Una tarde de finales del año de 1965, Isabel Perón le pidió a José López Rega que la protegiera de los males de la política que la acechaban. Quería que fuese su secretario privado.
López Rega se sintió reconfortado, aunque después, cuando relató el encuentro a sus amigos José Miguel Vanni y Carlos Villone, prolongó el suspenso sobre cuál sería su decisión.
-Si acepto, cambia todo. Acá se bifurcan los caminos que emprendimos hasta ahora. Pero ahora estoy viendo el final de este camino.
-¿Cuál es?-preguntó Vanni.
-Perón vuelve –dijo López Rega, solemne.
Y luego agregó: "Este show lo vamos a ganar nosotros".
Vanni soltó una carcajada.
José Miguel Vanni, el Gordo, había sido el impresor de su libro Astrología Esotérica.
A comienzos de los años sesenta, López Rega había comenzado a trabajar en un manual destinado a transmitir sus conocimientos espirituales y demostrar su aplicación en la vida cotidiana.
Entendía que él poseía los misterios ocultos y podría popularizarlos, con la elaboración de un manual de autoayuda de consulta cotidiana.
Con Astrología Esotérica, si se seguían ciertas tablas de valores vibratorios y se asociaba con su respectivo signo zodiacal, se estaría en condiciones de lograr la armonía que permitiría influir en forma positiva sobre las personas.
Con ese método, López Rega ofrecía a los no iniciados la oportunidad de tomar conceptos del sistema astrológico y volverlos extensibles a la música, el arte, la danza o el alfabeto. López Rega escribió el libro bajo el influjo de la llegada de la Era de Acuario, en 1962. Según la tradición oculta, Acuario es tiempo proclive para la organización de grupos fraternales y cooperativas.
También había sido un año de cambios para él.
Luego de 17 años de servicio, decidió retirarse de la Policía Federal –había llegado a sargento primero- y publicaría Astrología Esotérica en Suministros Gráficos.
Fue Héctor Prieto Roca, un hermano de la casa de su Maestra Espiritual, Victoria Montero, el que le había recomendado acercarse a la imprenta.
Este dato cambió su vida.
Suministros Gráficos SAIC había sido una imprenta del Estado, dependiente de la Secretaría de Hacienda. En 1961, cuando el ministro de Economía Álvaro Alsogaray decidió privatizarla, los 52 trabajadores formaron una cooperativa y obtuvieron la concesión. La empresa continuó recibiendo trabajos del Estado y también imprimía libros de la editorial Kier.
La mayoría de los obreros de Suministros eran peronistas, de modo que hasta allí llegaban militantes para imprimir afiches, folletos o boletas electorales. Incluso algunos miembros de la cooperativa falsificaron los Bonos 9 de Julio, que había lanzado Alsogaray para pagar los sueldos de empleados del Estado.
Esa falsificación –considerada "revolucionaria"- reportó importantes beneficios directos a miembros de la cooperativa.
El primer presidente del directorio de la empresa fue José Miguel Vanni, El Gordo. Técnico industrial recibido, soltero, de 30 años, que se entretenía con la lectura de libros esotéricos.
Por eso, cuando López Rega apareció por Suministros Gráficos en noviembre de 1962, Vanni le imprimió 4 mil ejemplares de su libro Astrología Esotérica. La obra fue distribuida por Kier.
López Rega fue renuente a pagar el costo de la impresión, pero al poco tiempo, cuando un empleado de Suministros le reclamó la deuda en la puerta de su casa y amenazó con el decomiso y destrucción del libro, López se ofreció a resolver el problema. Prometió conseguir clientes y buenos negocios como fórmula para saldar la deuda. Sugirió una línea de libros esotéricos; una Agenda astral –que llamaba "Madre del Éxito"– con predicciones que llegaban al año 2000 y un manual de Astrofinanzas.
López Rega empezó a frecuentar la imprenta.
Leía textos místicos, y realizaba horóscopos y cartas astrales que le pedían las costureras y el personal gráfico. Parecía simpático y llano y todo el tiempo tenía la palabra "Dios" en la punta de la lengua.
Y aunque para el resto de los empleados de Suministros López Rega no pasaba de ser un apéndice místico del Gordo Vanni, su crecimiento en a empresa fue meteórico.
En la constitución del tercer directorio figuraba como presidente.
Tenía una oficina propia en el primer piso donde elaboraba los proyectos editoriales. Y así empezaron a imprimir libros esotéricos en cantidades desproporcionadas respecto de las posibilidades de colocación.
La actividad de López Rega en Suministros Gráficos lo llevó a profundizar el contacto con dirigentes políticos y gremiales del peronismo que le encargaban impresiones. Se mostraba dúctil y eficiente ante los requerimientos, pero el oficio de impresor no le impidió continuar con la escritura. Incursionó en la dramaturgia, acomodado bajo los cánones del esoterismo, y produjo un nuevo título de su autoría: Preguntas en la noche, con una bajada aclaratoria: Comedia psicológica musical.
Preguntas en la noche acababa de ser impreso por Suministros Gráficos cuando Vanni, en octubre de 1965, llegó a la imprenta con el juez Julio César Urien y se lo presentó a López Rega como una eminencia.
Muchos años después entrevisté al doctor Urien en un bar de Callao y Juncal para obtener detalles de ese primer encuentro y conocer cuáles habían sido los orígenes de la logia Anael y cuál había sido el vínculo de la logia con López Rega.
Urien relató:
"Yo tenía un escrito que se llamaba El Tercer Mundo en acción, que fue posterior a La Razón del Tercer Mundo, y estaba buscando un editor porque Caviglia, que era el que hacía todo, había muerto. El siempre me decía, el día que me muera te voy a dejar todo. Pero murió de un infarto, de repente, y quedé en pampa y la vía. Un diputado justicialista, Roberto Prosac, gran amigo, me recomendó ir a Suministros Gráficos. Me encontré con Galardi y Vanni en la estación Retiro, yo vivía en San Isidro, y me llevaron. Cuando llegamos, López Rega me dice: '¿En qué puedo ser útil, doctor?'. Yo le dije: 'Mire, acabo de terminar este libro y quiero editarlo'", recordó Urien.
López Rega mantuvo cierta distancia. Le dijo que regresara en dos o tres días. Para entonces tendría preparado un presupuesto. Sin embargo, cuando el juez regresó, lo recibió con un abrazo:
—Doctor Urien, no sabía que usted era tan amigo de Perón. Le vamos a imprimir 5 mil ejemplares del libro a precio de costo.
López se mostró interesado en saber qué era Anael.
El juez Urien le explicó que era una logia secreta que trabajaba en favor del proceso de unidad y liberación latinoamericana, y que estaba a la búsqueda de hombres y estructuras nuevos para enfrentar al corrompido capitalismo imperialista que atentaba contra la dignidad humana.
El análisis de Urien era el siguiente: el mundo estaba atravesando la última etapa de la actual civilización, la del poder económico. Cuando esta civilización cayera, y ése era el objetivo de la lucha, sobrevendría una sociedad fraternal en la que desaparecerían las miserias sociales. El obstáculo era que el poder se resistía a abandonar sus privilegios.
Según le explicó Urien a López Rega, la logia Anael tenía alrededor de 4 mil adherentes dispersos entre la Argentina, Brasil, Perú, Venezuela y Bolivia, aunque podría tratarse de un cálculo optimista. A algunos Urien los había seleccionado personalmente en su despacho judicial. Intentaba rescatar de ellos sus valores morales y su deseo de una sociedad nueva. Eran los requisitos básicos para ingresar a la logia. El hombre como esencia espiritual y no como instrumento del materialismo.
A lo largo de los años, la influencia del juez Urien como jefe oculto de Anael se extendió entre funcionarios judiciales y gubernamentales y en el ámbito profesional, pero la columna vertebral de la logia era el Comando Nacional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas (Conasub), que acompañó el golpe de 1943 ejecutado por el Grupo de Oficiales Unidos (GOU). Luego los suboficiales fueron expulsados del Ejército por resistir a la Revolución Libertadora. El último libro de Urien, firmado bajo el seudónimo de Dr. Anael, La razón del Tercer Mundo, editado en 1964, iba de mano en mano por los cuarteles.
Urien poseía un atractivo especial para el Conasub. Lo percibían como el germen de un nuevo Perón y lo llevaban a dar conferencias sobre la programática anaeliana en el cordón industrial del Gran Buenos Aires y en distintas provincias argentinas, donde nadie había escuchado su nombre.
El plan de liberación de Anael estaba detallado en El Tercer Mundo en acción. Allí Urien predecía que la moral de la humanidad iba a evolucionar en la medida en que se desarrollaran los tres vértices magnéticos del triángulo de la Triple A.
López Rega se mostró curioso ante esta afirmación. Le preguntó qué significaba. Urien se remitió a los orígenes.
Le explicó que los Grandes Iniciados de la Antigüedad –Buda, Confucio, Krishna, Jesús y Mahoma, entre otros— habían vislumbrado a los pueblos de la Triple A -Asia, África y América- como una hermandad universal, pero que esa evolución había sido distorsionada algunos siglos después de la muerte de Cristo, cuando la Iglesia Católica dejó de ser nazarenista y se ocupó de defender el poder de los ricos.
Por eso, le explicó a López, los esenios se habían replegado hacia un lugar oculto de Asia luego de que Jerusalén cayera en manos de los romanos.
Urien agregó que, en el nuevo ciclo evolutivo de la historia, sobre los vértices del triángulo magnético de la Triple A se gestaría la liberación del Tercer Mundo, que vencería al capitalismo y el comunismo. Las masas escaparían de las garras de los poderes mundiales del dinero y crearían una sociedad nueva.
La formación intelectual de Urien era más completa que la de López Rega, y aunque los dos se habían especializado en las ciencias ocultas y veían al hombre como parte de la totalidad cósmica, el primero le había dado al esoterismo un enfoque político que López había desdeñado hasta ese momento; enfoque que, a partir de las palabras del juez, se presentó ante sus ojos como otra revelación.
Lopez Rega indagó un poco más sobre la Triple A. Urien le explicó que el primer vértice ya estaba consolidado en Asia con la China de Mao, que se había liberado de las fuerzas del Kuomintang dirigidas por Chiang Kai Shek, aliadas del imperialismo anglosajón.
-Con su ideología y su cultura propias -predijo Urien-, China se separará de Rusia y será la avanzada de la liberación mundial. Su influencia llegará hasta África. El segundo vértice magnético se está constituyendo en Argelia. Será el motor del mundo árabe. Los pueblos afroasiáticos en lucha contra el imperialismo. Y la misión que le compete a Anael es hacer evolucionar el tercer vértice magnético de la Triple A: América Latina.
Al llegar a ese punto, Urien pidió permiso para tomar un papel de su escritorio y trazó una línea imaginaria que conformaba una "L" inclinada apoyada en tres puntos: San Pablo, Buenos Aires y Lima.
-Sobre esos tres puntos se proyectará la revolución continental -dijo-. De ahora en adelante, todos los hombres que se sientan átomos de liberación deben ayudar a construir el tercer vértice. Tiempo y espacio definen los acontecimientos.
-¿Por qué eligió esos tres puntos? -se interesó López Rega.
-No es una elección -respondió el juez-. Son puntos de irradiación cósmica. Lima, por el socialismo incaico. Su eco revolucionará a todos los pueblos de las cumbres andinas. Buenos Aires, por la vibración justicialista. Perón no fue derrocado. Su retiro fue una decisión de alta estrategia político-social para salvar uno de los vértices de la Triple A. Este vértice volverá a evolucionar porque la conciencia justicialista ya quedó impregnada en las masas. Por último, San Pablo es el vértice del cristianismo revolucionario. El referente actual es el gobernador Adhemar Barros. En un futuro, la Argentina y el Brasil eliminarán sus fronteras y tendrán un único patrón monetario. Conformarán un bloque antiimperialista sudamericano. El cooperativismo será el soporte de la nueva civilización.
López le preguntó cómo se produciría la relación entre la liberación de los pueblos y el cosmos. Ese punto no le había quedado claro.
-Lo que pasa arriba se traslada abajo -simplificó el juez-. El cosmos y la historia de la humanidad están regidos por la ley de la evolución. Cuanto más iluminado se ve un astro, más evolucionado está. A su vez, cuanto mayor grado de concientización tiene un pueblo, más liberado se encuentra.
La educación de López Rega y de Urien también había sido diferente. Urien se había criado en una familia patricia de San Isidro. De joven jugó al rugby en el CASI, y ahora, en 1965, al borde de los 50 años, cuando conoció a López Rega, conservaba el hábito de cruzar a nado el Río de la Plata.
Urien era juez civil y comercial y difundía el credo de la revolución maoísta en su despacho de la calle Callao 635, mientras que, en la oficina de enfrente, el juez César Arias propagaba entre sus allegados las bondades del marxismo ortodoxo y la revolución soviética.
El doctor Urien era el jefe de la Anael, pero no su creador. Esto siempre lo aclaraba. Se había puesto a la cabeza de la logia debido a la muerte repentina de Héctor Caviglia, su impulsor en la Argentina.
Caviglia elaboró la doctrina de Perón como Conductor Cósmico de las masas y mantuvo diálogo con el General durante su segunda presidencia.
López Rega, que se preciaba de conocer las potencialidades ocultas del Universo y la influencia del Cristo Cósmico, jamás había escuchado una historia así.
Era la siguiente:
Caviglia, martillero -socio número 797 de la Corporación de Rematadores-, había tomado contacto con asesores del presidente Getulio Vargas, quienes conformaban un gobierno invisible que había adoptado la esotérica denominación de Anael.
Perón y Vargas no llegaron a conocerse, pero siempre mantuvieron latente la posibilidad de relanzar el proyecto de unidad económica entre la Argentina, el Brasil y Chile (ABC), tomando como punto de referencia la geopolítica sanmartiniana del siglo XIX.
Durante su estadía en el Brasil, Caviglia se ofreció como enlace de la logia entre los dos países y Perón lo recibió en la Casa Rosada. El contacto entre ambos continuó incluso después de que el presidente Vargas, sometido a intensas presiones, se pegara un tiro en 1954.
Por entonces Caviglia ya estaba convencido de que la misión de Perón era ser el Conductor Cósmico de la Argentina.
Suscribía la teoría de que Perón recibía y emitía vibraciones directas del Universo tanto a sus colaboradores directos como a las masas, a las que esclarecía y dirigía.
Esto explicaría -según Caviglia le dijo a Urien- por qué Perón alzaba los brazos en el balcón de la Casa Rosada frente a sus fieles: sus manos vueltas hacia el cielo funcionaban como radares para recibir las vibraciones de las esferas superiores, que luego bajaban al pueblo a través de su persona.
Poco antes de morir de un infarto, Caviglia delegó al juez Urien la conducción secreta de la logia, pero con su desaparición repentina también se perdieron los vínculos con Brasil y, lo peor de todo, los anaelistas quedaron sin sostén económico.
"Yo tenía un amigo –recordó Urien en la primera de las entrevistas del bar de Callao y Juncal- que tenía buen pasar y siempre nos ayudaba económicamente. Era Vicente Apolonio. Tenía una gran mueblería en la calle Sarmiento. Pero siempre la estábamos peleando, no teníamos fondos, vivíamos apretados".
El juez, de todos modos, continuó con su prédica y transformó la denominación Anael en siglas: Asociaciones Nacionales Americanas en Liberación.
El encuentro entre López Rega y Urien en Suministros Gráficos resultó fructífero para ambas partes.
López Rega pidió integrarse a la logia e invitó a Urien a una cena en Suministros Gráficos -invitación que hizo extensiva a los miembros de Anael- para festejar la edición del libro El Tercer Mundo en acción.
Esa noche de noviembre de 1965, los anaelistas fueron llegando a la imprenta. Eran más de 20 hombres de entre 40 y 50 años. Cada uno de ellos cargaba una historia trágica, de heroísmo, bombas y resistencia: el capitán Jorge Morganti, que se escondió en el cementerio de la Recoleta para evitar ser asesinado en 1956 y luego escapó a Bolivia a pie; el suboficial de policía Julio Troxler, que había sido dado por muerto por los fusiladores en el basural de José León Suárez; el mayor de Ejército y ex edecán de Perón, Bernardo Alberte, que había protegido al Presidente de las bombas en 1955; el abogado Rubén Sosa, que se había entrevistado con el Che Guevara en Cuba por orden del General; el suboficial Héctor Sampayo, que el 4 de julio de 1943, el día que los oficiales del GOU marchaban a tomar el poder y fueron emboscados a los tiros por oficiales de la Marina, vio morir a quince de sus camaradas (esa tarde Perón entraría a la Escuela de Mecánica de la Armada a punta de pistola y se convertiría en el caudillo de los oficiales); el suboficial Juan Carlos Galardi, que tras su retiro obligado del Ejército había instalado una agencia de turismo. Y también el nacionalista Jorge Farías Gómez, el diputado Roberto Prosac, el óptico Ernesto Dufur, el mueblero Vicente Apolonio y, por supuesto, el líder de la logia, el doctor Julio César Urien.
Era una reunión de camaradería, pero cargada de un alto tono político.
Urien, en su discurso, esa noche en Suministros, afirmó que los dirigentes del Movimiento Justicialista peleaban por puestos públicos y candidaturas electorales, favorecidos por los gobiernos de turno. Perón no podría contar con ellos: representaban un impedimento para la liberación de los pueblos.
El discurso fue ganando emotividad hasta que Urien hizo el anuncio esperado:
-¡Perón volverá a la Argentina de la mano de Anael!
Anticipó que él mismo u otro miembro de la logia viajaría a Madrid para reunirse con el General y establecer el momento del regreso.
-De la fuerza anaeliana -prosiguió Urien- saldrán hombres nuevos que, junto a Perón, consolidarán el tercer vértice de la liberación mundial.
Los asistentes rompieron en aplausos.
Antes de dar por concluido el ágape, el Gordo Vanni propuso un brindis. Con la copa en alto, Urien anunció que había convenido un té para conversar sobre la programática anaeliana con la señora del General, Isabel Perón, que acababa de llegar al país.
López Rega se quedó en silencio, impresionado por lo que escuchaba.
(Mañana se publicará la segunda parte de esta historia)
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