Ana Correa es una de las personas que más ha intervenido en el pensamiento de los argentinos en los últimos años. Dicho así para una exageración, pero no lo es en absoluto: si tenemos en cuenta la manera que el movimiento #NiUnaMenos ha impulsado los debates desde 2015, basta con decir que ella es una de las integrantes del grupo inicial que convocó a más de 150.000 personas en la Plaza de los Dos Congresos clamando por el fin de la violencia machista.
La militancia feminista de Ana Correa la ha llevado a dar distintas batallas a lo largo de los años y a registrar también las batallas de las otras. A fines del año pasado publicó el libro Somos Belén (Planeta) en el que contaba cómo una joven tucumana de 25 años que sufrió un aborto espontáneo fue encarcelada acusada de haberlo provocado. En la presentación del libro estuvo presente Alberto Fernández, quien, en calidad de presidente de la Nación, le pidió perdón a Belén por la negligencia del Estado y se comprometió a promover el tratamiento del proyecto de ley de la interrupción voluntaria del embarazo.
Esta semana, Ana Correa participó en Experiencia Leamos, el ciclo que la plataforma Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores, y, además de hablar del caso de Belén, hizo un balance de las luchas del feminismo durante el año de la pandemia. El encuentro puede verse en el sitio de Experiencia Leamos. Publicamos aquí algunos pasajes.
—¿A Belén se la enjuicia por ser mujer o por ser pobre?
—Por las dos cosas. Y también por el momento social. Belén llega a la guardia de un hospital pensando que tenía una complicación digestiva —de hecho, así la ingresan— y tres horas después se dan cuenta que estaba cursando un aborto espontáneo. Ella ni siquiera sabía que estaba embarazada y termina presa y acusada de homicidio. A muchos les parece imposible; cuando empecé a escribir el libro, yo también tenía un montón de dudas. Pero viajé a Tucumán y supe que en el hospital donde sucedió, se suelen denunciar penalmente los abortos espontáneos. Acá está la respuesta a lo que preguntabas, porque algo así no ocurre en las clínicas privadas. Esto es parte de una Justicia patriarcal y de un sistema de salud patriarcal. Se criminaliza a las mujeres que no llegan a ser madres, no importa cuál sea la razón.
—¿Qué relación hay entre el caso de Belén y el de Romina Tejerina?
—Son diferentes, porque lo de Romina ocurrió —aunque se la juzgó sin tener en cuenta la realidad que había alrededor de ella—. En el caso de Belén directamente se inventó un hecho. Pero los jueces trataron de instalar que era igual al caso de Romina Tejerina. Quiero aclarar que de ninguna manera culpabilizo a Romina, a quien no la dejaron denunciar una violación. En realidad, hay muchos casos como el de Romina y como el de Belén: no deja de ser una Justicia que se cierra con un preconcepto y no les da derecho a las personas a defenderse.
Esto es parte de una Justicia patriarcal y de un sistema de salud patriarcal. Se criminaliza a las mujeres que no llegan a ser madres, no importa cuál sea la razón
—El cuento de la criada es una novela de Margaret Atwood, que se adaptó como serie en HBO. La figura de las criadas con la capa roja y el sombrero blanco fue usada por movimientos feministas en el debate por la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Traigo a Atwood porque escribió el prólogo de tu libro.
—Margaret Atwood es de una generosidad extraordinaria. Estuvo en Argentina hace un par de años, invitada por la Biblioteca Nacional. Me había impactado El cuento de la criada como manifiesto feminista: cómo era capaz de describir las complejidades a las que puede llegar el sometimiento de las mujeres, no solo por los hombres sino también por otras mujeres. Y me había impactado que dijera que se había inspirado en el secuestro de bebés durante la dictadura argentina. Nos conocimos en la Embajada de Canadá y luego ella fue muy activa en el debate por la legalización del aborto, incluso interpeló por Twitter a la entonces vicepresidenta Gabriela Michetti. El año pasado, mientras escribía, se me ocurrió mandarle un correo para contarle la historia. Simplemente con decirle que Belén estuvo presa por un aborto espontáneo, me dijo que quería escribir el prólogo. Y le conté que, en la presentación del libro, el presidente se había comprometido a legalizar el aborto. Ahora le voy a decir que está demorado.
—Daría la impresión de que los tiempos políticos chocan con la ley de la interrupción voluntaria del embarazo.
—Nadie esperaba la pandemia que nos trastocó la vida. Se entiende que en un primer momento se haya tenido que rearmar todo. Pero antes de que se termine este año ya no hay excusas para no tratar la legalización del aborto. Se dijo que tratar este tema hubiera sido estresar más el sistema de salud, pero un aborto clandestino e inseguro es una carga mucho mayor. Tener acceso simplemente a ejercer los derechos sexuales y reproductivos previene y es mejor para todos. Hay un reclamo fuerte que se está levantando y se le pide no solo al gobierno sino también a los legisladores de todos los partidos que apoyen esta ley: necesitamos que el gobierno mande el proyecto, pero también necesitamos los votos para que se convierta en ley.
—Recuerdo que después de la marcha de #NiUnaMenos, hicieron una serie de reuniones para “romper el techo de cristal” y que tu hija estaba desilusionada porque no había ningún techo real que romper. ¿Qué otras luchas lleva el feminismo?
—Me encanta que traigas el recuerdo del techo de cristal, pero las mujeres en la pandemia ya no estamos para romper “el techo de cristal” sino por salir del “piso pegajoso”. En la realidad de la pandemia —y no solo en la Argentina sino en todo el mundo—, con la mayoría de las escuelas suspendidas y el trabajo en forma remota, lo que vemos es a las mujeres haciendo las tareas domésticas, ayudando a los hijos con las clases, a cargo de los ancianos, colaborando en comedores comunitarios. Tenemos que hacer algo y tenemos que seguir visibilizando esta realidad porque la nueva normalidad no puede implicar que nuestros derechos civiles, sociales, políticos y culturales retrocedan cincuenta años.
La nueva normalidad no puede implicar que nuestros derechos civiles, sociales, políticos y culturales retrocedan cincuenta años
—En el colectivo #NiUnaMenos las diferencias políticas quedaron en un segundo plano en pos de la lucha feminista. Pero, ¿se puede ser ecuménico con las diferentes concepciones de los feminismos?
—Siempre va a haber diálogo y lugares de encuentro para debatir cuestiones que atañen a los feminismos. Respecto de las afinidades políticas, tengo cada vez más claro que el feminismo que me interpela es interseccional. No deja afuera a la política, porque se preocupa por los derechos de las mujeres, pero los cruza con cuestiones de clase, culturales, sociales. Lo que preguntabas al principio: una mujer la va a pasar mucho peor si es pobre que si no lo es. Ese es el feminismo que me convoca y en el que necesitamos unirnos para tratar temas como la legalización del aborto. Y hay también otros temas en donde no estaremos de acuerdo. Yo apoyo el impuesto a las grandes fortunas porque desde mi feminismo interseccional pido corresponsabilidad social del cuidado. De qué manera garantizamos esa responsabilidad sin presupuesto.
—Hay un librito muy lindo de Bell Hooks que se llama El feminismo es para todo el mundo. Convierto al título en pregunta: ¿el feminismo es para todo el mundo?
—Por supuesto que sí. El feminismo les mejora la vida a todos, incluidos los hombres. Este año, a principios de año, nos horrorizamos de los rugbiers que mataron a un chico de vacaciones. Eso también es violencia patriarcal. Creo que hay que incluir a todos los que podamos. Como dice Angela Davis: la paridad o la diversidad no es suficiente si eso no incluye a los que siempre están postergados. Lo mejor que nos puede pasar es que la mayor cantidad de personas sea interpelada por este feminismo.
Necesitamos que Alberto Fernández cumpla con su promesa y que este año envíe el proyecto de ley
—Alberto Fernández estuvo en la presentación de tu libro. Más de una vez le dicen “Alberta” como elogio, como la figura de un presidente que presta atención a las mujeres.
—Alberto Fernández se mostró muy comprometido ese día. Fue muy importante lo que hizo con Belén: la abrazó, le pidió perdón. Pero necesitamos que cumpla con su promesa y que este año envíe el proyecto de ley. Y no solo eso: necesitamos que, en la mesa chica, donde se genera política, haya más mujeres. Hay que pasar de la sensibilidad a la acción. Tiene mujeres con mucho peso político, intelectual y militante como Vilma Ibarra, Cecilia Todesca, Carla Vizzotti. Pero necesitamos que en las reuniones de rosca haya más mujeres.
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