Se dice habitualmente que una mujer se realiza —"trasciende", como dirían Les Luthiers en aquel famoso sketch de la gallinita que dijo eureka— al ser madre. Pero: ¿por qué debe ser así? ¿Es un hecho natural o hay una presión social hacia la mujer para que sea madre? Sobre esta cuestión escribe la epistemóloga Agostina Mileo en Instonto maternal. ¿Desde cuándo parir es un destino?, un ensayo breve pero profundo que es contenido exclusivo de la plataforma Leamos.com.
Uno de los primeros datos que da Mileo es muy relevante: sólo una de cada dos mujeres en condiciones de ser madre en la Argentina lo es. De hecho, la proporción es todavía menor: las madres apenas alcanzan el 44.8%. Todo el edificio de prejuicios y preconceptos tambalea con este número. Cómo se puede decir, con esta revelación, que las mujeres tienen un instinto maternal.
“Todo lo que se aleja del ideal del varón blanco heterosexual se asocia con la animalidad”, dice Mileo
“La acepción de instinto que tomo”, dice ahora Agostina Mileo entrevistada en el ciclo Experiencia Leamos, “es la del fin natural, un devenir inevitable. El instinto sería así una fuerza avasallante que suprime el deseo, que no está mediado por la reflexión sino que acontece porque tiene la dimensión de destino. El instinto se propone como dentro del universo de la animalidad”.
Mileo toma la oposición entre instinto/animalidad y cultura/humanidad para mostrar cómo los distintos discursos —sociales, políticos, científicos— sistemáticamente acentúan el desequilibrio entre hombres y mujeres: “La historiadora de la ciencia Londa Schiebinger”, dice Mileo, “señala que hay un rasgo femenino, las mamas lactarias, que se vincula a nuestra animalidad, mientras que la razón es un rasgo tradicionalmente masculino que nos confiere la humanidad. Las mujeres hemos sido tradicionalmente el vínculo con lo animal dentro de lo humano, aunque, en realidad, todo lo que se aleja del ideal del varón blanco heterosexual se asocia con la animalidad. Por ejemplo, ligar la homosexualidad a una libido descontrolada como si fuera un instinto de apareamiento, algo en lo que no media la razón ni lo vincular”.
Hay un experimento muy curioso que Mileo refiere en el libro: cuando la antropóloga Sarah Blaffer Hrdy conoció a su nieto, midió los niveles de oxitocina que tenían ella y su marido. Esta hormona, que tiene un papel central en la reproducción de los mamíferos, alcanzó el 63% en ella. Lo interesante es que algunos días después, el porcentaje de su marido también llegó a esa cifra.
—¿Por qué se habla de instinto maternal pero no de instinto paternal?
—Porque es innecesario. ¿Para qué necesitarían tener un set de habilidades para criar? Tampoco se necesita confinar a los varones a la paternidad. El instinto es una construcción en tanto fija un deber para las personas que gestan y anquilosa la organización social. Para sostener esta exclusividad es que el instinto paternal no es motivo de reflexión. Al revés: es necesario que no exista para mantener la división del trabajo. El acto reproductivo y las tareas de cuidado son necesarias para la reproducción social. Para que ese proceso se dé en términos de rendimiento, podemos plantear que una persona se dedique a las tareas productivas y otra a las tareas reproductivas, que las dos tengan menos tareas productivas y más reproductivas o, como sucede habitualmente, que trabajen las dos personas en tareas productivas pero que una haga malabares para cumplir con todo.
La brecha salarial entre las mujeres que son madres y las que no lo son es de casi el 17%
En el ensayo, Mileo señala algunos datos de la actividad económica que muestran cómo la maternidad es un mandato que termina siendo una condena: la brecha salarial entre las mujeres que son madres y las que no lo son es de casi el 17%, a mayor cantidad de hijos la participación de las mujeres disminuye mientras que la de los hombres aumenta. Y si uno asume que una madre va a faltar más al trabajo, ausentismo laboral de los varones ronda el 4% mientras que el de las mujeres ligeramente supera el 5%.
Poner en duda el instinto maternal, ¿es también poner en duda cómo maternar? “El instinto maternal propone un único modelo de maternidad”, dice Mileo, “y eso provoca un gran sufrimiento a quien se aleja de él. Así como el instinto elimina el deseo, el mandato elimina al sujeto y esta categoría única de modelo maternal supone lo que una madre debe ser o debe sentir. Hay una cuestión de abnegación y borramiento total de la persona en función del cuidado de otro”.
—¿Qué pasa con quienes se arrepienten de tener hijos?
—En el ensayo usé la categoría “madres arrepentidas” de Ornah Donath. Es un gran tabú. Qué pasa con aquellas personas que fueron madres y se arrepienten. Cumplen con sus responsabilidades y quieren a sus hijos e hijas, pero cuando evalúa la decisión se da cuenta que hubiera preferido no maternar. Y lo que dicen da cuenta de un sufrimiento muy grande porque el instinto está metido en lo identitario. Hay que tener muchísimo cuidado con la propuesta de la maternidad como un fin noble en sí mismo, como un acto moralmente superior e intrínsecamente bueno y que hace buena a la persona. ¿Por qué no se puede tocar un poquito el deseo? Yo no creo que las personas que no quieren ser madres sean malas personas.
Hay un libro muy hermoso de Paulo Freire, el educador brasileño, que se llama Cartas a quien pretende enseñar. Así como en la Argentina se dice que la maestra es la segunda mamá, en Brasil se les dice tías. Y la primera carta de Freire tiene de título “Maestra-tía: la trampa”: la proximidad y la incorporación en el entorno familiar es un vinculo de mucha ternura, pero a la vez conlleva subrepticiamente una idea de sometimiento: la madre/tía no pelea, no se rebela, no hace huelgas. El disciplinamiento que se ve en las maestras, se invisibiliza, paradójicamente, en las madres.
Hay que tener muchísimo cuidado con la propuesta de la maternidad como un fin noble en sí mismo, como un acto moralmente superior e intrínsecamente bueno
“Parece que los feminismos”, dice Mileo, “son una herramienta para que cada uno haga lo que quiera y lo que hagamos será feminista porque lo hacemos mujeres, lo hacemos disidencias. Hay que reconocer que nuestras sexualidades y que la maternidad y el mandato de reproducción es una herramienta muy grande de opresión. Lo que muestro en Instonto es que no hay evidencia de comportamientos o rasgos biológicos de un instinto maternal, si no que hay evidencias de rasgos fijados evolutivamente para la crianza social. Entonces: ¿por qué el discurso sigue siendo la que quiera tener hijos que quiera y la que no quiera que no quiera? Por supuesto que es así, pero ese debería ser el piso de nuestra discusión. Vayamos un poco más allá: ¿por qué quiere la que quiere, qué está buscando ahí? ¿Qué es esta promesa de plenitud que no existe y que nunca llega?”
Leamos es una nueva manera de vivir los libros y la lectura. Una comunidad que vive el placer de leer, que disfruta vivir historias, compartirlas, conversar y debatir. Cada semana en Experiencia Leamos hay nuevas conversaciones con escritores, músicos, políticos, actores, filósofos, psicólogos. También podés participar de los talleres de lectura y un club de lectores exclusivos para suscriptores. Informate y comenzá ya mismo a disfrutar de todas las actividades.
LEER MÁS