La primera novela de Franz Kafka: la actualidad apabullante de un clásico que se salvó de las llamas

La escritora y académica Mariana Dimópulos participó en el ciclo Experiencia Leamos y habló de la nueva y esperada traducción de “El desaparecido”, que salió por Eterna Cadencia. El volumen está incluido en la plataforma Leamos.com

Mariana Dimópulos sobre Kafka - Leamos

Qué placer —¡realmente: qué placer!— escuchar a Mariana Dimópulos hablando Kafka en el ciclo Experiencia Leamos. Escritora y académica, Dimópulos es autora de Cada despedida y Quemar el cielo, entre otros títulos, y tiene una erudición generosa que desborda e ilumina cada respuesta. Entre su labor, también se puede mencionar su tarea como traductora de Walter Benjamin y Theodor Adorno, trabajos con los que recibió los elogios de Beatriz Sarlo, por ejemplo.

Hace unas semanas, la editorial Eterna Cadencia publicó una nueva edición de El desaparecido, la primera novela de Franz Kafka —que durante muchísimo tiempo estuvo mal llamada América—, con traducción de Ariel Magnus. El volumen se abre con un profundo análisis a modo de prólogo de Mariana Dimópulos. Las ediciones de Eterna Cadencia son siempre cuidadas y no es azarosa la elección de quienes realizan la traducción y los estudios críticos: baste El desaparecido, que está incluido en el catálogo de la plataforma Leamos.com, como prueba y confirmación.

Fue con la presencia de este nuevo libro, que Experiencia Leamos, el ciclo que Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores, invitó a Mariana Dimópulos a hablar de la actualidad de este escritor eterno. El encuentro, moderado por Patricio Zunini, puede verse completo —y es realmente imperdible—desde la web de Experiencia Leamos.

Publicamos aquí algunos pasajes.

Franz Kafka, uno de los autores emblemáticos de la literatura universal

“La pregunta alrededor de Kafka”, comenzó Dimópulos, “es la pregunta por su actualidad. La actualidad apabullante de Kafka. Releyendo El desaparecido me pasó de enfrentarme con esta evidencia. Es una novela relativamente poco conocida en relación con el relato La metamorfosis, o las novelas El proceso y El castillo —que debo decir que me parece magnífica—. Volví a leer El desaparecido y me encontré con un libro extremadamente interesante, donde todo lo que va a hacer Kafka está, en cierto modo, en estado naciente. Todo esto me llevó a proponer el proyecto”.

¿Por qué Max Brod le pone América?

—Max Brod decía que Kafka hablaba de “mi novela americana”. Hay que hacer esta salvedad: en alemán, “Amerika” es tanto el continente como los Estados Unidos. Es una palabra ambigua. Y, como Kafka decía todo el tiempo “mi novela americana”, Brod le pone América. Pero luego, cuando se editaron otros papeles y cartas, se encuentra que Kafka escribe: “Estoy escribiendo una novela que se llama El desaparecido”. Brod no había accedido a esos documentos, por eso coexisten esos dos títulos.

¿Por qué Kafka es un autor de lo inconcluso?

—Primero porque hay un dato concreto e innegable, y es que no terminó ninguna de sus tres novelas. De alguna manera, una vez que se plantean esos escenarios tan apabullantes se agotan en la propia idea de la radicalidad. Su propia lógica los hace no concluibles. Es el propio material que Kafka se plantea en términos narrativos y, si se quiere, según mi visión, filosóficos, lo que no le permite terminar con sus relatos.

Lo inconcluso en Kafka se suele comparar con Bouvard y Pecúchet.

—Está buena la comparación, no la conocía. Benjamin dice que el final de la novela es lo que da sentido a todo lo que hemos leído hasta ese momento. Se puede hacer esa interpretación de la novela y se puede hacer una interpretación de otras novelas, que son tan radicales en su modo de pensar un problema nuevo, que no llegan a expresarse en los términos clásicos de la novela burguesa. Es increíble cómo, en el caso de Kafka, no importa que no termine las novelas. Eso demuestra que no tenían por qué terminar: que él tenía razón.

El desaparecido, de Franz Kafka (Eterna Cadencia)

La imagen de Kafka que nos llega es la del artista que modela la literatura del siglo XX, pero en el prólogo le das lugar a esa otra figura nunca trabajada del todo, que es la de Kafka como un artista en ciernes.

—Tengo que decir que una vez que estuvo la convicción de hacer esta nueva edición de El desaparecido, me topé con una biografía que sólo puedo recomendar calurosísimamente, que es la de Rainer Stach y está traducida por Acantilados. Es monumental. Ese fue el puntapié, fue comprender que valía la pena recomponer genéticamente cómo Kafka llega a la escritura de El desaparecido y cómo eso nos permite articular qué hizo Kafka con toda esa interioridad. Lo que conocemos del Kafka es esta cosa del escritor que no puede escribir, del sujeto que tiene que ir a trabajar y se quiere morir porque lo único que quiere hacer es escribir libros. Kafka es el sujeto sufriente en muchos sentidos y eso se volvió un lugar común. Lo interesante de esta biografía es que muestra a un Kafka con costumbres mucho más dominantes con respecto a su madre y sus hermanas, que no se ven reflejadas en este “yo” que talló en sus propios diarios, que es el yo del sufrimiento y de la incomprensión. Pero hay que leer los diarios de Kafka, porque encarnan el drama de la escritura. Uno como escritor queda completamente atravesado por la verdad de esa experiencia: quiero escribir y no puedo, escribo y no me gusta, qué va a ser de mi existencia como escritor, qué vale la pena escribir y leer, para qué estoy haciendo esto, quiero hacerlo todos los días.

Max Brod no cumplió con el pedido expreso de Kafka de quemar los originales. Entonces, Brod: ¿héroe o villano?

—Héroe. Hay que hacer una reivindicación de Max Brod. Kafka no hubiera sido quien fue sin él. Max Brod desde muy muy temprano supo que Kafka era realmente un genio de la lengua y de la escritura. Fue quien le consiguió las publicaciones; prácticamente todos los contactos los hizo gracias a Max Brod. Cuando viajó a leer a Múnich y dejó a todo le mundo pasmado, porque leyó “En la colonia penitenciaria”, a quien habían invitado era a Max Brod, pero dijo que no podía ir y le propuso que fuera Kafka. Todo lo que hizo: desde que le presentó a Felice hasta que no quemó los manuscritos. Después Max Brod se pudo la camiseta de una convicción, que para él era bastante intocable, que era la del sionismo y, de alguna manera, quiso imponer, de acuerdo a los otros lectores, una visión de la obra de Kafka y se lo echaron en cara. Pero no solo lo hizo por Kafka, sino que lo hizo también por otros autores y músicos de Praga. Él hacía eso, con lo cual doble o triple mérito para Max Brod.

Ver la entrevista completa.

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