Ganador del Premio Décimo Aniversario de Revista Ñ (2013) y uno de los dueños de la librería Maldita Suerte, Luis Mey escribió más de cuarenta novelas, entre las que destacan la Trilogía Desgarrada, La pregunta de mi madre y Diario de un librero. Además, dicta talleres literarios individuales y grupales.
En un nuevo encuentro de Experiencia Leamos, el autor conversó con María Belén Marinone sobre su libro Los acompañamientos, que es contenido exclusivo de Leamos.com, y reflexionó sobre qué es lo siniestro y cómo se construye una historia de terror con elementos cotidianos.
--¿De chico eras siniestro?
--Sí. Perseguía a nivel negativo y positivo lo siniestro y a la vez lo disfrutaba: iba hacia lo siniestro. Es decir, no solamente entraba a cementerios, sino que también me detenía en la palabra más cruda del otro, me interesaba absorber aquello inolvidable que pudiera decir la otra persona, como si la palabra se transformara en fantasma... Por eso estaba siempre muy atento a los sentidos, a escuchar, a mirar. Pero sobre todo a la palabra. Veía el momento en que a las personas se le instalaba el fantasma de lo dicho, que ya no se retira, que ya no se borra con un perdón… Eso que parece un momento traumático para la otra persona era para mí un fantasma futuro. Lo siniestro me fue persiguiendo hasta que llegó la escritura, y hoy lo pongo en una hoja, como si fuese algo que no tiene que tener nombre.
--En los dos cuentos que conforman Los acompañamientos los personajes no tienen nombre. ¿Por qué?
--Porque lo innombrable es tan terrible en lo humano como en lo inhumano. Que los personajes sean humanos no significa que tengan la “calidad de nombre” como el derecho diría, ¿no? Porque ante todo una de las cosas fundamentales del humano es tener un nombre... Además, me parece un tipo de recurso que queda bien hermanado con las cuestiones fantásticas que se reciclan en este tipo de cuentos. Por eso también lo apliqué en “Macumbas”; los personajes van perdiendo la figura del nombre en cierta parte de la novela. Ambas son de terror, y justamente, una de las figuras del terror es el olvido.
--¿Cuánto hay de realidad y de ficción en Los acompañamientos”?
--Nunca creí en la noción de “realidad”. ¿Cuánto hay de interpretación mía en los cuentos? Mucho, todo. Pero al final del día no hay manera de no ejecutar una ficción. Porque cuando uno escribe narra la representación de las relaciones de existencia. Entonces esta es mi representación: para mí es verdad. Pero el escritor, de todos modos, no tiene que perseguir nunca la verdad; apenas la verosimilitud. Entonces, yo te puedo estar diciendo que “Los acompañamientos” tiene mucho de verdad, pero de seguro te estaría mintiendo. Es casi intrascendente mi respuesta al respecto porque tu imaginación es más válida que mi respuesta. Mi respuesta es imposible de confirmar.
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