El ciclo Leamos clásicos, organizado por Experiencia Leamos, convoca a escritores, poetas, críticos que nos brindan las claves para leer esos libros y autores que ya han cumplido con creces la marca de su época para seguir iluminando el presente con nuevas lecturas e interpretaciones, y su potencia literaria intacta. En este nuevo encuentro, recibimos a la escritora y traductora Esther Cross, quien nos habló del Frankenstein, de Mary Shelley, autora a la que ella misma le dedicó una novela, como una justa y bella dedicatoria: La mujer que escribió Frankenstein (Paidós, 2013). Los siguiente son fragmentos de la conversación de Cross con Patricio Zunini, que puede verse completa en el sitio Experiencia.Leamos.com.
–¿Por qué Mary Shelley te atrajo como para escribir una historia sobre ella?
–Yo estaba releyendo Frankenstein, y me encontré con una biografía abreviada, muy bien escrita. Me llamó la atención que la novela se había devorado a la biografía de la escritora, lo que no está mal, sobre todo para alguien que por muchas razones prefería ocultar su vida detrás de su obra. El segundo dato, romántico, cruce de vida y obra, fue el hecho de que guardara con ella el corazón de su marido, muerto en un naufragio, hasta el final de su vida, y con el que sería enterrada al morir ella. Sin dudas fue una mujer de avanzada, una militante de muchas causas de su época, entre ellas, los movimientos de la mujer.
–¿Cómo fue la anécdota de creación de la novela?
–Todo comienza cuando Lord Byron propone hacer una competencia para escribir una historia que les “hiele” la sangre al grupo [los Shelley, Byron, y el doctor John Polidori]. De esa apuesta surgirán algunos cuentos –los primeros relatos de vampiros, tal como los conocemos hoy–, algunos poemas, y Mary Shelley, pese a ser la más joven e inexperta, y sentir la sombra de los hombres del grupo, quiere escribir un cuento o una novela: lo que ella quiere escribir es una historia que hable de los miedos ocultos que tenemos todos. Insiste y fracasa varios días, hasta que finalmente le llega la idea.
–¿Cómo se hace para hablar algo de carácter mítico, que tenga veracidad, sin que sea un mero “artefacto literario”?
–Lo mejor es escucharla a ella. Cuando ella publicó Frankenstein, de inmediato, se convirtió en un libro revolucionario: muy venerado y muy castigado. En la tercera edición, los editores le piden que escriba un prólogo para responder a la pregunta que le hacen todos: “cómo a una joven muchacha se le pudo ocurrir una idea tan espantosa”. La respuesta es una lección de literatura, un prólogo escrito como un cuento, donde desmitifica esta idea de “lo horrible”. Cuando explica cómo se le ocurrió la idea está prácticamente hablando de cómo a Frankenstein se le ocurrió el monstruo. Ella dice que no se puede crear desde la nada, hay que tener materiales. Lo que ella busca son materiales: fragmentos de conversaciones de otras. Es alguien que, además de escribir, sabe escuchar, el pulso de lo que se habla en la calle, saber escuchar es lo que vuelve a Shelley una escritora magistral.
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