Carolina Sanin: “Escribo para intensificar la experiencia de estar viva”

La escritora colombiana, autora del reciente Tu cruz en el desierto, Somos luces abismales y Los niños, una de las voces destacadas de la narrativa latinoamericana actual, conversó con Santiago Llach en el marco del 4º Mundial de Escritura

Experiencia Leamos - Carolina Sanin

Una vez terminada la etapa de creación de textos, el Mundial de Escritura organizó una serie de charlas con el título “De los 3000 caracteres al libro: escribir, corregir, editar y publicar” para pensar los pasos que van desde el momento cero de la escritura a la corrección y publicación de un libro.

Como parte del ciclo, Santiago Llach conversó con la escritora Carolina Sanín, autora de Tu cruz en el desierto, recientemente publicado por Blatt&Ríos en Argentina. En el encuentro, la autora colombiana habló de su relación con la escritura, atravesada por la autoficción, la oralidad, las redes sociales, la poesía, y se detuvo en la pregunta por el sentido y la práctica de la escritura, ya como un espectáculo o como una excusa para explorar en profundidad aspectos de la vida, hasta el extremo de preguntarse ¿vivir para escribir o escribir para vivir?

Los siguientes son fragmentos de la entrevista que puede verse completa en el canal de Youtube del Mundial.

¿La literatura es amable, consuela?

—Yo no sé si consuela, pero hace que el tiempo pase de cierta forma y también que el tiempo no pase, retarda el tiempo: lo abre; entonces, cuando uno está escribiendo se puede dar cuenta de la relatividad del tiempo, que el tiempo sucesivo no es la única vida del tiempo que existe, y yo creo que todas las actividades que buscamos los humanos lo hacemos para eso, para darnos cuenta de la provisionalidad del mundo material, de nuestra propia mortalidad. O consolarnos pensando que la vida mortal no es la única que tenemos. En esa medida, escribir, como muchos otros trabajos, las otras artes por ejemplo, ayuda a ver cómo el tiempo pasa o cómo hay formas o ámbitos a través de las cuales el tiempo no existe. Escribir, en esa medida, te hace bien o es amable, pero por otra parte es aburridor y es duro y es solitario y es gris y es feo, feíto, es pobre... Creo que hablar o dar clases me gusta mucho más que escribir y sin embargo el hilo de mis actividades es la escritura, lo que hago todo el tiempo. Que es siempre un poco ajena o forzada. Siempre estoy escribiendo y a la vez se da siempre algo un poco ajeno, raro a mí. Que lo hago como pagando una deuda.

¿Se puede enseñar a escribir? Y del otro lado, ¿se puede aprender y mejorar en la propia escritura?

—Sí, es claro, yo creo que se puede mejorar en la propia escritura porque uno puede aguzar la atención. Escribir mejor o hacer cualquier cosa en la vida menos bien es un problema de atención. Y uno empieza a descubrir que la atención que se le puede poner a un objeto, a un solo objeto es infinita. Uno podría pasar el resto de la vida descubriendo propiedades, historias, asociaciones a partir de esa sola cosa y entonces hay una educación en la que otros pueden guiarnos, pero de la que también uno es responsable de uno mismo y depende de la consideración de los objetos. Es volverte más atento lo que te hace ser mejor escritor, también te vuelves más atento a las estructuras y enriqueces más el léxico y descubres más las transiciones entre un escenario y otro, pero sí: uno puede volverse más atento y más inteligente, y entonces, mejor escritor.

> Leer Los niños de Carolina Sanín en Leamos

¿Qué motiva tu escritura?

—En Tu cruz en el desierto la escritura la motivó lo insólito de una relación y los sentimientos que produjo ese intercambio, el delirio, me pareció lo suficientemente interesante o curioso para querer tomarlo como punto de partida para luego explorar el amor en general, las relaciones amorosas, la historia del romanticismo, los amores en Shakespeare, en pequeños ensayos. Y en general, ¿qué motiva la escritura? Estar vivo. Yo casi todo lo que hago lo hago para escribirlo. Simplemente, intensificar la experiencia de estar vivo y ser yo.

¿Vivís para escribir?

—Todo el tiempo y cada vez más. Cada vez estoy más disociada de una espontaneidad en la vida y me encuentro haciendo lo que me vaya a servir para escribir. Incluso cosas que me gusta hacer –ir al mar, nadar– las hago pensando qué voy a escribir, y estoy siempre tomando notas, mientras hago cualquier cosa, incluso notas mentales. Casi que me parece muy pálida cualquier experiencia que no esté viviendo con su escritura ya en mente. O gratuita e irreal. Al escribirla, la vuelvo más real.

(Adrián Escandar)

Tu cruz en el desierto transcurre en twitter, y piensa en la red. ¿Es twitter un espacio literario?

—Sí lo es... también es un espacio venenoso. Pero literario, lo es, lo fue en ese momento. El libro es una crónica de un amor a distancia, imposible, engañoso, delírico. Es la historia de una historia: un amor que empezó en twitter. Y los tuits que cito en el libro son del enamoramiento. Lo interesante es que allí quedó una huella de lo que se hizo en el momento que se hizo. Entonces el libro es una revisitación, un resumen también de ese momento, de esa pseudohistoria de amor que tuvo lugar en twitter. El libro es una literatura sobre otra literatura que estaba ahí: esas cartas de amor dedicadas al interés amoroso.

¿Estar en las redes te roba tiempo para escribir, o es parte del asunto?

—Ambas cosas. También es escribir, y también me roba el tiempo de la otra escritura. Yo entré solo hace tres años. Y por períodos escribo más o menos, ahora menos que antes. Creo que tiene unos efectos perniciosos en la conciencia de uno, en los ataques, pueden llegar a afectarte o darte miedo. O ansiedad. Pero también he pensado que la atención nuestra ya cambió y yo casi todo lo hago mientras hago otra cosa. Para mí es imposible oír un podcast una charla o una conferencia sin hacer otra cosa: tengo dividida la atención. La mente tiene otros hábitos. Pero trato ir al campo con mucha frecuencia para desconectarme y que no se me olvide que hay un mundo hecho de otros elementos, y no de palabras y palabras.

(Adrián Escandar)

¿Para qué sirve y qué implica “la cita”?

—La cita la veo como una hospitalidad. Mi libro va a acoger a los autores a quienes he leído. Soy un producto de lo que he leído. Todo lo que escriba está formado en lo que leí. Es un placer, porque dignifico mi libro incluyendo esos pasajes que admiro, si supe dónde ubicar la cita. Un lujo que algunos pueden darse y otros no, como todo lujo...

¿Cómo y cuándo se elige el título de un libro?

—En Tu cruz..., se trata de un verso de Nerval que me obsesiona, en las dos traducciones, un poema que ya había usado en un ensayo anterior de Sobre luces abismales. Paso de ese texto a este libro, con la cita completa. Me gusta poner esos títulos largos, que tienen sentido en sí mismos, hacen pensar, hacen preguntarse qué significa el título, más allá del libro.

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