Hay una situación paradójica —o, para decirlo mejor, injusta— con Palo Pandolfo: no suele aparecer en los documentales sobre el rock en Argentina y, sin embargo, su música forma parte esencial de la banda de sonido de los últimos treinta años del país. Con Don Cornelio y la Zona y después con Los Visitantes y La Hermandad impulsó un tipo de rock que no se ajusta a ninguna frontera de géneros. Es autor de “Ella vendrá”, “Tazas de té chino”, “Playas oscuras”, “Estaré”: la omisión de estas canciones en la serie de Netflix Rompan todo es, antes que un recorte narrativo, un error imperdonable.
Palo Pandolfo estuvo invitado en el ciclo Experiencia Leamos y su participación fue antológica: inquieto, verborrágico, expansivo como si estuviera en el escenario, más interesado en preguntar que en responder, regaló a la audiencia de la plataforma Leamos.com una hora intensa en donde habló de música, pero también de lo cómo atraviesa la incertidumbre del presente y cuáles son los interrogantes que se hace como artista.
La entrevista estuvo a cargo de Patricio Zunini y puede verse completa en el sitio de Experiencia Leamos. Estas son algunas de sus reflexiones:
“Todos analizamos todo, todo el tiempo. No hace falta que leas libros para analizar. Analizamos por instinto. Hay niveles muy sutiles de análisis como la piel, la intuición, los sentidos, los sinsentidos, incluso la sombra, el inconsciente. Esto es lo que yo debato con la sociedad desde el principio de los tiempos, cuando empecé a hacer canciones. En la oscuridad interior y en el silencio hay otras verdades. Vivimos con demasiadas voces instaladas y la cultura muchas veces nos condiciona. El lenguaje te condiciona”.
“Hay dos facetas de les músiques. Una es la interpretación y otra es la grabación. Antes está la composición, sí, que es otro viaje. Pero el tema de la grabación y de la interpretación te hace manejar parámetros muy diferentes. Es muy diferente un músico a un escritor o un pintor. Nosotros estamos obligados a hacer obra viva. Tengo que colgarme en el escenario, como si colgara un cuadro, e interpretar la puta obra. En el vivo tenés un montón de trucos, pero en el estudio tenés que hacer algo más porque la emoción tiene que llegar”.
“La música busca trascendencia. Con una simple melodía te conmuevo; no necesito nada más. La música es la demostración de que existe la belleza”.
“Sueño con llegar a viejo y tener tiempo para escribir una novela. Un disco no es una novela, en todo caso es un comic book. Las canciones son como viñetas. Son historietas, pastillas. Si querés, poesía, con toda la locura de Tanguito, Spinetta y Miguel Abuelo: ellos eran un poco poetas”.
“En un momento nos cansamos de estar sentados. Cuando aparecieron Virus, los Twist, Soda Stereo, Sumo y un poquito de los Redonditos: ¡era bailables! Sumo era directamente un trance total. Estábamos presos, hipnotizados. En la época anterior a Virus estaba lo progresivo. Era genial, pero no necesariamente bailable. Incluso era antibailable. Era muy claro que Soda y Virus eran bolicheros, y eso era lo que nos gustaba. Tres años antes queríamos a King Krimson y Color humano. Yo hago un link entre aquella música y el trap. El rock nacional post 90, que es el del aguante, está dando paso al trap. De alguna manera el trap es música bailable. El rock no pierde la masividad, pero hay una posibilidad; el tiempo va a definir si el trap será el principio de algo o no”.
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