Torchia y Tantanian hablan de la polémica de Theodora en el Colón: “La Iglesia pide censura y el poder político calla”

Invitados por el ciclo Experiencia Leamos, los realizadores analizaron las reacciones que provocó la obra y cuestionaron el comunicado de la Conferencia Episcopal Argentina

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Theodora en el Colón
Theodora en el Colón

No es tanta la gente que sigue el programa de actividades del Teatro Colón. No se dan grandes debates en torno a ese tema. Las pasiones que nacen durante un concierto duran casi lo que dura el concierto. El discurso mayoritario acerca del Colón es de un cierto reconocimiento, un cierto orgullo y pertenencia.

Unas semanas atrás, entre el 28 de septiembre y el 3 de octubre, Alejandro Tantanian y Franco Torchia montaron en el Colón el oratorio Theodora, que Georg Friedrich Haendel escribió en 1749 basado en una mártir cristiana del tiempo de Diocleciano. Fueron cuatro puestas que vieron poco más de tres mil personas.

Tantanian y Torchia debieron abreviar la obra para que no pasara de las dos horas. Por cuestiones de protocolo sanitario, todavía no se permiten los entreactos. Pero además de esta intervención, hubo otra que provocó una gran polémica: durante la función intercalaron proyecciones y parlamentos —muy pocos— de Marcella Althaus-Reid, una teóloga feminista rosarina ya fallecida que, desde Escocia, donde dio clases en el New College de la Universidad de Edimburgo, abordó la “teología queer”.

Alejandro Tantanián, Mercedes Morán y
Alejandro Tantanián, Mercedes Morán y Franco Torchia

La encargada de recitar los textos de Althaus-Reid fue Mercedes Morán. Algunos de los pasajes que leyó:

“La narrativa del castigo corporal de los santos era una pedagogía divina para comprender la realidad. Vi el corazón de la gente atravesado por las espadas del hambre, la represión política y la injusticia económica. Las prácticas sadomasoquistas del terrorismo de Estado, aliado con la Iglesia, se me antojaban torturas y formas infinitas del dolor infligido al pueblo”.

“¿Debe la mujer llevar corpiño en la calle o no? ¿Debe quitárselo, digamos, cuando decide ir a la iglesia, como recordatorio más íntimo de su sexualidad en relación con Dios? ¿Cuál es la diferencia si la mujer vende limones y se los vende a usted en la calle, desprovista de ropa interior? Es más, ¿cuál es la relación si así se sienta a escribir teología?”.

La Virgen María, ¿es la momia de los pobres? Constantemente se nos recuerda que las mujeres pobres son devotas de la Virgen, pero también es verdad que no lo son menos de los maridos que abusan de ellas”.

Los textos de Althaus-Reid fueron un parteaguas. Hubo aplausos y abucheos; de cada lado se dijo que unos sonaron más fuertes que los otros. Hubo cartas de lectores y reseñas a favor y también en contra. Luego, la Corporación de Abogados Católicos exigió la renuncia del secretario de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro. El lunes pasado, la Conferencia Episcopal Argentina emitió un comunicado condenando la obra porque, con una pretendida expresión artística, había bastardeado y blasfemado la fe y la religiosidad.

Algunos de los intelectuales que
Algunos de los intelectuales que apoyaron a Tantanian y Torchia: José Emilio Burucúa, Graciela Fernández Meijide,Roberto Gargarella, Beatriz Sarlo, Jorge Fernández Díaz, Hilda Sabato

Dos días después, un nutrido grupo de intelectuales conformado por Beatriz Sarlo, Graciela Fernández Meijide, José Emilio Burucúa, Jorge Fernández Díaz, Hinde Pomeraniec, Alejandro Katz y Daniel Link, entre otros, le respondió al Episcopado: “Deseamos tramitar nuestras diferencias estéticas, intelectuales, políticas, en una escena de libertad, en la que los fracasos y los riesgos contribuyan a conocer, a experimentar y a reflexionar sobre todas las dimensiones de la vida en común”, dijeron.

Con el debate todavía en carne viva, Alejandro Tantanian y Franco Torchia participaron en el ciclo Experiencia Leamos —que organiza la plataforma Leamos.com— y expresaron su visión de Theodora y las preocupaciones que la polémica les ha dejado.

¿Por qué se decidieron a hablar ahora?

Torchia: El comunicado de la Conferencia Episcopal Argentina, entiendo yo, reviste otra gravedad porque tenía un carácter institucional, no era la anécdota de un sacerdote disgustado o molesto, era un pronunciamiento desde la cumbre de obispos, el punto más alto en la escala de poder de la Iglesia Católica en la Argentina. Me preocupa no solo por Theodora sino también por los actores, productores, artistas y personas que, de ahora en más, quieran trabajar con una religión como lo son, concretamente, las teologías disidentes.

Tantanian: Cuando uno produce cualquier evento artístico está sometido a la opinión del público. En el Teatro Colón esas cosas se juegan de manera un poco más extrema. Los abucheos forman parte del folklore del Colón. Hubo dos, el viernes y el domingo, pero hay que decir que en ambas ocasiones terminaron ganando los vítores y los bravos. Lo que no se puede permitir es el grado de disciplinamiento que intenta la Iglesia, de que si algo no entra en su línea de pensamiento habrá que pensar dos veces si es posible de hacer. Es una censura a futuro. Más allá de los intelectuales, filósofos, artistas, un montón de profesionales, colegas conocidos y no conocidos que se han solidarizado con nosotros. Pero me quiero correr del lugar de la víctima. Yo hice mi trabajo, que consistió en volverlo a leer a un clásico.

Orgullo y barullo, de Franco
Orgullo y barullo, de Franco Torchia. Exclusivo de Leamos.com

> Leer Orgullo y Barullo, de Franco Torchia

¿En qué medida que la puesta se haya hecho en el Colón magnifica la polémica? La intervención sobre Haendel recuerda, en un punto, a la famosa de muestra de León Ferrari en el Recoleta. Recuerdo que las obras de Ferrari se mostraban en lugares chicos sin problemas, pero recién hubo un escándalo cuando entraron allá.

Torchia: Argentina tiene problemas en sus vínculos siempre religiosos con las instituciones. Cuando se insiste en que es imperioso separar a la Iglesia del Estado, una idea que suscribo desde siempre, se desconoce uno de los aspectos más internalizados del modo en cómo nuestro funcionamiento es religioso hacia con las instituciones; diría que, en el caso del Colón, es casi catedralicio. El hecho de que haya muchas personas que con esa institución tengan un vínculo semejante al que se tendría con un santuario es un problema cultural profundísimo de la Argentina. Y, por supuesto, es un problema de gestión cultural. Una propuesta como esta habría pasado desapercibida en los grandes teatros líricos de Francia o Alemania. Es decir en los grandes Estados verdaderamente laicos, que no argumentan una y mil veces con el infame artículo 2 de la Constitución Nacional, que es ambiguo, impreciso, completamente confuso, que es una rémora de otro momento del Estado, y que está regulado por “leyes” de la dictadura —entre comillas, porque, si había dictadura con Videla, no había ley— nunca revisadas en tantísimos años de democracia.

Hay que señalar que la gestión cultural de la Ciudad de Buenos Aires está atenta atenta a que haya otras miradas. En “No se puede vivir del amor”, tu programa en Radio Ciudad, Franco, hablabas de las disidencias y la diversidad.

Torchia: Ya que lo citás, en el programa que hago en la radio pública han tenido y seguirán teniendo lugar todo tipo de expresiones religiosas. Ni hablar de aquellos cultos como la comunidad de la Iglesia Metropolitana que tiene sedes en todo el mundo y también en Buenos Aires. Yo no sé si está ingresado al registro de cultos en la Argentina. No me llamaría la atención que no lo estuviera porque la Iglesia Católica tiene un indudable privilegio de gestión como tienen el de la gestión de la pobreza en el país. Yo voy a seguir peleando toda mi vida por el derecho a la fe de la población LGBTTIQ+. Conozco un montón de personas a las que las instituciones religiosas —el catolicismo y el no catolicismo también— les ha arruinado la vida por completo expulsándolas.

En un país con aborto legal desde diciembre, tiendo a creer que las cuestiones en Theodora vinculadas a los feminismos y la diversidad sexual no irritaron (Franco Torchia)

Con respecto a Theodora, uno podía anticipar quiénes iban a estar a favor y quiénes en contra. Entonces, ¿es posible plantear un debate sobre el hecho artístico o los textos Marcella Althaus-Reid nos corre hacia un debate sobre género, pobreza, poder?

Tantanian: Obviamente creo que sí se puede. Es importante aclarar que en todas las notas previas dijimos que no solamente estaba recortado el material, sino que había intervenciones de Marcella Althaus-Reid, que era la forma en que pudimos leer el diálogo entre la santa mártir disidente del siglo IV y Theodora como una teóloga indecente. Las opiniones pueden ser absolutamente diversas; nosotros sabemos el tipo de lectura que quisimos darle al material preexistente. Muy pocas veces salgo a pelearme con una obra. La obra lo excede a uno: uno la entrega y existe la posibilidad de que no interese o de que haya gente que se sienta ofendida. Eso pasa con el arte. Pero, en un punto, no tengo demasiada explicación de por qué hice lo que hice. La decisión de estar hablando aquí tiene que ver con la escalada que se dio, que excede lo que se dio puertas adentro. No me interesa la pelea entre espectador y hacedor. Puedo discutir estéticamente con colegas, pero como la situación excedió lo artístico, me parece que hay que salir a decir que no es algo bueno que pase.

Theodora en el Colón
Theodora en el Colón

Franco, hace unos minutos hablaste del negocio de la pobreza. Quería preguntarte sobre es punto en particular.

Torchia: La teología de Marcella Althaus-Reid surge cuando ella todavía vivía aquí en la Argentina. Se va a Escocia a fines de los 80 en discusión abierta y total con la Teología de la Liberación. Podríamos entender la teología de Marcella como una post-Teología de la Liberación. Sus argumentos más firmes tienen que ver con el modo con el que los teólogos de la liberación desarrollan un producto de rendimiento internacional que refresca en los 70 la imagen de una Iglesia cercana a los pobres en América latina, pero, desde luego, con asistencialismo y con la plata del Estado: con los sueldos que les pagamos nosotros. En un país con aborto legal desde diciembre, tiendo a creer que las cuestiones en Theodora vinculadas a los feminismos y la diversidad sexual no irritaron. Lo que irrita, y mucho aunque haya disimulo, es que haya denunciado el negocio aún vigente de la Iglesia Católica en cuanto a la gestión de la pobreza. Y, con los niveles actuales de pobreza en la Argentina, el poder político no puede ni asomar: el poder político calla frente a la moción deliberada de censura de la Conferencia Episcopal Argentina. ¿Por qué? Porque hay campaña electoral y porque efectivamente nadie puede asomar el pescuezo en un momento de 50, 60, 70% de pobreza. De ninguna manera irrita decir “Dios marica” ni que la “Virgen María es la momia de los pobres”.

Tengo que decir que me dio incomodidad que se hable de la Virgen blanca y rica cuando pienso que la Virgen de Guadalupe, nuestra Virgen americana, es mestiza y pobre.

Torchia: Marcella le dedica un apartado puntual a la Virgen de Guadalupe en Teología indecente, en donde, desmantelando el modo en que fue armada, descubre que fue encerrada en su propia concha, en su propia vulva. Los símbolos de la teología disidente parten del desmantelamiento de los símbolos de las teologías católicas tradicionales. Ahora bien: ¿es por esto que debe ser impugnada? ¿Vamos a impugnar cualquier otro credo que no sea el católico apostólico romano o el cristianismo en la Argentina? Lo digo en relación al comunicado de la Conferencia Episcopal que habla del respeto a todos los símbolos religiosos. Los obispos de la Argentina piden que no se respete la simbología de los fieles de las teologías disidentes. Es un atropello rotundo frente al cual el poder político debería haber hablado, pero ya vemos que no puede.

Habían pasado sólo 48 horas desde que el papa dijo que en Francia fueron abusados 330.000 niños por miembros de la iglesia católica. Se rasgaron las vestiduras por una obra que vieron 3000 personas en el teatro Colón, pero no veo a nadie rasgándose las vestiduras por eso (Alejandro Tantanian)

Generalmente hablamos acerca del límite del arte, pero ¿se puede hablar del límite del espectador? Pienso en las críticas desde el evangelismo que se hizo a Claudia Piñeiro por la serie de Netflix “El Reino”. ¿Se puede decir hasta dónde tiene derecho de quejarse el espectador? Recién decías, Alejandro, que no ibas a debatir con el público sino con colegas.

Tantanian: Uno puede debatir con el público, pero lo que digo es que la obra habla por sí misma. Después, cada uno puede odiar, querer, sentirse ofendido. Las reacciones son tan diversas como las personas. Pero cuando se exige una explicación por encima de cualquier explicación, lo que se busca es acallar una voz. Nosotros trajimos el pensamiento de Marcella Althaus-Reid. Nos parecía que las minorías y las disidencias podían encontrar en ese discurso un grado de pertenencia, en un momento donde el pinkwashing es moneda corriente, donde las derechas se apoderan de los discursos de las disidencias, donde todo entra en una zona más glamorosa y fashionable. No somos ingenuos: sabíamos la operación que estábamos haciendo y dónde la estábamos haciendo. Alguien pudo haber sentirse molesto y pedir la devolución de la entrada: el Teatro lo ofreció. Punto. De ahí a un grado de ensañamiento, con voluntad de hoguera y de juicio sumarísimo... Lo llamativo es que habían pasado sólo 48 horas desde que el papa dijo que en Francia fueron abusados 330.000 niños por miembros de la iglesia católica. Se rasgaron las vestiduras por una obra que vieron 3000 personas en el teatro Colón, pero no veo a nadie rasgándose las vestiduras por eso. Es un grado de cinismo muy difícil de tragar.

Torchia: Las producciones artísticas se discuten autorreflexivamente y hay varios niveles para eso, empezando por la crítica formada. Por ser maricón, pertenezco a un conjunto de la población mundial ofendida desde el día que nacimos. Maltratados, violados desde el día que nacimos. Sé mucho de ofensa porque formo parte orgánica de esa zona de la población. Sé muy bien cómo es sentirse ofendido todos los días de mi vida frente al sistema de salud, frente al sistema educativo, frente a la familia. No necesito ir al Colón para levantarme de una butaca y salir enojado. Esa ira me determina desde el día que nací. En lo personal —y en lo colectivo— estoy muy acostumbrado a tener que maniobrar con la furia, que para la población LGBTTIQ+ es la emoción más genuina. Activamos a partir de la furia, comunicamos a partir de la furia. Yo vivo ofendido.

Hacer teatro, pensar teatro, de
Hacer teatro, pensar teatro, de Alejandro Tantanian. Exclusivo de Leamos.com

> Leer Hacer teatro, pensar teatro, de Alejandro Tantanian

Orgullo y barullo, el libro de Franco de 2019 que reúne las entrevistas de “No se puede vivir del amor”, fue destacado por la legislatura: una reacción totalmente distinta a Theodora. Yo creo, y perdón por interpretar la pregunta, que es porque estaba compartimentado. Es el libro de un escritor gay hablando con personalidades homosexuales.

Torchia: En 2015 entrevisté a Rita Segato. En ese momento se estaba gestando el proceso monstruoso y asesino, que es el bolsonarismo en Brasil. Rita me dijo: “Las próximas guerras son guerras religiosas”. Yo la miré, lo recuerdo como si fuese hoy, dudé y le pedí que ampliara el concepto. Y es lo que hoy estamos viendo. Tenemos una visión de la guerra demasiado altisonante. Creemos que es un paisaje de la Segunda Guerra. Pero estas son las guerras vigentes. Cuando el poder político calla frente a los atropellos inaceptables como el de la Conferencia Episcopal Argentina, lo que está haciendo no es solamente otorgar sino generar un bolsonarismo que ya estamos viendo, que ya está asomando en la Argentina fuertemente. Se vincula también a los ataques a El reino, a Claudia Piñeiro y a tantas otras manifestaciones. Estas son las guerras religiosas contra las que no pienso quedarme callado. Y aquí no tengo ningún problema en victimizarme, porque corro riesgo yo y corre riesgo el conjunto de la población a la que yo pertenezco.

¿Cómo piensan el futuro? Alejandro, vos, que fuiste director del Teatro Nacional Cervantes, después de esta polémica, ¿te preocupa que haya espacio para que montar otra obra en un teatro público?

Tantanian: No me imagino no produciendo. Por qué no debería imaginarme el futuro en un teatro público. En la pregunta ya hay una respuesta. Conozco a las personas que están a cargo de los teatros públicos y, en todo caso, serán producciones artísticas de programación o presupuestarias las que activen o no la posibilidad de que uno trabaje allí. Prefiero no creer en una lista negra. Para el año que viene tengo proyectos aquí y en el extranjero, y me abocaré a eso. Y esto formará parte de la historia de todos nosotros. Con respecto al Cervantes, adhiero, en ese sentido a lo que dice Franco. Ser puto y haberlo dicho desde muy chico y salir a decir las cosas porque en realidad uno se definía de esa manera también es algo que se cobra. Que hubiera un punto tan confeso —y tan puto, además— adelante de una institución no muy amante de los putos era un problema que vivía diariamente. Era algo que pasaba. Pero tengo una gimnasia extraordinaria para lidiar con eso desde los 6 años. Ya desde la primaria soporté de todo. Hasta el día de hoy.

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