¿Es el mejor escritor de la Argentina en la actualidad? Hablar en literatura con unas categorías tan terminantes como “mejor” y “peor” puede resultar extraño. Pero sí se puede decir que César Aira es uno de los escritores más relevantes del país, uno que impone un estilo y marca la agenda, aún cuando escribe a contrapelo de la agenda —y esa es una de las grandes características con la que se puede pensar el proyecto de vanguardia de su obra—.
Candidato a ganar el Nobel de literatura, la semana pasada recibió el premio Formentor, que antes habían ganado Borges y Piglia. Con sus novelas —o “novelitas”, como le gusta decir—, actúa como una especie de contrapeso justamente de Borges: mientras uno escribía desde la brevedad y la mesura impasible, el otro quiebra la producción con tres o cuatro libros por año. Lo llamativo es que esos tres o cuatro libros por año son muy buenos. Son excelentes.
Hacer una lista de títulos de Aira se vuelve un trabajo incómodo: con más de cien libros publicados, toda lista inevitablemente quedará corta. Hecha la salvedad, aquí algunos de sus títulos más conocidos: Ema la cautiva, La prueba, Un episodio en la vida del pintor viajero, Canto castrato, Art fórum, Evasión, Margarita (un recuerdo), Cecil Taylor, Lugones, Cómo me hice monja, Cómo me reí. Un solo libro no sirve para comprender a Aira; para eso hace falta leer varios. Quizá muchos.
Para hablar de Aira y su obra, de cómo es interpretado por los lectores, la Academia y el mercado, tres importantes editores como Damián Ríos, Carolina Rolle y Damián Tabarovsky participaron en Experiencia Leamos, el ciclo que la plataforma Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores. El encuentro estuvo moderado por Patricio Zunini y estos son algunos pasajes de la charla.
Damián Ríos: A fuerza de escribir y de su talento, Aira se ha ido ganando un espacio en la literatura argentina y en otros países donde se lo ha publicado. Lo que más me sedujo de él fue la capacidad de invención, la claridad expositiva y la capacidad narrativa que tienen sus novelas. Y, como se ve en el ensayo Copi, su gran capacidad de lector. Aira es lector de toda la tradición occidental y tiene un gran libro dedicado a la tradición latinoamericana, que es el Diccionario de Autores Latinoamericanos. Tiene una prosa muy linda, muy clara. A pesar de que muchas veces sus argumentos son un poco barrocos, intenta ser claro con las imágenes. De sus novelas me queda siempre algo: el argumento, cuando son muy fuertes, o imágenes poderosas que están muy bien elaboradas o algún giro de los personajes. Eso hace que sus libros sean memorables.
Carolina Rollé: Más allá de ciertas polémicas y controversias, como aquella en torno a Borges y Cortázar, es muy rico cómo Aira logra subvertir y repensar el canon. A partir de esta cuestión de hacer “literatura mala” y escribir en un continuo —que es una estrategia que toman y resignifican otros escritores, como Cucurto—, potencia la invención. Es interesante que abre un nuevo lugar para lo que es la literatura argentina contemporánea. Por eso Aira es una gran bisagra en la literatura contemporánea.
Damián Tabarovksy: La literatura de Aira, que aparece como veloz o divertida, al mismo tiempo es profundamente intelectual. Sería impensable esa literatura sin el background que él transforma un poco como una multiprocesadora. En los 90 y 2000, yo tenía una discusión con cierto airismo que había empezado a florecer en algunos escritores que hacían el resultado sin el proceso. Como si la escritura de Aira fuera fácil, sencilla, divertida, delirante, una serie de adjetivos que no lo honran. Aira siempre valoró una reseña de Gramuglio sobre Ema la cautiva en la que decía que se daba cuenta que hay algo completamente nuevo, pero que no lo lograba entender. Que un crítico se ponga en esa situación con una novela inaugural, registra que hay una reinvención. La tradición vinculaba a la pampa con la barbarie o, en una lectura más nacional y popular, con el gaucho. Aira dice que la pampa es una especie de Las mil y una noches. Para dar vuelta la tradición implica un conocimiento muy fino de la tradición. Y siempre vi el proyecto de Aira como un proyecto extremadamente coherente. Es un proyecto vanguardista como el de un artista conceptual: cada novela se puede leer autónomamente, pero, en realidad, es un capítulo de una obra global. Y eso implica el desafío de pensar cómo se evalúa un libro.
Carolina Rollé: Durante los años 90 y principios del 2000, Aira fue muy publicado en la editorial Beatriz Viterbo, dirigida por Sandra Contreras y Adriana Astuti. Sandra arma, incluso, un discurso teórico en torno a la obra de Aira con Las vueltas de César Aira, y Viterbo también publica Degeneraciones textuales, de Mariano García. Son dos volúmenes enormes en relación a la obra. Eso marca la agenda de la Academia en Rosario. Aira, además de ser un escritor visitado de la crítica, era un escritor que nos visitaba. Venía a los congresos a leer textos y ensayos que muchas veces eran un work in progress, que después se publicaban en otras editoriales o en Viterbo mismo. Y después nuestro grupo de académicos aparecía muchas veces en sus ficciones. Aira marcó la agenda de lo que era el discurso crítico en la ciudad de Rosario y, particularmente, en la universidad.
Damián Tabarovsky: Aira es un gran lector de Borges. No sólo está muy presente en su literatura, sino que también escribió un ensayo hace muchos años, con una lectura muy crítica. Lo que dice es que Borges nunca lee de manera desinteresada: todo lo que lee desemboca en su obra y, como no le interesa prácticamente nada del siglo XX, no le interesa ni el marxismo ni el psicoanálisis, no le interesa su época. Es como si Borges no hubiera transitado la contemporaneidad.
Damián Ríos: Todos los escritores argentinos posteriores a Borges inevitablemente lo tienen en la cabeza. Aira lee la tradición clásica, las vanguardias del siglo XX; es un gran lector de Proust. Tiene una relación muy fuerte con las artes plásticas, y es un gran lector tanto de ensayos como de novelas, cuentos, poesías. En su obra no solo está Borges. También Bioy y Silvina están presentes, de algún modo. Si pienso en autores más universales: Simenón, los grandes escritores realistas del siglo XIX, Raymond Roussel. La obra de Aira procesa un montón de lecturas y otras artes, como las artes plásticas y el cómic. Lo que pienso también es que hay un escritor muy importante, que es Pablo Katchadjian, y yo no lo puedo pensar sin Aira. No digo que haya una influencia directa ni mucho menos que copie a César, pero sin la obra de Aira no existiría la de Katchadjian.
Damián Tabarovsky: Me pone muy contento el reconocimiento que tiene Aira en el extranjero y es totalmente merecido y es cierto. Pero si hago la lista de mis escritores favoritos, salvo Puig y Aira, que están mucho y muy bien traducidos, hay algunos que no fueron traducidos, como Libertella, otros fueron poco traducidos y mal, como Fogwill, Copi escribe en francés casi toda su obra, Lamborghini empezó a ser mínimamente traducido en lugares académicos. Por qué voy a poner como lugar de legitimidad la traducción, si los autores que más me gustan no han sido traducidos. Y a la inversa, hoy cualquier papanatas argentino puede ser traducido a ocho idiomas. Eso no quita que me encanta que Aira tenga ese reconocimiento. Me parece muy justo y bien. Pero yo no le doy importancia. El premio Formentor lo ganó Borges en el 61 con Beckett, pero hace dos años lo ganó Manguel. No parece ser precisamente prestigioso.
Damián Ríos: No sé qué significa un premio. En todo caso nos pone contentos a los editores porque se visibiliza la obra. A él, no le agrega mucho. Es verdad lo que dice Damián, que es un escritor muy traducido: al inglés, al chino, al alemán, al francés, tiene ediciones muy bellas y muy cuidadas en Brasil y en Italia. En términos de mercado, supo tener un buen agente que supo “venderlo” bien. Una suerte que no tuvieron Libertella y Fogwill. Pero, por ejemplo, tampoco Silvina Ocampo fue traducida. Ahora se traduce a los escritores más jóvenes y es algo que celebro.
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