Desde 1992, cuando publicó Higiene del asesino, Amelie Nothomb publica una novela por año. Escribe tres, pero tira dos: tal es su nivel de producción y exigencia. Entre otros títulos, se puede mencionar Estupor y temblores, Cosmética del enemigo, Ni de Eva ni de Adán. Sus historias son crueles, son provocadoras, son insolentes. Y son inevitables.
Pero antes que escritora, se la puede pensar como una rockstar. Nothomb es la única autora con su foto en la portada de cada uno de sus libros. Y si no es su foto, es una ilustración con su imagen. Daría la impresión de que lo que menos le interesa es pasar desapercibida. Algo que se nota, en especial, en sus libros de autoficción. Nothomb construye su biografía —¿su falsa biografía?— como si fuera una biografía escrita.
En un encuentro de Experiencia Leamos, la escritora y periodista Silvia Hopenhayn, una de las críticas más eruditas de la actualidad —que además coordina los talleres de lectura “Clásicos no tan clásicos”— habló de Amelie Nothomb y dio algunas claves para leer a esta escritora tan fascinante como inagotable. Un dato no menor: todos —¡todos!— los libros de Nothomb están disponibles en la plataforma Leamos.com.
La charla estuvo moderada por Patricio Zunini y puede verse completa en el sitio de Experiencia Leamos. Estos son algunos pasajes del encuentro.
—Hay una palabrita que dijiste —comenzó Hopenhayn— y me gustó mucho sobre el personaje Nothomb: inevitable. Más allá de esta especie de bufón que es, porque esos sombreros que usa esconden una personalidad muy compleja y al mismo tiempo arisca y tímida, hay algo en ella que es lo inevitable de escribir porque considera lo inevitable de vivir. Frente a la inevitabilidad de vivir, ella tiene su respuesta: escribe inevitablemente. No puede parar de escribir.
—En esa dicotomía entre la literatura y la vida, para Nothomb no hay problemas: es lo mismo.
—Justamente, si no escribe se muere. Es casi un desafío. Por otra parte, tuvo muchas experiencias bastante traumáticas que le permitieron construir una infancia con una caja de herramientas muy particular. Ella publica una novela por año y tira dos. Y eso lo hace porque uno no puede escribir todo bien, hay que tirar. Ella no deja de escribir lo que no es bueno, pero lo tira.
—¿Y por qué lo escribe?
—Porque no puede parar de escribir, es como la respiración. Lo ha dicho en reportajes: se siente mal si no escribe. En ese sentido, una de las particularidades es que tiene dos grandes sendas, y un libro cae de un lado, que es la autoficción, y no necesariamente autoficción es autobiografía, y otro libro cae del otro lado, que es rutilante, imaginativa, tremenda, muy entretenida porque se nota cuando un escritor escribe por necesidad. Las novelas de Nothomb que no son autoficción —me refiero a Atentado, Higiene del asesino, Cosmética del enemigo— son novelas muy entretenidas, muy terribles, pero de una velocidad y un vértigo que cabalga con la lengua francesa.
—¿Por qué las historias de Amelie Nothomb tienen un tono tan bíblico?
—Primero, porque le interesa la Biblia. Segundo, porque su superhéroe de la infancia fue Jesús. Se lo narraba su padre. No debe ser fácil lidiar con ese superhéroe. De hecho, en la última novela, Soif (Sed), que todavía no salió en español, juega con la autobiografía apócrifa de Jesús. Al estilo de lo que hizo Federico Jeanmaire con la autobiografía apócrifa de Cervantes o Yourcenar con Adriano. Hay una marca muy fuerte no solo de la Biblia, sino, a través de la Biblia, del bien y el mal, la belleza y la fealdad. Todos como destinos trágicos. Tanto la belleza como la fealdad porque el núcleo de su obra es el cuerpo como lenguaje, el cuerpo que habla, que se mutila con la palabra. No hace falta perder un miembro: la palabra que denigra hace desaparecer una parte, la palabra que enaltece se crea otra. La monstruosidad y la violencia que hay en Amelie Nothomb es la tensión entre el cuerpo y la palabra.
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