"El detalle de una batalla lo da el que triunfa", señaló alguna vez Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, en la sinuosa historia argentina no siempre ha sido así.
Es por eso que vale la pena repasar las singularidades de grandes enfrentamientos nacionales cuyos detalles se conocen gracias a sus protagonistas, algunos victoriosos y otros no tanto.
Belgrano en Tucumán y Salta
En 1812 Manuel Belgrano se encontraba en el norte del país al mando del Ejército nacional para enfrentar al bando español, en plena lucha por la independencia.
Hacia septiembre de aquel año, el prócer enfrentó al enemigo en Tucumán. Sobre esta batalla, el general José María Paz dejó una pintoresca anécdota en sus memorias.
Paz afirmó que en un momento del combate se encontró "buscando al general Belgrano por entre aquella batalla, que contribuían a hacer más confusa la humareda, el polvo y una densísima nube de langostas, que casualmente acertaba a pasar por encima".
"Muchos nos creímos momentáneamente heridos de bala, cuando estos animalejos nos daban un golpe por el rostro o por el pecho", detalló.
La situación terminó siendo tan confusa que al finalizar el enfrentamiento no estaba claro quién había ganado. De pronto se escuchó un "¡viva la patria!" perteneciente al jefe militar Juan Ramón Balcarce, quien aseguraba que habían vencido. Belgrano se le acercó para preguntarle en qué se basaba para hacer aquella afirmación tan contundente. La respuesta estaba a la vista: el lugar se hallaba sembrado de cadáveres españoles.
Paz afirmó que en un momento del combate se encontró ‘buscando al general Belgrano por entre aquella batalla, que contribuían a hacer más confusa la humareda, el polvo y una densísima nube de langostas, que casualmente acertaba a pasar por encima’
El siguiente enfrentamiento sucedió en febrero de 1813. Para entonces el creador de la bandera se encontraba en muy malas condiciones físicas. Padecía constantes vómitos de sangre que le dificultaban cabalgar, por lo que se hizo fabricar una carretilla para trasladarse.
Estas complicaciones se presentaron en vísperas de un combate, pero desaparecieron a tiempo y no fue necesario el uso de la carretilla. El "vehículo" se expone actualmente en el Museo del Transporte de la ciudad de Luján, en la provincia de Buenos Aires.
Belgrano presentó desde muy joven una salud precaria y durante esta etapa el reuma hizo estragos en su organismo, lo que le provocó grandes dolores articulares y probablemente —según el médico e historiador Antonio Alberto Guerrino— la cardiopatía que se llevó su vida.
El siguiente enfrentamiento sucedió en febrero de 1813. Para entonces el creador de la bandera se encontraba en muy malas condiciones físicas. Padecía constantes vómitos de sangre que le dificultaban cabalgar, por lo que se hizo fabricar una carretilla para trasladarse
Además, en esta época el prócer contrajo paludismo y hacia el final sumó al muestrario de males la hidropesía. Se le realizaban punciones como tratamiento, pero el líquido volvía a aparecer. Incluso con todas estas dificultades Belgrano luchó y obtuvo una victoria rotunda. La Asamblea lo premió con cuarenta mil pesos por esta batalla, un monto que el creador de la bandera donó para invertir en educación. Sin lugar a dudas, enfrentarse al enemigo con semejantes dolencias da muestra del patriotismo y entrega, de uno de los padres de la patria.
San Lorenzo y Cancha Rayada
Casi simultáneamente a la Batalla de Salta, se produjo el mítico Combate de San Lorenzo. Entre las curiosidades que lo rodean se destaca que fue el único enfrentamiento de San Martín dentro del territorio nacional.
Pero hay elementos llamativos. En la canción patria Mi bandera se señala: "Aquí está la bandera que un día/ en la batalla tremoló triunfal/ y llena de orgullo y bizarría/ a San Lorenzo se dirigió inmortal." Pero no fue así. Aunque Belgrano ya había creado la bandera para el momento de aquel combate, la enseña patria no estuvo presente en el campo de batalla debido a que había sido prohibida por Bernardino Rivadavia.
Contrariamente a lo que señalan algunos historiadores, la prohibición no era contraria a la independencia. Fue una medida de precaución. Por entonces se buscaba evitar una invasión portuguesa desde Brasil en apoyo de los españoles. Entonces, si el Ejército seguía utilizando símbolos patrios la avanzada portuguesa podía precipitarse.
En la canción patria Mi bandera se señala: “Aquí está la bandera que un día/ en la batalla tremoló triunfal/ y llena de orgullo y bizarría/ a San Lorenzo se dirigió inmortal.” Pero no fue así. Aunque Belgrano ya había creado la bandera para el momento de aquel combate, la enseña patria no estuvo presente en el campo de batalla debido a que había sido prohibida por Bernardino Rivadavia
Cinco años más tarde -y ya sin ninguna prohibición para llevar con orgullo los colores patrios- San Martín participó del combate en Cancha Rayada. Fue un enfrentamiento nocturno, sumamente confuso y significó una desastrosa derrota para el bando americano.
En medio de la lucha, el general Gregorio Las Heras quedó a cargo de algunos batallones. Buscando desesperadamente evitar la deserción generalizada ordenó que todos aquellos que se alejaran más de diez pasos del grupo fuesen fusilados.
Durante aquellas horas decisivas escaparon aproximadamente 500 hombres. Pero dos soldados sólo se habían retirado para atrapar un par de gallinas, ya que llevaban dos días sin ingerir alimentos. Al regresar fueron inmediatamente ejecutados. Una anécdota que muestra que la violencia no estuvo presente sólo dentro del fragor de la lucha y que el poder hace a más de uno cometer injusticias.
La marcha de Ituzaingó
Alcanzada la Independencia, una inesperada guerra puso al país frente a frente con Brasil, entre 1825 y 1828. La disputa era por el actual territorio uruguayo, que terminó emancipado. Fueron días heroicos con nombres propios, estaban allí Lucio Mansilla (padre), José María Paz, Juan Galo Lavalle, Guillermo Brown, Federico de Brandsen, Tomás de Iriarte, Miguel Estanislao Soler, Martiniano Chilavert y Fray Luis Beltrán, entre otros.
Una de las batallas más destacadas de esta guerra fue la de Ituzaingó. Aunque aquel 20 de febrero de 1827 la victoria fue para los argentinos, dejó un panorama dantesco. Mientras el fuego daba pelea a la oscuridad —tomando pastizales, municiones y cadáveres saqueados por el enemigo en retirada—, las tropas nacionales retomaban el aliento.
Un reflejo carmesí permitió a José María Paz hallar el cadáver de Brandsen, acribillado y desnudo. Junto a él yacía un hermoso joven de dieciocho años. Se llamaba Ignacio y además de soldado era el hermano menor de Lavalle.
En medio de los lamentos y el caos, los soldados encontraron un pequeño cofre con partituras musicales. Una de ellas decía en portugués: "Para ser tocada después de la primera gran victoria que alcancen las tropas imperiales, debiendo darse a esta marcha, el nombre del campo donde se libre esta batalla".
Un reflejo carmesí permitió a José María Paz hallar el cadáver de Brandsen, acribillado y desnudo. Junto a él yacía un hermoso joven de dieciocho años. Se llamaba Ignacio y además de soldado era el hermano menor de Lavalle
Los brasileños habían estado tan seguros de ganar que habían escrito de modo anticipado una marcha para conmemorar aquel combate. El Ejército la adoptó y así nació la Marcha de Ituzaingó, interpretada por primera vez el 25 de mayo de 1827 en el campamento militar.
Curupaytí
Pasarían muchos años y el Ejército nacional volvería a embarcarse en cruentas aspiraciones bélicas, esta vez junto al país vecino. La Guerra de la Triple Alianza fue posiblemente el enfrentamiento más sangriento del que fue testigo Sudamérica, donde Paraguay se expuso a una lucha suicida declarando la guerra a Brasil, Argentina y Uruguay.
Entre los numerosos enfrentamientos se destaca Curupaytí, sucedido el 22 de septiembre de 1866. Constituyó esta la derrota más estrepitosa para los aliados. Bartolomé Mitre, por entonces presidente, se encontraba al frente y soportó el fuego como todos hasta dar orden de retirada.
José Ignacio Garmendia, un militar, artista y diplomático de la época, estuvo presente y dejó un testimonio casi poético de aquella derrota: "Vi a Sarmiento muerto [refiere a Dominguito, hijo del prócer], conducido en una manta por cuatro soldados heridos (…) Vi a la distancia que Roca [Julio Argentino Roca] salía solitario con una bandera despedazada; en torno de aquella gloriosa enseña reinaba el vacío de la tumba. Cuando se aproximó y soslayó su mohíno caballo, pude distinguir que alguno venía sobre la grupa: era Solier bañado de sangre. El amigo había salvado al amigo", describió.
La Guerra de la Triple Alianza fue posiblemente el enfrentamiento más sangriento del que fue testigo Sudamérica, donde Paraguay se expuso a una lucha suicida declarando la guerra a Brasil, Argentina y Uruguay
"Rivas, tan valeroso en aquella jornada de General en el campo de batalla, le vi gimiendo por su herida. Anomalía de los bravos: muchas veces su propia sangre los atribula lejos del ardor de la matanza. Ayala, Calvete, Victorica, Mansilla (…) y qué sé yo cuántos más, todos heridos, chorreando sangre se retiraban en silencio (…). Era interminable aquella procesión de harapos sangrientos, entre los que iba Darragueira sin cabeza; de moribundos, de héroes inquebrantables, de armones destrozados, de piezas sin artilleros, de caballos sin atajes (…). Entonces fue que apareció a mis ojos, fatigados de tanto horror, el Comandante en Jefe [Mitre] con su Estado Mayor (…) montaba un caballo oscuro; venía sereno, con la actitud solemne de la desgracia. Cuando yo lo miré aquella faz tan noble y aquella hermosa frente hundida por un proyectil lejano, ese hombre de granito hubiera deseado que todas las balas le entrasen en el pecho", señaló.
Curiosamente de esta guerra participaron -en distintos grados militares- cuatro presidentes argentinos: Mitre, Roca, Victorino de la Plaza y Carlos Pellegrini.
Era interminable aquella procesión de harapos sangrientos, entre los que iba Darragueira sin cabeza; de moribundos, de héroes inquebrantables, de armones destrozados, de piezas sin artilleros, de caballos sin atajes
Sin lugar a dudas, conocer los detalles de estas batallas sirve para comprender la entrega de quienes apostaron todo para modelar una patria, más allá de sus aciertos y errores.
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