado" que despertaba mi apellido en la juventud. Eso es así. Yo venía de (la revista) Azul y Blanco, que era un formato más properonista. Mi hermano Fernando también había estado ahí. La voz de la proclama de apoyo al levantamiento militar, nacionalista y filoperonista, del general Jorge Labanca (en agosto de 1969), es de Fernando. La graba él porque era la mejor voz que teníamos.
Perón no quería ser candidato. Si lo poníamos de candidato con los militares en el poder, se caía todo el proceso electoral. Los militares no lo hubieran aceptado y Perón no hubiera soportado físicamente una campaña electoral en el país
-¿Cuáles fueron los factores centrales para que Perón se decidiera por Héctor Cámpora, en el marco de su regreso al país, luego de 17 años de exilio?
-El 4 de octubre de 1972 Perón da una conferencia de prensa en Puerta de Hierro y lo hace levantar del sillón a López Rega y sienta a su lado a Antonio Cafiero. En el lenguaje del peronismo, y como venían las cosas, ese era su candidato. Perón le atribuyó el manejo de todos los equipos económicos, lo presentó como el hombre que estaba armando el nuevo gobierno justicialista. Ese día Perón le dice a Cafiero "cuídese, no hable con Lanusse porque la relación con los militares ya la tengo encargada. Usted sabe a quién". A mí. El 8 de octubre tenemos el cumpleaños de Perón en Madrid. Estaba Antonio (Cafiero). El General hizo pública mi designación como secretario del Movimiento Justicialista, y era ostensible que Antonio, presente en la sala junto a otras 20 personas (Cámpora no estaba), iba a ser candidato a presidente. Un buen día, cuando volvemos a Buenos Aires, Antonio (Cafiero) me dice que Lanusse le pidió verlo en forma reservada. "Quedaría como una fractura si no lo veo, es el presidente", me explicó. Yo le aclaré que era "el dictador", pero si era así de dramático el asunto, que fuera. Se lo anticipé al General desde la central telefónica de Maipú y Corrientes. No era fácil la comunicación. Su teléfono estaba pinchado por todos los servicios del mundo, y le digo que "el amigo" me dice que no tiene más remedio que ir a juntarse, que tiene que ir…
-¿Qué quería Lanusse de esa reunión con Cafiero?
-Una explícita condena a la violencia y una transición de común acuerdo, con Cafiero como candidato. Lanusse quería evitar una retirada desastrosa de las Fuerzas Armadas. Yo luego le informé a Perón que Cafiero dijo que en la reunión no había ocurrido nada trascendente. Pero a Perón no le gustó el tema.
-¿Qué sucedió después?
-Dos cosas. Primero se anuncia el regreso de Perón para el 17 de noviembre con un congreso nacional en el hotel Savoy que preside Cámpora. Ahí crece Cámpora. Cafiero ya no está como primera figura. Y luego Lanusse, en una reunión con los altos mandos, dice que en su conversación con Cafiero mencionó que "ese cobarde (por Perón) no va a volver" y Cafiero guardó silencio. Eso obviamente se filtró y se publicó en los diarios. Es decir, lo mandó al frente, lo liquidó. Antonio envió una carta, creo que a Clarín, y salió un recorte pequeño. No negó la reunión pero desmintió los trascendidos que se difundieron.
Cámpora era la quintaesencia del poder político de la “corte peronista” y Rucci era mal hablado, prepotente, apretador, etcétera… era imposible que funcionaran juntos
En el control del proceso electoral, Lanusse había impuesto la cláusula de residencia que obligaba a los candidatos a presidentes a permanecer en el país. La fecha límite que marcó fue el 25 de agosto. Tres días antes la Armada había fusilado a guerrilleros en la base naval Almirante Zar, en Chubut. Los habían detenido luego de la frustrada fuga del penal de Rawson. Perón no regresó al país en los términos impuestos por Lanusse. Y quedó automáticamente proscripto del proceso electoral. El peronismo debía elegir otro candidato.
-Nosotros decíamos que íbamos a voltearla (la cláusula de residencia de Lanusse) pero no hicimos nada. Perón no quería ser candidato. Si lo poníamos de candidato con los militares en el poder, se caía todo el proceso electoral. Los militares no lo hubieran aceptado y Perón no hubiera soportado físicamente una campaña electoral en el país. Eso era impensable. El regreso de Perón del 17 de noviembre se pensó por un tiempo máximo de un mes, para que luego regresara a Madrid.
-¿Cuándo empezó a hablarse de las candidaturas presidenciales?
-Pocos días después de su regreso. Le dije al General que mi tarea estaba cumplida -porque yo era el secretario general para su regreso- y él dice que como vamos, vamos a ir a elecciones y habría que ir viendo el tema de las candidaturas. Pero había que seguir apretando.
-¿Qué se entendía por "apretando"?
-Quería decir todo. Él dio manija: "la violencia en manos de un pueblo no es violencia sino justicia", todo eso… El caso es que Antonio (Cafiero), preocupado porque estaba congelado, trata de mantener una reunión con el General a solas y contarle lo sucedido con Lanusse. Se lo traslado al General y él dice que ya dio su explicación y con eso está bien. Entonces Antonio prepara una carta larga con ideas hacia el futuro y me pide si se la puedo llevar a la casa de Gaspar Campos. Yo podía entrar en cualquier momento. Tenía credencial de acceso firmada por Osinde.
Le llevé la carta, le dije de qué se trataba, le expliqué que acababa de almorzar con Cafiero y el General no la quiere recibir. Esa misma tarde tuvimos una reunión con Lorenzo Miguel y Rucci para la distribución de los cargos, 25% por rama del Movimiento. Cuando Rucci introduce el tema de la candidatura presidencial, Perón lo corta, "eso después lo vemos". Le devolví la carta a Antonio (Cafiero) y comentó: "me parece que no voy a ser yo". Y ahí me recomendó que manejara las cosas con cuidado con el sindicalismo, porque Rucci detestaba a Cámpora. Y era así.
-¿Por qué lo detestaba?
-Porque Rucci era el colmo del sindicalista del viejo estilo. Y Cámpora era el colmo del político del viejo estilo. Y eso en el peronismo había sido el aceite y el vinagre. Cámpora era la quintaesencia del poder político de la "corte peronista" y Rucci era mal hablado, prepotente, apretador, etcétera… Era imposible que funcionaran juntos. Era una relación imposible. Y después la obsesión de Rucci con todo lo que tuviera que ver con Montoneros, que Cámpora iba arrastrar a Montoneros…
-¿Cómo se define Perón por Cámpora?
-Me llama un día y me dice que tenemos que ver lo de las candidaturas. "Doctor –me decía doctor-, he recibido comentarios, nada directos, pero me llegaron tres nombres…. cuatro, porque también me pusieron a Matera", y se rió. Eran Taiana, Cámpora y Cafiero. Los dijo en ese orden. "Pero como están las cosas, y como no puedo ser yo, el candidato es mi delegado. Si en estos días no pasa nada grave, maneje las cosas para que el Congreso (peronista) lo ponga a Cámpora. Adelánteselo hoy porque mañana va a venir conmigo a Asunción". Lo iba a acompañar Cámpora. La historia era mostrar que "Cámpora era Perón en la Argentina". Y Cámpora jugó hábilmente a eso.
-¿Y los sindicalistas?
-Perón me instruyó que se los comunicara cuando él se hubiera ido, al día siguiente.
-¿Perón no temía que la candidatura de Cámpora le diera más preponderancia a Montoneros dentro del Movimiento Peronista?
-Perón pensaba que eso estaba controlado. Montoneros pedía por la candidatura de Perón, y si no se podía, la de Cámpora. La candidatura de Cafiero, en cambio, para Montoneros, era una claudicación frente al sindicalismo. Y Perón tampoco se quiso entregar al sindicalismo en las elecciones. En definitiva, la candidatura de Cafiero se manejaba como una retirada ordenada de las Fuerzas Armadas. Venía en ese contexto. Eso para Perón suponía avanzar menos de lo que ya habíamos avanzado. Si no podía ser él, debía ser alguien "como si fuera él". Con un gobierno de Cafiero, con un sindicalismo fuerte, hubiera sido su ocaso. La candidatura más lógica era la de Cámpora. Los militares lo iban a apretar a Antonio. Había muchos temas sensibles. Yo lo hablé con Cafiero abiertamente. Ya habíamos ganado con el regreso de Perón y al enemigo, que eran las Fuerzas Armadas de ese momento, había que terminar de vencerlo.
Luego de dejar su instrucción a Abal Medina, Perón emprendió viaje con previa escala en Asunción, Paraguay, por algunas horas. Lo hizo un día antes de la realización del Congreso del Partido Justicialista, que votaría la candidatura presidencial. Los congresales se reunieron en el hotel Crillón, en Buenos Aires.
-¿Cómo reaccionó Rucci con la inclinación de Perón por Cámpora?
-A la mañana siguiente, el 14 de diciembre, el General se va a Asunción. Y Rucci, que vio a subir a Cámpora al avión, no había mangas entonces, me agarra del brazo y dice…. "no me digas que va a poner a Cámpora…". Le dije que "sí". "Se pudre todo….", me respondió. "Petiso, esto por orden directa del General", le expliqué. Y el Petiso (Rucci) movió todo para boicotear la candidatura de Cámpora en el congreso peronista. Había 250 congresales. Las posiciones se polarizaron entre los que decían que tenía que ir una delegación a Asunción para ratificar la candidatura de Perón, que era lo que quería Rucci y compañía (Rogelio Coria, Manuel de Anchorena, Victorio Calabró). Y los que decíamos que había que pedirle instrucciones a Perón vía telex a Paraguay. Antes de votar, entra el Petiso (Rucci) al hotel, entra con su banda, lo veo venir y me dice. "Vengo a romper todo". Pido breve receso y le digo "esto es el congreso", que fuéramos a hablar a la esquina. Me dice: "vamos a Asunción a hablar con el General". "El General ya decidió". Lo disuadí. Y se fue, él no era congresal, y se votó enviar un telex al hotel en Asunción. Fuimos con una delegación a Corrientes y Maipú y lo enviamos a su hotel. "Congreso reunido ratifica unánimemente su candidatura. Esperamos instrucciones". Y nos quedamos a esperar su respuesta.
-Parece una comedia.
-Una hora larga esperamos. Y el General escribe "Primero la Patria, luego el Movimiento, luego los hombres. Rechazo mi candidatura. El compañero Abal Medina tiene instrucciones de cómo proceder". Y después fuimos al congreso y se votó la candidatura de Cámpora-Solano Lima.
-¿Cómo interviene Montoneros en todo este proceso?
-Hay un episodio inmediatamente anterior, un acto que hace el "Loco" Galimberti en homenaje a mi hermano y a Gustavo Ramus en Wiliam Morris (3 de diciembre de 1972). Era un homenaje fuera de fecha. Y ahí sucede un enfrentamiento feroz con la policía y muere, de un granadazo de gas tirado desde cerca, Ramón Cesaris (18 años, estudiante). Eso era estropear el regreso del General. Yo lo tomé como un apriete hacia mí para condicionarme. Una forma de decirme "no te olvides de los montoneros, vos sos nuestro". Tener un episodio con un muerto en pleno regreso del General… fue el primer desajuste de Perón y Montoneros. Y después aparecieron consignas terribles cuando se inició la campaña electoral, el 15 de enero del '73. "Montoneros y Perón: ¡conducción, conducción!". No solo no rimaba. Ponían a Montoneros adelante. Cuando la escuché les dije "Ustedes están locos. La conducción es solo Perón". Esa consigna se la grabaron y le llegó a Perón. Pero el gesto más fuerte de los montos fue la reunión de abril de 1973 (en la casa de la mamá de Julieta Bullrich, novia de Rodolfo Galimberti) cuando le dan a Cámpora la lista de ministros, funcionarios, legisladores para su gobierno. Se la da el "Pepe" Firmenich a Cámpora…. Cámpora no los quería. Tenía admiración por la cosa juvenil pero a la "orga" como tal no la quería, y eso se nota después.
Cuando llegué a Madrid el 1° de marzo de 1973 Perón no tenía nada que ver con el que se había ido el 14 de diciembre de Buenos Aires. Y López Rega me pregunta qué va a pasar ‘con nosotros’ si al General le pasa algo
-¿Cómo se rompe la convivencia en el peronismo del 73?
-Nosotros teníamos la reorganización en marcha, con la juventud adentro y respeto a los espacios de poder. El plan era que ni la Juventud (JP) se metía con el sindicalismo, ni el sindicalismo con la juventud. Sin Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP) ni Juventud Sindical (JS). Y había que neutralizar todo lo que pudiéramos a los cubanos (para que no apoyaran la guerrilla). Cuando fue ideado, el General pensaba que en América Latina se marchaba hacia el socialismo. Había margen para eso. Ese era el mundo de 1972. Por eso la actualización doctrinaria del justicialismo. Y en el 73 el mundo empezó a girar para el otro lado, la crisis del petróleo, (Henry) Kissinger empieza a complotar contra Chile (gobernado por Salvador Allende).
-Un discurso suyo en el Sindicato del Calzado en abril de 1973 también habla de socialismo nacional.
-Es que en ese momento estábamos totalmente en eso.
-¿Cuál es la responsabilidad suya y la del peronismo, de toda la violencia que se vivió después?
-Yo creo que nuestra responsabilidad, la de los que tuvimos que ver en esa conducción, fue no haber logrado evitar que la interna peronista se trasformara en un capítulo de la Guerra Fría. Tremendo fue. Esto no es para sacarle la responsabilidad a nadie. Hubo muchos desencadenantes. El más grave de todos, la salud declinante del General. Cuando llegué a Madrid, el 1° de marzo de 1973, Perón no tenía nada que ver con el que se había ido el 14 de diciembre de Buenos Aires. Y López Rega me pregunta qué va a pasar "con nosotros" si al General le pasa algo. "Cámpora se está cortando solo". Isabel escuchaba, no decía nada. Fue un almuerzo en el restaurante Bajamar, una comida muy desagradable. Yo le decía, "Lopecito, deje que el General se ocupe de la política. Todos van a hacer lo que diga el General". Creo que ellos (López Rega e Isabel) querían que lo boicoteara a Cámpora. Y luego le dije al General: "López está diciendo tonterías".
-Usted dice que la interna peronista se vuelve sangrienta por la Guerra Fría. Pero ¿cuánto pesó la contradicción ideológica del peronismo en ese tiempo?
-Había una contradicción ideológica al interior del peronismo, pero que eso se transformara en comunismo frente a Occidente, no tenía por qué suceder. El peronismo, con Perón en buenas condiciones, con excelente relación con Cuba, con integración abierta de todos los sectores, podríamos haberlo evitado. El General quería parar la mano con el socialismo. Me lo dijo con todas las letras cuando llegó al país el 20 de junio. "Todo el mundo está cambiando aceleradamente, tenemos que ser muy cuidadosos. El Ejército está intacto….". Pero ya en esa época, en Gaspar Campos, era un Perón de tres horas por día. Las dos veces que lo vi a la tarde, decidí no verlo más. Prefería verlo a la mañana. Era imposible que se concentrara, te hacía repetir. Era un tema delicado. Esto fue antes de que fuera candidato (a presidente, en septiembre de 1973). Es muy triste lo que pasó con el General. Fue una fatalidad para el país. El terrorismo de Estado pudo no haber existido. En un país que se hubiera encaminado con un peronismo moderado, de buena relación con otras fuerzas políticas, con una cosa ligeramente reformista. Pero el fanatismo en los 70 era insoportable. Y el fanatismo estaba dentro del peronismo, de los montos y de los gremios. Todo era fanatismo.
El autor es periodista e historiador (UBA). Su último libro es Primavera Sangrienta. Argentina 1970-1973. Un país a punto de explotar. Guerrilla, presos políticos y represión ilegal (Editorial Sudamericana)