La mamá de Luana, la primera niña trans del mundo en conseguir el DNI, habló con Carolina Balbiani en Experiencia Leamos de su lucha y la importancia del reconocimiento de la identidad de género autopercibida. Con el libro sobre la historia de su hija: Yo nena, yo princesa. Luana la niña que eligió su propio nombre, Gabriela Mansilla marcó un antes y un después en la historia de la lucha por la identidad de género: logró que, por primera vez en el mundo, un estado reconociera la identidad de género autopercibida de una menor.
Cuando Luana era pequeña, la ley de identidad de género no existía. Gabriela no conocía la transexualidad, tenía prejuicios, y mucho desconocimiento: “Todos fuimos educados dentro de un sistema binario, que no deja ver a nadie por fuera de lo impuesto”, dijo. Mientras la criaba, Mansilla imponía en ella una niñez estereotipada en base a su sexo masculino. Más tarde se encontraría con que, mientras la infancia con un género como mandato, como norma social y cultural, puede ser transitada dentro de todo de una manera cómoda, hay infancias que vienen a desobedecer, como en el caso de Luana, donde la disconformidad es tan grande que apenas a los dos años ya decía: “Yo nena yo princesa”.
Para Mansilla, lo más difícil de una niñez trans es empezar a manifestarse dentro de su propio hogar: “Hay que pensar cómo una niñez puede plantearle a los adultos que están siendo responsables de su crianza: ‘No soy lo que vos estás esperando de mí’”. Pensar, dijo, cuántas expectativas se depositan en los niños, y desde qué lugar, ya que existe cierta asimetría de poder al decirle a un niño qué es lo que debe hacer sin nunca escucharlo.
Aún hoy, dice, el mundo y la sociedad no está preparada para infancias como las de Luana: “No todas las familias están listas para salir de la zona de confort y ponerse a batallar”. En su caso, fue la vida de su pequeña la que la pasó por encima: “Asumí la responsabilidad de que la vida de Luana dependia en si yo podía o no asumir y hacerme cargo de lo me estaba diciendo”. Y fue mediante el amor, dijo, que realmente pudo conectar con sus deseos y expectativas. Repensarse y pensar al otro por fuera de un sistema binario, escuchar y respetar, serían las claves para que las infancias sean más libres.
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