Twin Peaks, la mítica serie televisiva creada por David Lynch y Mark Frost, marcó un punto de quiebre en la creación audiovisual y el terror de autor. A 30 años de su primera emisión y con la imprevista tercera temporada tantos años después, Esteban Castromán indagó sobre uno de los proyectos más originales de la televisión al tiempo que escribió una suerte de autobiografía atravesada por recuerdos, la memoria, los consumos culturales y el relato periodístico (en clave lyncheana).
En un nuevo encuentro de Experiencia Leamos, Castromán, escritor, editor y gestor cultural, conversó con María Belén Marinone acerca de Fuego alucina conmigo, un libro digital que se lee en forma exclusiva desde la plataforma Leamos.com
—¿Por qué elegiste escribir sobre Twin Peaks?
—Twin Peaks fue una especie de quiebre o bisagra en mi vida. La anécdota transcurre en Mar del Plata en el año 91″. Estaba con mis viejos y mi hermana en un monoambiente mirando la televisión, y mi hermana, buscando qué ver entre dos canales, eligió Twin Peaks. Se escuchaba una musiquita medio extraña y aparecían unas letras llamativas. Nos enganchamos y comenzamos a verla. La serie comenzaba con un asesinato de una chica en un pueblo de Estados Unidos. Ahí comenzaba la narrativa, en principio policial, acerca de quién había matado a ese personaje...Por momentos, mientras cenábamos con mi familia, captabamos pequeñas salpicaduras de humor que no estábamos acostumbrados a ver en series policiales. Notabamos, a la vez, que esta serie tenía una producción cinematográfica y un guión bien armado. Nos terminamos enganchando y vimos la primera temporada de la serie en las noches que quedaban de las vacaciones. En mi memoria, todavía recuerdo la sensación de extrañeza que me provocaba esa serie; había terror, humor negro, se volvía un verdadero delirio...
“Ese punto de fuga”, siguió Castromán, “esa explosión y esa capacidad que tiene la ficción para desbordar los límites y poner las propias reglas fue lo que más me impactó en ese momento. Y más aún al ver la tercera temporada que salió hace unos años, que redobló la apuesta y terminó siendo más bien una obra de arte que una serie. ¡Pensar que usa a los mismos personajes 25 años después del estreno! En un mismo lugar, con nuevos personajes y elementos, es decir, vuelve a romper la estructura que había pensado en un principio. Es casi una coherencia telepática de viaje en el tiempo. Es más, el eslogan es ‘Está ocurriendo de nuevo’, como si la sombra de la ficción lo afectara todo”.
—¿Cuánto de ese giro ficcional que contás influye en tu narración?
—Bastante. Cuando escribo, esa inspiración viene más del cine y de la música que de la literatura en sí. Es decir, toda la vida he leído, pero considero que a la hora de pensar una historia o detenerme a contar algo, me nutre más un cierto formato de la música o del cine en cuanto a lo procedimental. ¡Y también los videojuegos! Porque justamente, me gusta narrar de forma inmersiva, donde el lector puede sentir en su propio cuerpo lo que está pasando en el libro. Como si fuera la utopía de la escritura.
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