Para Jorge Fernández Díaz, lo más interesante del policial moderno es que se trata del género más sociológico de todos: “Con la excusa del crimen, del enigma y de la persecución, el lector conoce lugares, ciudades y formas de vida”. El consagrado escritor y periodista, autor entre muchos otros libros de la exitosa serie El puñal, La herida y la más reciente, La traición, conversó en el primer encuentro de “Leamos Policiales” con Ezequiel Martínez, donde abordó y presentó su nuevo ensayo --contenido exclusivo de Leamos.com-- “El policial, un género de cazadores”.
“Empecé en el policial fracasando”, dijo. Su primer libro, El asesinato del wing izquierdo fue para él una travesura: Fernández tenía solo 24 años cuando se lo ofreció al diario La Razón, donde era cronista policial, con la idea de contar con las armas de la ficción lo que no podía contar de la mafia futbolística. “Irresponsablemente", dijo, "me dejaron que lo escribiera”. Tuvo mucho éxito, pero sentía que no podía crear un detective consistente, uno que él mismo creyera real.
Años después, se encontró con una frase de Borges donde decía que el policial en la Argentina no podría funcionar porque el amor por la justicia y la legalidad es anglosajona, no argentina. Así, obsesionado por la búsqueda de un detective creíble y verosímil, escribió sobre Remil, un agente de inteligencia que investigaba y protegía a los políticos: “¡Un criminal de Estado!”. Esa vuelta de tuerca tenía una verosimilitud para la Argentina. Porque, para el autor, “hay mucha tendencia a copiar los modelos establecidos y traducirlos de manera literal”. Es así que se traslada luego a que en las series argentinas “los detectives tomen el café en jarrones enormes como en Nueva York, o tengan un corcho en la pared con las pistas, ¡cosas que acá no sucederían jamás!”.
En su nuevo ensayo, Fernández Díaz busca responder por qué el policial sobrevivió a lo largo del tiempo, y a qué se debe la pulsión de los humanos a volver una y otra vez sobre este género. “Considero que, a través del género policial, sublimamos nuestra vieja ansiedad cazadora”, explicó, “porque, a pesar de que hemos dejado de ser cazadores en nuestra vida diaria, esa pulsión persiste dentro nuestro, y el género policial le da respuesta”. Esto se debe a que, según el escritor, el detective es un verdadero cazador: analiza huellas, persigue a la fiera e investiga hacia dónde irá, se interna en la jungla a buscarla, intenta detenerla, y corre el peligro de ser devorado.
“Una jungla que se fue convirtiendo en asfalto”, dijo, “porque el policial es muy urbano, y trata, más que de encontrar a la fiera, de describir cómo funciona aquella jungla, qué hay dentro de ella”. Junglas de asfalto llenas de ambición, deseo, secretos, sorpresas y vueltas de tuerca, donde muchas veces resulta más interesante caminar por ella: “Que encontrar a la fiera y matarla”.
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