Corrían los primeros días del año 1974. Apenas cuatro meses antes, Juan Domingo Perón había sido elegido presidente, plebiscitado con más del 62 por ciento de los votos. Pese a esto, la guerrilla no cesó sus ataques y el día 19 de ese enero el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) llevó a cabo uno de sus golpes más audaces: el ataque al regimiento de Azul, en cuyos cuarteles tenían asiento dos unidades, el Grupo de Artillería Blindado 1 y el Regimiento de Caballería de Tiradores Blindado 10 “Húsares de Pueyrredón”.
Cerca de las 20, los guerrilleros tomaron una casa cercana al cuartel para realizar la concentración previa y luego, minutos antes de la medianoche, entre 80 y 100 miembros de la agrupación trotskista comenzaron el ataque. Este fue facilitado por un soldado, algo recurrente en estos episodios violentos ocurridos en la década del 70. "Teníamos información del cuartel a través de un soldado que estaba cumpliendo ahí el servicio militar", recordó en sus memorias Enrique Gorriarán Merlo, quien comandó el intento de copamiento.
Los objetivos de la acción armada eran el robo de armas para la futura guerrilla rural que el ERP instalaría en Tucumán y plantear un abierto desafío a las Fuerzas Armadas y al presidente constitucional, nada menos que Perón, en quien la mayoría del pueblo había confiado para ordenar un país sumido en el caos político y económico.
El ataque fracasó y provocó un quiebre en la opinión pública y en la visión que algunas personas tenían sobre los grupos insurgentes, a los que miraban con cierta simpatía, sobre todo en épocas de dictadura. El episodio mostró la verdadera cara de la guerrilla, que asesinó al jefe del cuartel, Camilo Gay, y a su esposa, Hilda Irma Caseaux, y secuestró al coronel Jorge Ibarzábal, a quien mató a balazos 10 meses después, cuando los erpianos que lo trasladaban de una "cárcel del pueblo" a otra quedaron cercados en una pinza policial.
Perón asimiló la estocada, que sintió como un verdadero desafío a su autoridad, a partir de esa acción endureció sus expresiones públicas para condenar al terrorismo y aceleró la aprobación de un proyecto de ley para modificar el Código Penal, con penas más duras para los que atentaran contra las instituciones.
Además, el episodio de Azul aceleró la ruptura de Perón con Montoneros, que el 25 de septiembre de 1973, apenas dos días después de las elecciones que consagraron presidente al líder justicialista, asesinaron a José Ignacio Rucci, un alfil en su armado político. Si bien la guerrilla peronista no estuvo involucrada en el ataque de Azul, para Perón ya se habían borrado los límites entre los insurgentes que invocaban su nombre y los que comulgaban con el trotskismo o el guevarismo. De hecho, Perón consideró que el intento de copamiento a Azul se produjo en la provincia de Buenos Aires por la "evidente desaprensión de sus autoridades". Un golpe directo para el gobernador Oscar Bidegain, cercano a la Tendencia Revolucionaria peronista, quien tuvo que dejar su cargo.
"Aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal"
El 20 de enero de 1974, minutos después de las 21, Perón, vistiendo su uniforme de teniente general, brindó un duro mensaje por cadena nacional desde la residencia presidencial de Olivos, condenando el ataque a Azul.
El jefe de Estado estaba acompañado por la vicepresidente, María Estela Martínez de Perón, el edecán militar, teniente coronel Alfredo Díaz y flanqueado por dos soldados del Regimiento de Granaderos a Caballo. Esta escenografía y el tono del mensaje no dejaron lugar para las especulaciones. Perón remarcó "el grado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas", los calificó de "enemigos de la Patria", advirtió que se había acabado la paciencia y convocó a "todas las fuerzas políticas y al Pueblo en general a tomar partido activo en la defensa de la República".
El discurso que Perón dio por cadena nacional
Cargó, sin nombrarlo, contra el gobernador bonaerense Bidegain: "No es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable que ellos obedecen a una impunidad en la que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o, lo que sería aún peor, si mediara, como se sospecha, una tolerancia culposa".
Y en la parte final de su discurso dejó una contundente frase destinada a quedar marcada en la historia. Fue cuando llamó a "aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal", convocando a todos los sectores a "la lucha que dé lugar". Asimismo, advirtió que si el pueblo no lo acompañaba en ese desafío, estaba dispuesto a dar un paso al costado.
La salida de los diputados de la JP
El ataque a Azul aceleró la ruptura de Perón con Montoneros y una muestra de eso fue lo ocurrido con los diputados nacionales que respondían a la Juventud Peronista. Estos se oponían a parte de las reformas que el gobierno justicialista quería hacer en el Código Penal, modificaciones que apuntaban a castigar más efectivamente el accionar terrorista. Los legisladores de la JP creían que la nueva ley era excesivamente represiva y que sus alcances eran difusos.
Buscando evitar más rispideces, los diputados solicitaron una reunión con Perón para aclarar sus diferencias, intentando un acercamiento. El 22 de enero, tres días después del ataque a Azul, el mandatario los recibió en Olivos, pero para su sorpresa, lo hizo con todos los medios de prensa y las cámaras de televisión prendidas, acompañado por el jefe del bloque del Frejuli, Ferdinando Pedrini, el ministro del Interior, Benito Llambí, el de Bienestar Social, José López Rega, el secretario general de la presidencia, Vicente Solano Lima, y el secretario de Prensa, Emilio Abras.
"Muy bien, señores, ustedes pidieron hablar conmigo. De qué se trata, los escucho", fueron las primeras palabras de un Perón con cara de pocos amigos, ante la incrédula mirada de los diputados de la Tendencia, que intentaron mostrarse conciliadores. En el ida y vuelta, Perón no aflojó, pese a que los legisladores le entregaron un comunicado de repudio a los hechos de Azul. El Presidente dejó claro que la reforma era necesaria y lanzó varias advertencias, que iban más allá del ERP y alcanzaban claramente a Montoneros. Perón les dijo que las diferencias en torno a la reforma del Código deberían haberse aclarado en el seno del bloque oficialista y no perdió oportunidad para hablarles en duros términos, en línea con su discurso del 20 de enero.
"La debilidad nuestra será la que produzca la propia desgracia del país, que es lo que queremos evitar", les explicó sobre la necesidad de la reforma. Y agregó: "Nosotros, desgraciadamente, tenemos que actuar dentro de la ley (…) y para no salir de ella necesitamos que la ley sea tan fuerte como para impedir estos males".
Pero la parte más contundente fue cuando Perón les advirtió lo que podría ocurrir si la ley para penar los delitos terroristas no era sancionada.
"Ahora bien, si nosotros no tenemos en cuenta a la ley, en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza, lo voy a buscar a usted y lo mato, que es lo que hacen ellos (…) Si no tenemos la ley, el camino será otro; y les aseguro que puestos a enfrentar la violencia con la violencia, nosotros tenemos más medios posibles para aplastarla, y lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes (…) Si no hay ley, fuera de la ley también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente", les advirtió.
Y para que no queden dudas que las referencias también aludían a Montoneros, recordó el crimen de Rucci: "¿Y nos vamos a dejar matar? Lo mataron al secretario general de la CGT, están asesinando alevosamente y nosotros con los brazos cruzados, porque no tenemos ley para reprimirlos".
La reforma del Código Penal fue finalmente aprobada el 25 de enero. Luego de esto, ocho diputados de la Tendencia renunciaron de sus bancas y poco después el Consejo Superior Justicialista los expulsó del movimiento. Los legisladores eran Diego Muñiz Barreto, Santiago Díaz Ortiz, Carlos Kunkel, Armando Croatto, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Rodolfo Vidaña y Rodolfo Vittar.
"Exterminar uno a uno a estos psicópatas"
El 23 de enero, un día después de la reunión con los diputados, Perón les envió una carta a los "jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la guarnición Azul", en las que les agradeció "el heroico y leal comportamiento" mostrado durante la agresión sufrida a manos del ERP.
En el escrito, Perón les aseguró a los militares que no estaban solos en el combate contra el terrorismo. "Sepan ustedes que en esta lucha no están solos, sino que es todo el pueblo el que está empeñado en exterminar este mal y será el accionar de todos el que impedirá que ocurran mas agresiones y secuestros".
La carta de Perón a los militares de Azul
Pero no fue todo. En línea con su discurso por cadena nacional y con las exhortaciones a los diputados de la JP, utilizó una terminología similar para calificar el accionar de la guerrilleros, a los que calificó como "psicópatas", a los que había que "exterminar uno a uno para bien de la República".
Para completar el cuadro, el 29 de enero los diarios informaban que habían sido oficializadas las designaciones de los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride como subjefe de la Policía Federal y jefe de la Superintendencia de Seguridad Federal, respectivamente. Villar y Margaride habían sido dos jefes policiales representativos en las dictaduras precedentes a los gobiernos de Cámpora y Perón y estaban en situación de retiro. Ahora, eran convocados directamente por el líder justicialista para volver al servicio activo para sumarse al combate contra la subversión. Otra muestra de que los tiempos habían cambiado.
[Esta nota fue publicada originalmente en 2019]
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