Claves para leer La Divina Comedia, a 700 años de la muerte de Dante

En el marco de Experiencia Leamos, el ciclo de encuentros que organiza la plataforma Leamos.com como beneficio para sus suscriptores, Jorge Aulicino habló de la gran obra de la literatura universal que él mismo tradujo.

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Leamos - Jorge Aulicino

Mañana, lunes 14 de septiembre, se cumplen 699 años del fallecimiento de Dante Alighieri, el gran autor de La Divina Comedia. Qué decir de este libro, uno de los más fundamentales de la literatura universal. Quizá habría que preguntarse por qué, siendo tan esencial como es, hoy no se lo lee con la emoción y el asombro que merece, por qué es tan complejo entrar en el poema.

Esta semana, con la efeméride como norte, Jorge Aulicino participó en Experiencia Leamos, el ciclo de encuentros que la plataforma Leamos.com organiza como beneficio exclusivo para sus suscriptores, para hablar de La Divina Comedia. Es que Aulicino, además ser de uno de los poetas argentinos más importantes de la actualidad, dueño de una sensibilidad y una erudición notables, es el responsable de la traducción más reciente, que fue hecha directamente del texto original.

El encuentro duró alrededor de una hora y por momentos se convirtió en una clase abierta en la que Aulicino, como un maestro brillante, fue desmontando el poema. Aquí algunos pasajes de la charla.

"Dante y su poema" (1465)
"Dante y su poema" (1465) de Domenico di Michelino

¿Se puede hablar de un proceso de “museificación” de La Divina Comedia?

—Creo que se convirtió en un monumento en el que solo entran algunos devotos que logran penetrar el misterio. Contribuye a esto el hecho de que La Comedia es, para nosotros, después de siete siglos, hermética, difícil. Es complicado el contexto, es complicada la teología. Es una especie de tortuga de caparazón cerrada. Y es una lástima, porque nació siendo una obra revolucionaria, una obra popular —o que pretendía serlo— dentro de los límites en que se puede entender el término en Florencia en el año 1300. Las obras literarias circulaban en un espacio muy pequeño y Dante pretendía, con el uso del toscano y no del latín, que la leyera más gente. Fue Bocaccio quien lamentablemente le agregó el término Divina. Era un fan, por decirlo así, del libro y cumplió con la pretensión de Dante, porque no solamente la anotó y la copió y la distribuyó, sino que también organizó lecturas públicas de La Comedia en una iglesia. No llegó completarla porque murió.

¿Por qué decís que lamentablemente le agregó el término Divina?

—Porque contribuyó a esta especie de sacralización profana de La Comedia. Dante, en todo caso, es una conjetura mía, hubiese pensado que su libro era un libro doctrinario, pero no sagrado. Entonces, con lo de Divina en el sentido literario, de perteneciente a la divinidad, Bocaccio siembra la consagración en el peor sentido de La Comedia a lo largo de los siglos. No creo que haya querido convertir a La Comedia en un libro sagrado ni mucho menos circunscribirlo a un círculo; todo lo contrario. Pero ahí empieza la cosa. Dante le pone Comedia porque responde al criterio aristotélico clásico. Es decir: el héroe sobrevive, tiene lo que hoy llamaríamos un final feliz, por lo tanto, es una comedia y no es una tragedia ni un drama —aunque encierra centenares de pequeños dramas que narra—. Con el tiempo perdió este carácter. No sé dónde ni cuándo empezó, pero, se transformó en un culto laico leer La Comedia.

¿Es muy compleja la estructura? ¿Hay que hacer mapas para entender el viaje?

—Si uno quiere saber exactamente por dónde está transitando, sí. Pero es como si quisieras tener un mapa de la Isla del Tesoro o de los lugares que recorre Don Quijote en La Mancha. Se puede leer ignorando totalmente la estructura. Hay un momento en que Virgilio, aprovechando que están descansando, le explica a Dante lo que van a ver de allí en adelante y habla de los círculos del infierno. Se puede leer eso y pasarlo por alto; en definitiva, es la narración de una especie de aventura. Aunque a Dante no le pasa nada porque está a salvo con Virgilio, tiene la estructura de una aventura. Lo interesante es con quiénes se encuentra y las historias que se van hilvanando en el Infierno y el purgatorio. Basta con saber que en el infierno hay nueve círculos que van de lo menos grave a lo más grave y en el sentido topográfico van hacia el centro de la Tierra. Los peores están en el fondo. Pero Dante es muy didáctico sobre su propia y a cada rato hay personajes que explican lo que está viendo. Generalmente Virgilio es el que explica por qué están ahí y quiénes son. Y Dante escucha. Y después no enteramos que, además, anota: o sea que es un cronista, y él sabe que es un cronista. Esa es la idea, creo que no hace falta hacer muchos dibujitos; yo hice mis diagramas y mis mapas del infierno y el purgatorio, pero contribuyen al encanto de la lectura.

"Retrato de Dante", 1495. Sandro
"Retrato de Dante", 1495. Sandro Botticelli.

¿Cómo es la relación de Dante entre el cristianismo y los mitos griegos?

—Como católico, él tomaba los mitos griegos en lo que tenían de ejemplares. De hecho, no le interesa mucho la religión grecorromana como tal. Habla de determinados episodios de la mitología griega y romana que le sirven para ejemplificar. Él los hace sentir vivos; pone personajes vivos en el infierno. Suponemos que son las almas, pero él los ve como si tuvieran cuerpo. Y como católico era un aristotélico tomista. Era un tipo muy cerebral. Muy por encima de la fe ciega, todo lo contrario, él pensaba que la religión se podía razonar tal como suponía Santo Tomás, a quien veneraba y por eso lo pone en los círculos más altos del Cielo. Ahora, él se entretiene y le encanta citar la mitología griega, sobre todo a partir de Ovidio.

¿En qué momento Virgilio abandona a Dante?

—Virgilio no llega al Paraíso y se lo dice desde un comienzo. Le dice que ahí lo va a acompañar Beatrice. Se lo dice para entusiasmarlo y lo logra. Y Beatriz lo acompaña casi hasta el final, cuando se produce ese episodio que Borges interpreta como el adiós real de Dante a la Beatrice real, que él lo ve melancólico y yo no tan así. Es un momento en que Dante se queda sin Beatrice, y digo se queda porque ella no se despide. De golpe, él mira y en lugar de Beatriz ve un anciano. El anciano es San Bernardo, pero ver a un anciano en lugar de Beatriz es un choque bastante violento. Y después la ve a ella en la llamada Rosa Mística, que desde allí le sonríe. Esta es la sonrisa a la que se refiere Borges como una especie de despedida melancólica. Yo creo que la melancolía del Dante, si es que hay alguna, fue volver a la Tierra porque después de eso siguió viviendo. Quién quiere seguir viviendo después de ese viaje.

¿Los nuevos ensayos de Borges afectaron tu manera de leer La Divina Comedia?

—Yo los había leído antes de empezar la traducción, desde luego. En algunos casos me han servido para discutir algunas ideas conmigo mismo. Me sirvieron para entrar en el mundo dantesco, pero son discutibles. Por ejemplo, en el ensayo que se refiere al Limbo, habla de lo siniestro —casi en términos freudianos— y yo no lo veo tan así. Él habla de lo siniestro y hay un factor que no tiene en cuenta, que es la felicidad de Dante. Está contentísimo de encontrarse con Aristóteles, con Platón, con los grandes poetas de la antigüedad. En el limbo se encuentran con los poetas latinos y griegos —porque está Homero—, que son cinco contando a Virgilio, y Dante dice que estaba feliz de ser el sexto en ese grupo. Después hay otras ideas que también son discutibles, pero son muy interesantes. Se metió con cosas muy interesantes de La Comedia: el tema del Conde Ugolino, de la despedida de Beatrice. Todo esto es muy polémico y por eso, justamente, muy interesante. Por supuesto que influyeron mucho en mi lectura de La Comedia. No sé si en la traducción, pero en la lectura seguro.

Jorge Aulicino, poeta y traductor
Jorge Aulicino, poeta y traductor (foto de Leticia Scattini)

De todos los personajes que aparecen en La Divina Comedia, ¿cuáles son los que más te apasionaron?

—Hay muchos. Hace poco se lo acusó a Dante de tener cierta inquina con los judíos, con los hebreos antiguos. Me gustaría hablar de uno para hacer una especie de reivindicación mágica de ese destrato con las minorías. Dante hace una apología de un personaje femenino en muy pocas líneas que implican la condena de un salvajismo machista. Me refiero a la Pia de' Tolomei, que cierra el quinto canto del Purgatorio. Es una mujer a la que el marido tiró por la ventana, no sé si sabe si en un ataque de furia o fue un hecho premeditado porque se quería casar con otra mujer. Hay toda una historia atrás que conviene o no saberla. Ella dice toda su historia: “Acuérdate de mí, que soy la Pía. Siena me hizo, me deshizo Maremma”. Eso es todo. Nació en Siena y murió en Maremma. Es muy conmovedor cómo dice “Acuérdate de mí”: no tiene a nadie más. Y justamente me hizo recordar siempre a la Pía, que aparece de esa manera tan fugaz y mucho más contundente que los otros personajes que hablan en ese canto que dedican mucho tiempo a contar su penuria. Ella en cinco o seis versos cuenta toda su historia. Me gustan muchos personajes. Todos los personajes tienen una historia muy viva.

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