Cómo narrar a Maradona. Cómo contar la vida de una persona que ha sido narrada hasta el hartazgo. Cómo pensar el tiempo de una persona que influyó en tantos tiempos y personas. Cómo mirar a una figura tan convocante, tan mundialmente convocante. Nada en Maradona parece ser excesivo. Su figura descomunal pide la hipérbole. El 25 de noviembre se abrió una nueva etapa: la de una vida sin el último gran héroe popular.
En un encuentro de Experiencia Leamos —el ciclo que la plataforma Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores— un seleccionado de periodistas y escritores muy reconocidos y prestigiosos le pusieron voz y cabeza a las ideas que están ligadas al corazón. Fue un encuentro cargado de emoción en el que participaron Julieta Roffo, Matías Bauso, Andrés Burgo, Diego Geddes, Juan Pablo Martinelli y Luciano Olivera. Cada uno de ellos tiene una vastísima carrera en los medios y un vínculo intenso con el deporte.
Que todos ellos hayan querido estar en la charla —y que para eso hayan tenido que reagendar compromisos personales— y que ninguno sea de Boca —el único xeneize era el moderador— habla también de cómo Diego Armando Maradona intervino en el fútbol y la cultura.
Fue un encuentro cargado de emoción y de ideas. El encuentro puede verse completo en el sitio de Experiencia Leamos. Publicamos aquí algunos fragmentos.
Andrés Burgo: Hay una parte de la Argentina que no suelo ver o que solo veo en la cancha —y cada vez menos, porque el fútbol se está convirtiendo en un espectáculo ABC1; en particular River y Boca—, y sí vi en la Plaza de Mayo. Ahí estaban todos los Fioritos. Ahí te dabas cuenta por qué Maradona es uno solo en el mundo. Es una frase que puede sonar exagerada, pero quién provoca lo mismo que Maradona. Hasta la liga de cricket de Bangladesh hizo un minuto de silencio. Hagamos el ejercicio: es posible que me esté olvidando de alguien, pero quién supera esto. ¿Hay algún artista, algún cantante, escritor, músico, político que llegue a todos esos Fioritos? Lady Di llenó multitudes, pero, por más que digan que era la princesa de los pobres, eran multitudes de la parte media y la parte alta de la sociedad. Maradona es el rey de los excluidos. Y es el rey de todos.
Diego Geddes: Llegó ese día que pensamos mil veces y que igual nos descolocó. Como en cualquier duelo, vamos a empezar a borrar las últimas imágenes —vamos a borrar esa imagen horrible del último partido en la cancha de Gimnasia el día de su cumpleaños— y van a quedar los momentos lindos, que son infinitos y que son particulares para cada uno de nosotros. Cada uno tiene uno de esos momentos y los tiene en su corazón.
Matías Bauso: Maradona debuta en la selección a los 16 años, en febrero del 77. Tenía nada más que una decena de partidos en primera y la gente lo pedía. Pero no va con el plantel que concentra en febrero, sino que como sparring. Pero a las dos semanas, lo ponen adentro del plantel porque Menotti se da cuenta que está en el nivel de los demás. Y uno de los motivos por los cuales no juega el Mundial 78 es porque, cada vez que iba al banco, la gente lo pedía desde las tribunas. Y, naturalmente, el otro motivo es Alonso. Pero hay que decir que cuando queda afuera del mundial no hubo quejas populares, como tampoco las hubo por Bochini, que ese año fue deslumbrante. Ya en Argentinos a Maradona lo veías jugar y hacía más que los otros 21 jugadores. Era increíble las cosas que hacía y las patadas que esquivaba y las que recibía. Maradona explota en el 79 cuando gana el juvenil y entra en la selección mayor, pero lo que hace en Argentinos es deslumbrante: salió goleador cinco campeonatos seguidos. Algo que no lo consiguió ni Labruna ni Erico, ni Sanfilippo. Y él lo hizo en Argentinos.
Luciano Olivera: En Mundo Leo le hicimos una muy linda nota a Diego antes del Mundial de Brasil. Diego habló de Messi; ya lo había dirigido en Sudáfrica. Lo llenó de elogios y dio algún detalle de lo que hablaban. Sobre todo, hay algo que dijo sobre los tiros libres. Contó que se quedaban a entrenar tiros libres y pateaban juntos y Diego le decía que sintiera más la pelota. Uno se lo imaginaba a Diego sintiendo el roce de la pelota y cómo el pie completa el círculo. Hasta ese momento, Leo no era un gran pateador de tiros libres: eso es algo que le dio Diego. Y ojo, porque le dio una de sus más grandes armas goleadoras. Leo no pateaba los tiros libres en el Barcelona, los empieza a patear después del mundial de Sudáfrica ¡porque le enseñó Maradona! Eso es una joyita: que el mejor del mundo le enseñe al otro mejor del mundo un truco que lo haga elevarse más todavía… Es ser testigo de un momento muy mágico.
Julieta Roffo: Maradona tenía tal magnetismo que era imposible de no mirarlo. Entiendo que todo lo que se montaba su alrededor respecto de las declaraciones hacía después del partido, los enfrentamientos con el árbitro, la arenga a los jugadores, era muy atractivo. En estos días se ha hecho la pregunta de si se puede ser feminista y admirar a Maradona. Yo creo que tiene que ver con la edad de la persona que responda y de cuánto pudo ver de Maradona.
Andrés Burgo: Hace poco Cae dijo que Maradona siempre fue un depresivo crónico. ¿Maradona depresivo? ¿A la persona más amada del mundo no le alcanza el amor de su gente? Ahí hay una derrota ahí. Es como si todos los días empezara perdiendo y necesitara comprobar que la gente lo quería y yo creo que por eso terminaba aceptando trabajos que no estaban a la altura. Y lo digo con el mayor de los respetos, pero qué hacía Maradona dirigiendo a Gimnasia en este momento de su vida. Yo creo que necesitaba corroborar el ser querido. Maradona era una especie de electrocardiograma. Tres meses después del partido contra Inglaterra, en octubre del 86, dijo que era el peor momento de su carrera. Y si agarrás el archivo, ya en el 81, cuando jugaba en Boca dijo “Basta de fútbol”. Y en el 82 lo dijo de nuevo. Hace muchísimo tiempo jugaba con la palabra muerte. Y dijo “San Martín se murió en el extranjero, yo me quiero morir en mi país”. Y también: “a mí me van a seguir usando después de muerto”. Ser Maradona y tener un solo cuerpo era tener una pelea absolutamente desigual.
Juan Pablo Martinelli: El relato del gol a los ingleses se produce en el momento en que Víctor Hugo se empieza a transformar en el mejor relator de la Argentina, con el declive del Gordo Muñoz. Maradona le hace crear las primeras frases a Víctor Hugo, como decir que “suelta la pelota como una lágrima” en el penal. Ni hablar de “barrilete cósmico”. Pero hay que señalar que el relato de Víctor Hugo no fue tan impactante ese 22 de junio de 1986. Empezó a serlo con el boca a boca y la copia de los cassettes que nos íbamos pasando una vez terminando el mundial. A partir de ahí se crea el mito del relato y Víctor Hugo está ligado a eso. Son esas cosas que quedan, como cuando en el Mundial 90 Alejandro Apo dice “Caniggia va a tener una oportunidad, ¿la aprovechará?”. Víctor Hugo dice que técnicamente el relato no fue bueno y yo creo que pasa a ser histórico porque transmite la pasión y la locura de no poder creer lo que uno está viendo. Por ahí hay mejores goles relatados, descriptos o “describidos”, como quieran llamarle en la popular. Pero lo que pasa con ese gol, me parece que lo más cercano —y obviamente sin comparación— es “y va el tercero”: Mariano Closs relató mil mejores goles que ese, pero son cosas que se apropia la cultura popular. No tienen demasiada explicación; la única que le encuentro es que sabe captar un momento.
Diego Geddes: Lo increíble de Maradona es que todo el tiempo aparecen cosas nuevas para contar de él. Tengo un amigo con quien fantaseamos escribir la biografía de Maradona: siete libros de mil páginas escritos a siete manos. Pero sería un libro imposible de terminar. En estos días todos escuchamos muchísimas anécdotas nuevas y eso que todos somos fans del fútbol y de Maradona. Creo que, para hablar de Maradona, todo lo que se pueda contar tiene que ser tratando de buscar la empatía y la honestidad de lo que nos pasa él. Si te corrés de las obviedades, de que fue el más grande o de la polémica si es más o menos que Messi, y vas a la persona, hay un montón de cosas para contar.
Matías Bauso: Se habla del partido contra Inglaterra, pero no creo que nadie en la historia de los mundiales haya jugado una trilogía de partidos como los que Diego jugó contra Uruguay, Inglaterra y Bélgica. Es inhumano. Tres partidos consecutivos de eliminación directa. En la primera ronda juega extraordinario y en la final mete la asistencia increíble a Burruchaga y juega muy bien, pero lo que juega esos tres partidos... Pero tal vez, haya otros dos partidos que también representan estos múltiples mundos que albergaba. Uno es el de Brasil en el 90. Nos mataron a pelotazos, en especial en el primer tiempo, pero, así y todo, teníamos una pequeña esperanza y esa esperanza era este señor que ya estaba un poquito más gordo, que tenía el tobillo lastimado, que era el único al que había que marcar. Esa esperanza casi tropical que tenemos los hinchas de fútbol y que Maradona siempre excede. No sabemos cómo, se sacó a cuatro brasileños. Y, entre las múltiples virtudes que tenía —el coraje, el estado físico, la pegada—, hay otra de la que no se habla mucho y es la mirada periférica. ¡El pase que le mete a Caniggia! No creo que sea casual que la pelota pase entre las piernas de Rocha: es todo parte de ese cúmulo de cosas que lo hacen el mejor del mundo. Y el otro partido es el del 94. Lo increíble es que en este país donde siempre echamos culpas, nadie le echó la culpa de la eliminación posterior. No se lo crucificó.
Luciano Olivera: Yo podría haber estado muy enojado con Maradona por haber opacado a Bochini. Porque finalmente fue lo que pasó: si la discusión anterior a Maradona era Bochini o Alonso, la aparición de Maradona terminó con esa discusión y, en todo caso, quedó un extraterrestre y grandes maestros. Maradona hizo entrar a Bochini en el Mundial 86 y está el mito que le dijo: “Pase, maestro, lo estábamos esperando”. Nadie la grabó, nadie la escuchó, pero si está en el terreno de lo mítico sucedió. A mí me reconcilió eternamente con él porque si el mejor del mundo tiene como maestro a mi ídolo, ya no puede tener ningún enojo. Había momentos donde uno no podía quererlo porque era caótico y hasta desagradable, pero a la vez tenía esa humanidad tan extraordinaria de poder señalar quién era su maestro. Y esos minutitos que compartieron en la cancha, donde Diego lo buscó desesperadamente a Bochini para compartir una pelota. Esos segundos de conexión fueron maravillosos. Maradona era muy generoso. Otro podría haberse olvidado, pero Maradona miró al banco y pidió que entrara Bochini. Es un gesto que me reconcilió para toda la historia con él.
Julieta Roffo: Una amiga que vive en Estados Unidos me dice que ahora el del Uber no le va a preguntar más si prefiere a Messi o Maradona, sino cuánto le duele la muerte de Maradona. Me llama la atención esa pregunta: cuánto. Yo vi en la Plaza a mucha gente que era chica o adolescente en la época de esplendor de Maradona y a mucha gente hablando del padre: de cómo vieron los partidos con el padre, de ver llorar al padre con Maradona. Muchos de esos padres ya muertos. Y me parece que con la muerte de Maradona se revivió una orfandad. A mucha gente se le reprodujo esa sensación. Me parece que es un desamparo enorme.
Juan Pablo Martinelli: Con la muerte de Maradona se cierra una etapa que abrió el propio Maradona. Antes los jugadores no puteaban a la FIFA por jugar al mediodía en México con casi 35 grados de calor. Se cierra una etapa que abrió Maradona porque antes los jugadores no lloraban cuando perdían. Maradona llora en una final y eso habilita a que llorar en lo deportivo no sea de “poco hombre”. El que lloró por primera vez y con la camiseta argentina fue Maradona. Y Maradona habilitó una etapa que se cerró este 25 de noviembre en la que nadie podía integrar ninguna selección si no sentía la camiseta. Si no hubiera habido un Maradona, Leonas serían el seleccionado argentino de hockey de mujeres. Lo mismo que la legión dorada del tenis. Todos son deportistas extraordinarios, pero eso de sentir la camiseta como la entiende un deportista lo inventó Maradona.
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