En un nuevo encuentro del ciclo Leamos independientes —un espacio para conocer los autores y libros de la escena alternativa y emergente que la plataforma Leamos.com organiza como contenido exclusivo para sus suscriptores— Esteban Castromán recibió a los autores Juan Carrá y Alejandro Guyot, cuyos últimos libros, el volumen de cuentos Ojos al ras y la novela Sangre (respectivamente), fueron publicados recientemente por el sello Alto Pogo.
En un encuentro interesantísimo y lleno de brillantes contrapuntos, Carrá y Guyot hablaron de sus libros, los puntos en común, los cambios que ven en el género negro, a la vez que se dieron el tiempo para hablar de la realidad de la escena independiente.
“Primero llegó el periodismo y luego la escritura”, dijo Juan Carrá, quien durante años se desempeñó como cronista policial para luego virar a una escritura de cuentos y novelas de género: “Mi literatura trata de tener un anclaje social y político, y el género negro siempre me resultó un lugar interesante para jugar con esos tópicos”. Y continúo: “Sobre todo, lo que más le interesa es contar una buena historia, llevar al lector a vivir un mundo distinto al propio”.
Así, en los últimos años Carrá publicó novelas como No permitas que mi sangre se derrame (Random House, 2018), Lloran mientras mueren (Vestales, 2016) y Criminis Causa (Letra Sudaca, 2013). También publicó la novela gráfica ESMA (Evaristo, 2019), junto a Iñaki Echeverría. En Ojos al ras, escribió seis relatos que descubren el vínculo entre civiles y el terrorismo de estado durante la última dictadura cívico militar.
Alejandro Guyot es letrista, poeta, tanguero, docente y ahora también novelista. Publicó Brumarios (Enargesis, 2009), traducido al francés como Vents d’ailleurs en 2014, y este año grabó su primer disco solista La guerra es adentro. Sangre, su primera novela, es una comedia negra con momentos perturbadores, delirantes y violentos, donde se entremezclan una logia de ebanistas reales, vírgenes milagrosas, gatitos de la suerte, un periplo ilegal en Europa, y una Argentina furtiva bajo los designios de una de las peores crisis de las últimas décadas. Dijo Eugenia Zicavo: “A partir de una premisa genial, Guyot construye un protagonista sin escrúpulos dentro de un universo en el que conviven talleres clandestinos, trata de personas, compras al por mayor, y una moral al por menor. Si esta novela fuera un grito, diría ‘sálvese quien pueda’”.
—¿Por qué pensás que en estos últimos años el género negro tomó tanta potencia?
Juan Carrá: En la literatura se vivió un auge del género negro hace unos cinco, seis años atrás. Las editoriales comenzaron a interesarse más, se abrieron colecciones que le dieron voz a autores nuevos… Pero hoy ya no es tan así. Considero que hoy se busca otra cosa, que el mercado y los festivales se mueven por otro lugar. Sí creo que en las series predomina el género negro/policial. El por qué radica en que son temáticas que en un punto atrapan a una gran cantidad de público. El tópico de la muerte, del crimen y todo lo que hay detrás pone en movimiento un universo que es una especie de fantasía para el espectador y que se resuelve desde un carácter bastante realista, sin ser un tratado sociológico. Volviendo a la literatura, sí noto que el género va subvirtiendo sus reglas para subsistir, y también para posicionarse políticamente en determinadas épocas y lugares geográficos. En Argentina el punto de vista detectivesco es muy difícil de lograr, a no ser que se trabaje en un verosímil vinculado a un sujeto de la sociedad civil o a alguien que tiene que romper con la institucionalidad. Porque hoy día la institucionalidad no puede estar ligada a la relación verdad-justicia.
—Sangre es una novela que trabaja en la zona de liberación de la crisis de 2001, allí donde todo estalla…
Alejandro Guyot: Exacto. Para la novela me paré en el caldo de cultivo de lo que fue el 2001. Mi protagonista se va del país un poco harto de su situación laboral y familiar, pero también harto de padecer las sucesivas crisis económicas y de sentirse cada vez más cercano al infierno. Empujado por ciertas leyendas y mitos familiares se va a Europa a pasear y a buscar un futuro, pero también a buscar una conexión con un ancestro, un tío abuelo, que le termina revelando un secreto. Yo quería que sea un policial, pero me interpelaba mucho lo que bien dijo Juan Carrá acerca de cómo en la Argentina el detective o policía es una especie de policía díscolo que no puede ser el héroe. Porque el uniforme, a partir de las sucesivas dictaduras -especialmente la última- quedó totalmente denostado. Entonces, si bien yo tenía muchas ganas de que mi novela sea un policial, creo que es más bien una novela aventuresca, con una atmósfera de “olla a presión” que termina estallando en el 2001 y que mueve cuestiones que también se vinculan mucho con la religiosidad popular y la manera de pensar la plata y las posibilidades de salvación.