“Muchas veces me preguntaron –sobre todo los mismos coreanoargentinos que entrevisté– por qué me interesa la cultura coreana en la Argentina. Y siempre contesté que por una extraña pero real cadena de eventos que empezó con un barco”. Hace casi veinticinco años, su padre aceptó ser el representante legal del capitán coreano de un pesquero de bandera española varado en un puerto de la provincia de Santa Cruz. Y en ese trabajo conoció a un joven coreano criado en la Argentina, que ofició de traductor ante el marino. “Soy periodista, y la curiosidad me hizo querer saber más sobre un grupo de gente que hasta ese momento era para mí completamente desconocido. Llamé al muchacho, nos encontramos a tomar un café y tuvimos una larga charla, que fue casi una clase de antropología sobre la comunidad coreana en la Argentina. Casi al final, me dijo: “En quince días me caso, me gustaría que vengas”.
Este fragmento de Ricardo Luis Mosso (Río Gallegos,1969) abre el libro Coreanos argentos. Periodista y académico con trayectoria en televisión, radio y multimedia, Mosso se involucra con la cultura coreana local desde una experiencia vital que lo llevó a realizar decenas de entrevistas a chicos y chicas de la comunidad que hablaban perfecto español del Río de la Plata, una verdadera “obsesión” por retratar aspectos culturales de esta comunidad. “Kimo, el padrino de la noche asiática”, “Buenos Aires Gangnam Style”, “Casamiento a la coreana”, “Hoon Ki, el chef coreanoargentino”, Buenos Aires esquina Corea”, “Los argencoreanos también emigran” son algunos de los capítulos que, a modo de crónicas independientes, dan cuenta del interés por estas grandes y pequeñas sagas familiares, que reflejan una cultura y épocas específicas de la Argentina y el mundo.
Reproducimos a continuación una de las crónicas de su libro Coreanos argentos, que puede leerse completa en Leamos.
Hoon Ki, el chef coreanoargentino
(Diciembre de 2013)
Hace casi tres años, en su pequeño local de comida asiática en el Microcentro, Hoon Ki me contó cómo fue que llegó a su vocación. A los 19 egresó de la secundaria y fue a ver a Iwao Komiyana, el chef japonés que sale en televisión.
—Mirá: acá tenés un aviso de Iwao. Andá, fijate —le había señalado el padre, que tiene un taller textil en Flores.
—Che, viejo, ¿sabés qué? ¡Tenías razón! Iwao tiene más tiempo, quiero ir a aprender más. Necesita un ayudante, voy a trabajar gratis, como pasante —fue el aviso de Hoon Ki, después.
—Sí, sí, ¡andá, andá, a ayudarlo!
* * *
—Che, no hay más que enseñarte, te enseñé casi todo. Hay muchas cosas que no te puedo enseñar, porque no está la materia prima acá… —lo echó Iwao con cierto cariño.”
—Quiero aprender a hacer pez globo.
—Andá a Brasil… ¿adónde vas a conseguir pez globo acá?
—Aunque sea enséñeme la técnica con algún otro pescado; no sé…
—No se puede si no es con pez globo. Tiene que ser con la textura esa… Mirá, andá a trabajar. No pierdas el tiempo tratando de seguir aprendiendo; practicá todo lo que aprendiste.
—Profesor, ¿usted no tiene un nombre en castellano, como yo José? —la curiosidad pudo más que el respeto confuciano por el mayor.
— Alejandro. Pero no me gusta que me digan así.
* * *
En ese momento, Hoon Ki siguió el consejo de su docente de origen japonés y se fue por unos meses a Corea del Sur. Allí trabajó hasta 17 horas diarias en la cocina de un restorán «humilde» de Seúl. Ascendió, ahorró algunos dólares a fuerza de horas larguísimas y de vivir con una tía, pero después quiso regresar a Buenos Aires. Volvió a trabajar con su familia y también probó en el interior un tiempo, aunque siempre quiso otra cosa.
Hoy ya no se dedica al sushi: tiene su «restó» propio de comida típica coreana —que tiene amplias diferencias con respecto a la japonesa— en la calle Pumacahua[…] en pleno Flores. Abre de noche. Trabaja casi lo mismo o más que en Corea, pero ya no es aprendiz: volvió a ser su propio jefe.
Coreanos argentos puede leerse en Leamos.com