En el cierre del ciclo 2020 de charlas organizadas por Experiencia Leamos, Alejandra Kohan, autora de Psicoanálisis, por una erótica contra natura (contenido exclusivo de Leamos.com) y del reciente Y sin embargo el amor (Editorial Paidós), y Martín Kohan (Confesión, Ojos brujos, Ciencias morales, etc.), mantuvieron una charla sobre las “narrativas del amor”.
Entre el psicoanálisis y la literatura, se hilvanaron distintas formas del discurso amoroso: cómo hablamos, cómo lo contamos, cómo lo inventamos; el lugar del amor y las pasiones en la cultura; libertad, fantasía y represión.
Los siguientes son fragmentos de la charla que puede revivirse completa en el sitio Experiencia.Leamos.com.
¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
Martín Kohan: No hablamos siempre de lo mismo, supongo. Es una de esas nociones que amerita tratar de discernir qué ponemos en esa palabra, muy proclives al error de los sobreentendidos. Muy a menudo se adosan adjetivos al amor: amor libre, amor romántico, amor tóxico, diferentes maneras de circunscribir el amor. En lo personal, yo me remito al imaginario, que en algún momento detecté en la cultura de masas: reconocer hasta qué punto mi educación sentimental ha estado marcada por cierta retórica, cierto modo de enunciar el amor, fabular el amor, narrar al amor que tiene que ver con ese imaginario de la plenitud, del absoluto, del desborde, de la intensidad de las pasiones. Es eso lo que entiendo que me pasa cuando digo que estoy enamorado.
Alexandra Kohan: Destaco la idea de que del amor solo se puede hablar, solo hay “decires” acerca del amor... Siguiendo un aforismo de [Francois] La Rochefoucauld, hay una relación entre los “decires” del amor y “habitar” el amor. Entre hablar y hacer el amor no hay disyunción. El decir tiene una dimensión de acto, que se evidencia en el cuerpo. Por otro lado, no podría decir qué es, aunque sí lo que no es, y ahí acuerdo con Martín: no es nada que pueda ser adjetivable: en el momento en que empezamos a adjetivar al amor, empezamos a agobiarlo, circunscribirlo, aplanarlo; cuando queremos domesticar las pasiones, intentar de detener aquello que no para de proliferar... No se puede clasificar el amor, y cuando se lo intenta asir, se nos va.
¿El amor es entonces lo salvaje? ¿Podemos controlar el amor? ¿Somos objetos del amor?
Martín Kohan: No necesariamente todo lo que se escapa del control sería lo salvaje. Salvo que tengamos una mirada elogiosa de lo salvaje. Lo otro del control se nos va a escurrir siempre. Pero no podemos renunciar a tratar de entender, ni el amor ni lo que nos pasa. ¿Qué nos pasa, porqué nos ponemos así cuando nos enamoramos o desenamoramos? Al mismo tiempo, sabemos, no podemos tratar de entender todo. Tampoco asociaría el amor a lo salvaje, porque si habitamos el amor todos los días no podemos vivir en estado de salvajismo cotidiano.
Alexandra Kohan: Romper esa polaridad entre control-salvaje. Descontrolar en el sentido de deshacer el control.
Martín Kohan: El amor, si no se te va un poco de las manos, ¿qué clase de amor es?
Alexandra Kohan: Aun adentro de la cultura, las narrativas del amor son inevitables; tratan de domesticar las pasiones. ¿Cómo resistir a ese intento de domesticación que viene por todos lados y en todas las épocas? El amor es efectivamente cultural.
¿Se puede reconocer cómo han ido cambiando esas narrativas?
Alexandra Kohan: En mi adolescencia, en plena efervescencia del retorno de la democracia, la sexualidad era mucho más libre que ahora. Noto ahora unos discursos mucho más represivos de los modos de habitar la sexualidad. En los más jóvenes, hay una cantidad de prescripciones que en mi época venían de las instituciones, de la familia, de la escuela, ¡y ahora vienen de los pares! Hay discursos represivos y conservadores.
Martín Kohan: A lo largo de la historia va cambiando la narración del amor. Esas narraciones que nos constituyen como sujetos. La narración es también la experiencia. Hay algo del orden del amor sentimental: atravesamos una época con cierto descrédito del amor sentimental, antes más asociado al varón, cuya sentimentalidad le estaba vedada, hoy se está extendiendo... en descrédito de la sentimentalidad.
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