Cómo las empresas pueden ayudar a las universidades a formar trabajadores tecnológicos

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Desde hace más de una década, las empresas han dejado atrás las relaciones meramente transaccionales con el mundo académico, destinadas a crear y comercializar innovaciones tecnológicas, para pasar a colaboraciones mucho más profundas y duraderas, diseñadas para hacer avanzar mutuamente la investigación. Para ayudar a desarrollar el tipo de fuerza laboral que la sociedad necesita con urgencia, algunas empresas y escuelas están dando un paso más: colaborar para crear planes de estudio y espacios en los que los estudiantes aprendan, innoven y trabajen con las tecnologías de vanguardia que encontrarán cuando se incorporen al mundo industrial.

Sin embargo, para que estas colaboraciones funcionen a largo plazo es necesario diseñarlas cuidadosamente.

Diseñar programas que respondan a las necesidades de una amplia gama de empresas a largo plazo ayuda a garantizar que los planes de estudio evolucionen a medida que lo hacen las tecnologías. Las empresas se benefician de una cartera de empleados potenciales que están familiarizados con tecnologías de vanguardia, tienen experiencia práctica en su uso y entienden cómo aplicarlas en entornos industriales. Como resultado, los recién egresados se incorporan rápidamente, lo que significa que las empresas no tienen que invertir tiempo ni dinero en ponerlos al día.

A partir de mi participación en los esfuerzos de mi institución, la Universidad de Boston, para crear centros de este tipo, y mi análisis de las prácticas de otras escuelas que emplean un modelo similar, he identificado los siguientes cinco principios que las empresas y las universidades pueden aplicar para crear relaciones de colaboración exitosas.

1. CREAR JUNTAS ASESORAS QUE INCLUYAN UNA AMPLIA GAMA DE EMPRESAS.

Un consejo compuesto por representantes de distintas empresas genera un amplio consenso sobre qué tecnologías y habilidades se necesitan para preparar a los estudiantes para el trabajo en el mundo real. Con ese fin, una junta asesora conformada por personas de nivel sénior, de entre seis y diez empresas, debería reunirse tres o cuatro veces al año para asesorar al director de la facultad y a los líderes curriculares sobre las tecnologías y habilidades necesarias para preparar de manera óptima a los graduados para el mercado laboral.

2. CREAR UNA VISIÓN ATRACTIVA PARA QUE LAS EMPRESAS PARTICIPEN.

La propuesta de valor para las empresas debe ir más allá de la oportunidad de colaborar en la creación del plan de estudios y en la formación de la futura fuerza laboral. Debería incluir la posibilidad de ofrecerles acceso directo a una cartera de posibles contrataciones y la exposición regular a investigaciones e innovaciones emergentes, que puedan elegir de manera individual para los esfuerzos de investigación patrocinados por la empresa a través de un proceso separado.

3. ABORDAR LA PROPIEDAD INTELECTUAL DESDE EL PRINCIPIO.

Con el antiguo modelo transaccional, las empresas solían buscar investigaciones emergentes en los laboratorios de las facultades que pudieran desarrollarse como productos. Sin embargo, a menudo surgían problemas relacionados con los derechos de propiedad intelectual durante las discusiones sobre transferencia de tecnología.

La Universidad de Boston evita este problema en las interacciones entre la industria y los estudiantes al acordar desde el principio que la empresa es propietaria de cualquier propiedad intelectual que pueda surgir, siempre y cuando ninguno de sus profesores haya participado en su desarrollo.

4. CONTRATAR A DIRECTORES DE INSTALACIONES CON EXPERIENCIA CORPORATIVA.

Deben saber cómo funcionan las empresas, qué habilidades valoran y cómo dirigir proyectos tecnológicos hasta su finalización.

5. ENFATIZAR EL EQUIPAMIENTO Y LAS EXPERIENCIAS.

La mayoría de las principales universidades de investigación promueven la investigación básica y aplicada en etapas tempranas, pero también asumen su misión educativa de proveer una fuerza laboral valiosa para la sociedad. En campos STEM, esto significa que las universidades necesitan centros tecnológicos orientados a la práctica.

El enfoque de la junta asesora ha demostrado ser una forma eficiente y gratificante para que las empresas se asocien con el mundo académico para introducir a los estudiantes en las tecnologías de vanguardia. Estas alianzas ayudan a crear la fuerza laboral tecnológicamente avanzada que las empresas necesitan.

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