Conocí a Anastasio Quiroga en la Feria del Libro de 1987, fue por casualidad. Lo vi entre muchos niños que lo rodeaban, le pedí una nota que hice mientras el firmaba libros y autógrafos.
La idea de escribir este libro nació en 1990, tiempo después de aquel encuentro en la Feria del Libro. Leda Valladares fue quien me dio el empujón final para lanzarme a la aventura de escribir sobre la vida del “Pastor de cabras”. Allí, en su departamento de Recoleta, Leda me fue contando la vida de Quiroga, sobre quien ella dedicó una buena parte de su tiempo. Valladares plasmó los relatos de Anastasio sobre las tradiciones y costumbres de la Quebrada en una serie de programas que se difundían por la vieja LRA Radio Nacional.
Postergué muchas veces este trabajo, investigaba y acopiaba material y paraba por un tiempo, un año, dos y hasta tres sin hacer absolutamente nada para terminarlo. Tal vez me apasionaba tanto que no quería que llegara a su fin. Disfruté mucho, me trasladé a la Quebrada de Humahuaca –lugar que he visitado en unas veinte oportunidades-, sentí aroma de la albahaca de las noches del carnaval, imaginé a Anastasio desplegando su arte, fue un trabajo sanador.
Me tuvo ocupado los primeros ocho meses de pandemia, de marzo a finales de agosto de 2020. Fue un bálsamo entre tanto dolor, encierro, desazón.
Ahora con el libro impreso y distribuido, y también en su versión digital, siento que cumplí con el deber, que pagué la deuda que tenía con Leda Valladares, Anastasio Quiroga y Ernesto Monteavaro. Mi deseo es que este trabajo haga conocer un poco más nuestras tradiciones y costumbres.
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