“Han pasado casi 50 años y nuestra historia sigue despertando interés. Muchas veces me pregunto por qué, y creo firmemente que se debe a que es una historia extraordinaria protagonizada por gente común. No es un mérito mío, ni de uruguayos, ni de rugbistas, es un mérito del ser humano”. Carlos Páez Vilaró, Carlitos, es técnico agropecuario, publicista, periodista y escritor, ex jugador de rugby, pero fundamentalmente, sobreviviente de la “tragedia de los Andes”.
Hijo del mítico pintor Páez Vilaró, Carlitos da charlas motivacionales por todo el mundo, a partir de aquella experiencia extrema que vivió a los 18 años y cambió su vida para siempre. Hoy, a los 67, padre y abuelo, confiesa que superó “dos cordilleras” y que ahora debe atravesar una tercera: la primera fue los Andes, la segunda una adicción a las drogas y el alcohol; y recientemente un tumor que le diagnosticaron y por el cual se halla en tratamiento. Es autor de Después del día diez y Desde la cordillera del alma.
Invitado al ciclo Experiencia Leamos, que la plataforma Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores, Páez Vilaró conversó con Magda Tagtachian sobre su vida y los desafíos que fue superando.
--¿Cómo fue cuando en la cordillera decidieron ser protagonistas, líderes de su propia historia? ¿Qué los motivaba a volver?
--Todos teníamos objetivos distintos. Yo no peleaba por mi vida para tener películas, Hollywood, libros y documentales, yo peleaba por cosas muy simples, como volver a casa y ver a mi familia. En esos momentos se resignifican las pequeñas cosas que dan sentido a la vida. Y en el momento en que decidimos ser timoneles de nuestro propio destino, fue cuando nos dimos cuenta que el mundo entero --porque así lo vivíamos-- nos había abandonado. Salimos a pelear la historia. Como siempre digo, no fueron los helicópteros los que nos encontraron; nosotros los encontramos a ellos. Los fuimos a buscar, que es un poco de lo que se trata la vida, de salir a buscar los helicópteros.
--Algo muy lindo que contás en tus libros es que se transformaron en líderes porque cada uno asumió un rol…
--Sí, y fuimos muy respetuosos de los roles de cada uno. Algunos trabajaron como médicos, otros como inventores, otros como ingenieros… ¡Yo como tapiador del avión! Y en la medida que trabajás, también liderás. Esa es otra de las cosas que aprendí: cuando ves un tipo que está liderando, es porque también es un trabajador. Y el chico de dieciocho años que yo era, malcriado, consentido, de niñera y que no servía para nada, de pronto se transformó. Porque mi palabra, al principio, no pesaba. Comenzó a tener peso cuando empecé a encontrar recursos que yo tenía como persona. Cuando me tocó sacar la nieve del avión luego de la avalancha, con ocho muertos dentro...Y en la medida en que empecé a trabajar, mi palabra comenzó a tener un sentido real y concreto. Empecé, de alguna manera, a evolucionar. Siempre digo que para mi fue una experiencia muy importante en lo personal. Vengo de ser hijo de un padre famoso, que con tal de hacer su vida nos malcrió muchísimo, por lo que no sabía que tenía recursos propios. Siempre todo lo resolvía él, y ahí, en la Cordillera, lo tuve que resolver yo. Es por eso que, si hoy me preguntás si volvería a subir a ese avión, me subiría independientemente de los que murieron, porque para mi fue un aprendizaje de vida.
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