Hay en Pil Chalar algo indefinible pero indudablemente vital: tal vez el brillo en los ojos, tal vez la particularidad de su voz. El actual líder de Pilsen y quien, hace cuatro décadas, cuando se hacía llamar Pil Trafa, estaba al frente de la mítica banda punk Los Violadores tiene una intensidad que desborda la ventanita del Zoom e invade el ambiente de quien lo escucha con una presencia que huele como a espíritu adolescente.
Invitado en Experiencia Leamos, el ciclo de encuentros que la plataforma Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores, Pil habló del nuevo disco de Pilsen, Carne Tierras Sangre, a la vez que hizo un breve recorrido por su historia, sus raíces literarias y del ocaso del rock.
“Estamos viendo los funerales del rock”, dijo. “Hace poco murió Eddie Van Halen. Se están muriendo los que hicieron historia y el rock se está convirtiendo en una efeméride: tantos años de tal disco, tantos años de tal otro. Y siempre son muchos años —diez, quince o más—, porque no hay nada nuevo. Pero hay un rotundo cambio generacional y gente nueva con otros bríos. ¡Bienvenidos! Van a cambiar la cosa. Si nos gusta o no, es otra historia”. En ese sentido, destacó lo que Wos y otros artistas del rap están haciendo: “Es muy bueno que aparezca algo nuevo y joven, porque si vemos las bandas mainstream del rock son realmente una lágrima. Son antiguos, son grupos de autoayuda aburridos sin motivación. Nacen de la música como dinero. En eso quedó el rock: dinero y entretenimiento”.
—¿El punk también es efeméride y nostalgia?
—¿Qué pasa con el punk? Green Day: dinero y entretenimiento. Hay bandas locales que tocan para divertirse, hay otras lo hacen porque tienen que pagar el alquiler. Salen a tocar —cuando se podía— y tocan, pero sin mensaje ni nada nuevo. Viven como en un tubo. En el caso de Pilsen nos metemos en el folclore, estuvimos con la Fernández Fierro, vamos experimentando. Espero que sea así siempre.
Carne tierras sangre se abre con una intro tanguera y luego hay canciones que cruzan el folclore argentino, el rap, los ritmos latinoamericanos. En la canción “Nonsanto” canta León Gieco. “Quería grabar con alguien que me hubiera antecedido en la música”, dice Pil. “El tema ‘Nonsanto’ habla de los agroquímicos y los agrotóxicos y los negocios y los brotes verdes. Le dije a León: en mi voz lo escuchan miles, en la tuya puede que lo escuchen cientos de miles”.
El nuevo disco de Pilsen tiene, para Pil, una identidad muy argentina: la carne, la tierra y toda la sangre derramada en las guerras civiles. “Escribí la letra después de leer Operación Masacre, de Walsh. Me impactó el mensaje con la Revolución del 55 y de ahí me fui hacia atrás y llegué a los virreyes. En las Provincias Unidas del Río de la Plata lo único que había era curtiembres. Y uno lee cómo con los empréstitos británicos empezaron a haber deudas y deudas y la gente era pobre. La oligarquía es lo más recalcitrante; son las antiguas familias patricias que no quieren ceder ni el mínimo y quieren mantener una falta de educación para que ellos sean siempre los ricos, los poderosos, los amos. Yo estoy en contra de eso y lo manifiesto con la música”.
Hermosa tierra de amor y paz
En mayo de 1982, en medio de la guerra de Malvinas, el gobierno militar organizó un concierto multitudinario en Obras Sanitarias. Más de 70.000 personas escucharon a Spinetta, Charly, Nito Mestre, Porchetto, muchos más. Aquel Festival de la Solidaridad Latinoamericana quedó como una herida en muchos de los que participaron porque, aún cuando se reunieron para ayudar a los soldados que estaban en las islas, fue también un hecho que, a la distancia, se leyó como un apoyo a la dictadura. Junto a la cantidad de artistas de peso que dijeron que sí, hubo dos bandas que dijeron que no: Virus y Los Violadores.
“Habíamos hecho una nota para El Expreso Imaginario en 1982”, contó Pil, “apoyados en un afiche en esos pedestales de hierro verde que había en Buenos Aires. Tenía una bandera británica incendiada decía ‘Ahora o muerte’. Dos violadores de un lado y del otro estaban Julio y Federico Moura. A raíz de eso, cuando se hizo el festival nos convocaron a los dos grupos, que éramos los más jóvenes. Inmediatamente yo dije que no; cómo podíamos apoyar a los militares, que son la peor escoria que nos tocó vivir. Yo no lo tenía muy en claro, pero dentro de la poca información que teníamos sabía que había personas que desaparecían. Y diariamente vivíamos la represión en todos los ámbitos. Y los Moura tenían un hermano desaparecido; las cuestiones de ellos eran mucho mayores. Cuando hablan de que el gobierno actual es una dictadura, hablan tonterías. Podés concordar o no, pero llegar a decir que es una dictadura es, como mínimo, una estupidez”.
—Hoy sería difícil que una banda se llame Los Violadores, pero en una canción explicaban que el nombre era una referencia a transgredir la ley.
—Es un nombre provocador que era por la dictadura. Hice una letra para decir eso. Ese tema me gusta; yo era muy jovencito. “Fuimos y seremos verdaderos impostores”: me gusta jugar con esas cosas. Lo grabamos bastante después, en Mercado Indio. Sé que en los chicos jóvenes causa todavía revuelo, pero no me pondría a discutir: les diría que escuchen “Violadores de la ley”.
Hermosa gente cordialidad
Parecería que la literatura es un válvula de rescate para Pil. Al hablar de la pandemia del coronavirus, por ejemplo, dijo que no era algo sobre lo que quisiera escribir, pero que sí, tal vez, lo haría sobre las pestes que contaron Chaucer y Bocaccio. “La literatura me interesó desde chico. Mi papá era Bram Stoker. De niño leía a Verne y a Edgar Allan Poe. Después me metí con la ciencia ficción y las distopías, con Orwell. Y de ahí a los clásicos y la filosofía: Nietzsche, Marx”.
—En Carne tierras sangre hay menciones a Las mil y una noches y a Rojo y Negro, de Stendhal.
—Rojo y Negro es como un fetiche para mí. Tengo una canción que se llama “Le rouge et le noir”, en francés. En Los Violadores decimos “Rojo y negro son diferentes emblemas”. También lo usé en una canción sobre la primera guerra del Golfo y en el nuevo disco dice “Rojo el corazón y negro un destino” en una canción que habla de una modelo iraní que se tuvo que escapar de Teherán, porque la iban a azotar por la osadía de posar lencería, y cuando llegó a París la quisieron prostituir. Ahora saca un libro que se llama Dile adiós a tu cuerpo. Es una historia de vida muy atrapante que muestra la falsa dicotomía de oriente y occidente, y cómo la mujer es explotada en ambos lados.
—¿"Uno, dos, ultraviolento", la canción de Los Violadores que se ancla en La naranja mecánica, ¿es el tema icónico del punk en la Argentina?
—Yo creo que es el tema que más vendió de Los Violadores. Después hubo otras bandas con temas que han pegado y han sido nombres de programas de televisión. Pero a “Ultraviolento” lo considero más una historieta que un tema en sí. En cambio, al que considero como nuestra punta de lanza es “Represión”. Ese fue el tema de Los Violadores. Por lejos. No sólo porque nos abrió la cancha, sino porque dijimos lo máximo que podíamos decir.
Fútbol, asado y vino
—¿En relación al inglés y al alemán, hay una identidad del punk argentino?
—Los Die Toten Hosen también hicieron un tema con La Naranja Mecánica: “Hier kommt Alex”. Alemania es otro mundo; allá la música es una industria. No hablo de negocio y entretenimiento: hablo de industria. Todo está pensado para generar. Hay muy buenas bandas. A mí me gustan las bandas a las que le siento otras cosas atrás. No me importa si tocan stacatto y la guitarra con dos tonos, me importa si les escucho Brahms, Mozart, algo de música clásica. En Inglaterra el punk fue un movimiento importante, pero fue más importante el postpunk. Estaban los Sex Pistols, que eran el ruido y el caos, y Los Clash, que eran la parte ideológica. Con Inglaterra no veo muchos puntos de contacto. No es un lugar para el punk tampoco. Es un recuerdo de una sociedad que estaba sucia, en huelga, que tenía problemas. Si leés la novelita De ninguna parte, de Juan Carlos Kreimer, vas a ver el No Future por todos lados.
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