Luciano Lutereau: “Lo que le da sentido a la vida no son nuestros logros, sino las encrucijadas que nos permiten crecer”

Psicoanalista, doctor en Filosofía y uno de los comunicadores más relevantes de ambas disciplinas en la actualidad, es autor de los ensayos “La comedia de los sexos” y “Crianza para padres cansados”, exclusivos de la plataforma Leamos.com

Luciano Lutereau

En una época de relaciones lábiles y compromisos tenues, la pregunta por el amor y la familia puede tener una gravedad compleja para quien la haga. Cómo se conforma el lazo de pareja, qué se entiende por paternidad, cómo se desarrollan vínculos sanos entre los padres y padres e hijos, cómo se sobrelleva la separación, cómo sostienen padres y madres sin caer en una red que no contiene sino apresa. Luciano Lutereau, psicoanalista y doctor en Filosofía, lleva años y libros abordando estos interrogantes.

En el ensayo La comedia de los sexos título que recuerda al libro de Hemingway y que Lutereau escribió junto a Eugenia Esborraz, propone pensar al psicoanálisis como un método preciso —probablemente el primero, además— para acabar con el patriarcado y sus efectos: ¿cómo se piensa hoy, desde el psicoanálisis, a los varones, a las mujeres, la comedia de los sexos? ¿Cuáles son los mecanismos que preserven al analista de convertirse en un moralista?

Y en Crianza para padres cansados, una suerte de anti-manual de autoayuda que escribió junto a la psicóloga chilena Trinidad Avaria, determina que “probablemente hoy en día no exista una tarea más difícil en este mundo que la de criar un niño”. ¿Cómo lidiar con las exigencias del presente y, a la vez, atender con cuidado a los chicos? ¿Cómo escucharlos? ¿Cómo corrernos del lugar de hijos a la hora de ser padres? ¿Cómo no criar desde la culpa ni sentir culpa por la manera de criar? Estos son algunos de los interrogantes que los autores se preguntan.

La introducción de esta entrevista se extiende e inevitablemente más preguntas se acumulan.

"La comedia de los sexos", de Luciano Lutereau y Marina Esborraz. Ensayo exclusivo de Leamos.com

> Leer La comedia de los sexos en Leamos

“Ambos libros muestran una dificultad propia de la adultez”, dice Lutereau en diálogo con Infobae. “De hecho, ese es uno de los temas de La comedia de los sexos: no tanto la cuestión de género, sino más bien los modos de ser adulto en este siglo, donde encontramos una creciente infantilización. Una versión de esa infantilización es la adolescencia cada vez más extendida y prolongada, cuyo efecto es que ciertos valores y ciertos apuntalamientos vinculares como el respeto, la vergüenza, la dignidad hayan perdido valor”.

¿Cómo se da esa infantilización en la paternidad?

—Es la otra cara de la disolución de la adultez. A nivel de las figuras parentales, se da una cierta dificultad para ocupar el lugar de autoridad con los hijos, para cuidarlos y protegerlos. Y también, agregaría, para sostener una familia desde un punto de vista afectivo; no solo en relación a cuestiones económicas. Lo que funciona como un hilo común es la revisión de la noción de adultez: de madurez sexo afectiva en La comedia de los sexos y de madurez parental en Crianza para padres cansados. Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, sobre todo en el último tiempo, le hemos prestado atención a las cuestiones de pareja —ya sea que hablemos de pareja conyugal o de pareja parental— y no tanto a la familia como fuente de sufrimiento, al mismo vínculo familiar que puede despertar malestar. La continuación de estos dos libros debería ser por esa vía: por empezar a pensar el sufrimiento propio del vínculo familiar.

¿Cómo se concilia el amor y el deseo en la pareja y en la paternidad?

—El amor y el deseo son pasiones divergentes, aunque no necesariamente contrarias. El amor es una pasión de la presencia: requiere la presencia del otro y en que dos tiendan a ser uno. El deseo es una pasión de la ausencia y necesita la distancia. Se caracteriza por la terceridad; esto es, por el hecho de que, aun cuando dos personas se deseen recíprocamente, no se desean de la misma manera. Por lo tanto, siempre hay una diferencia en el deseo. El amor aspira a la unión, el deseo a la diferencia. Esto produce una tensión y un conflicto entre amor y deseo que se juega de manera diferente en la pareja y en la parentalidad. En la pareja es claro: cuanto más fusional sea la pareja, más va a tratar de restituir su afuera por vías artificiales. Conocidos son los famosos síntomas como la infidelidad o los celos. Al mismo tiempo, y creo que este es un aspecto sumamente importante, la pareja del siglo XXI tiene muchas dificultades de consolidación. El mayor desafío para unir amor y deseo es no caer en hábitos simbióticos que permitan que cada uno tenga su propio lugar dentro de la pareja.

El desafío de mantener amor y deseo en el seno de una familia debe ser mucho mayor.

—La dificultad que tenemos en la familia pasa por encontrar una autorregulación que permita estar juntos, pero en un espacio heterogéneo: que los padres estén conversando entre ellos y los hijos estén jugando entre sí. Hoy en día es frecuente escuchar que los padres no pueden conversar entre ellos porque los hijos están todo el tiempo encima, todo el tiempo les hablan, y eso hace que los padres se turnen —”Bueno, ahora quedate vos con ellos”— porque el espacio es vivido con cierta uniformidad. Y lo común no admite diferencia, no admite distancia. A veces, el costo de eso es la separación. Como los padres ya no pueden tener ningún tipo de intimidad, se separan para tener esa intimidad con otras parejas. En ese sentido, trabajamos con Trinidad el conflicto de amor y deseo que se juega en la pareja y la familia articulándolo con la figura de los “padres separados”. Ese es el modelo vincular de nuestra época: ya no son los padres de la década del 90 que se separaban para formar nuevas familias, sino que son padres que prefieren estar separados. Ciertos días están con los hijos, ciertos días con sus parejas.

"Crianza para padres cansados", de Luciano Lutereau y Trinidad Avaria

> Leer Crianza para padres cansados

En varios libros trabajás la paternidad, la infancia y la adolescencia, pero, para vincular a los dos ensayos, ¿cómo estamos preparando a nuestros hijos a vivir una vida adulta, romántica, sexual?

—Hace poco leí el comunicado de una fundación dedicada a la biodiversidad. Era una nota sobre las aves. Decía que las aves jóvenes no estaban pudiendo cantar como para producir su apareamiento porque las más grandes no les enseñaban canciones de amor. No sé cuánto tendrá de cierto, tampoco sé no pecaba demasiado de antropomorfismo, pero me pareció que podía ser leía en clave sintomática. Y me lleva a preguntarme si mi generación, quienes hoy tenemos entre 40 y 50 años, no estamos dejando a los más jóvenes sin canciones de amor. Hoy en día nos volvimos todos especialistas en vínculos: todos somos capaces de diagnosticar y clasificar vínculos. En la consulta psicológica es la gente habla de sus relaciones, de la gente con la que salió, y es cada vez más esporádico que haya alguien que pueda contar una historia de amor. Como si en el mundo del siglo XXI ya no hubiera historias de amor.

¿Por qué?

—Todos opinamos y decimos cómo deberían ser las relaciones. Todos somos terapeutas de vínculos. Pero todos tenemos muy poco para contar, muy pocas historias que nos hayan cambiado la vida. No creo que esto se deba a que los otros sean de una forma u otra —porque siempre en este tipo de diagnósticos se trata de cómo es el otro—, sino que nunca terminamos de pensar nuestra disponibilidad, lo que nos da miedo, lo que tememos perder, el terror a que el amor nos cambie la vida. Tenemos un montón de saberes y teorías, todos somos especialistas en sexología, y, sin embargo, vivimos insatisfechos, empobrecidos, ansiosos. Estos libros son una contribución para dejar el manual de lado, dejar de lado las seguridades y las certezas, todo lo que sabemos y acercarnos a qué es lo que vivimos sabiendo que vivimos conflictos. Lo que le da sentido a la vida no son los aciertos o los logros, sino las encrucijadas que nos permiten crecer, que nos permiten transformarnos en algo mejor a pesar de las circunstancias.

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