En el 2002, Adrián Dall’Asta creó la Fundación Padres en respuesta a la creciente cantidad de consultas que recibía sobre drogas y otras problemáticas que las familias le hacían sobre sus hijos. Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades, lleva años brindando conferencias sobre temas vinculados a la adolescencia y al sano desarrollo. Escribió Diversión peligrosa, hijos en peligro (Editorial Bergerac 2010) y Te lo conté un domingo (Logos 2018).
En un diálogo moderado por Carolina Balbiani en el marco de Experiencia Leamos, el ciclo de encuentros que la plataforma Leamos.com brinda como beneficio exclusivo para sus suscriptores, Dall’Asta conversó con Fernanda Sanguinetti, la autora del ensayo Cuando la droga entra en casa (contenido exclusivo de Leamos), sobre el abuso de sustancias en la juventud.
¿Cómo ingresa la droga a una familia? Para Dall’Asta no se trata ni de azar ni de suerte ni de factores externos imposibles de imaginar o de contener, sino de una serie de señales concretas que hacen a la afectividad y a los vínculos, y que van mostrando características de una personalidad con mayor o menor grado de vulnerabilidad. En ese sentido, para Dall’Asta el radar de la madre o del padre es fundamental. “Así como la presencia”, claro. Y no hay que pensar en familias perfectas sino entender que se habla de personas reales.
Para Dall’Asta, “se han normalizado muchas conductas adictivas”, como las previas, esos encuentros en que se alcoholizan para salir a bailar. La previa, entonces, “se volvió casi un imperativo cultural: sin previa no hay fiesta, sin previa no hay diversión”. Para el experto, es necesario reconocer que no sólo el consumo de alcohol está prohibido para menores de edad, sino que no es necesario alcoholizarse para pasar un buen rato.
La normalización de estas conductas provoca una pérdida de la tolerancia social: a diferencia de hace unos años, en la actualidad aquel que no participa del consumo abusivo del alcohol puede ser visto como un “un tarado o un buchón o alguien que queda fuera del sistema”. La amenaza que late en estas conductas es que abren la puerta a una posible adicción.
Muchos adolescentes creen que nunca sufrirán una sobredosis, un coma etílico, o una mala experiencia con una sustancia. El famoso Eso no me va a pasar se trata, para Dall’Asta, de una conducta omnipotente usual entre los jóvenes. Romper con esa omnipotencia provoca conflictos que las familias tienden evitar, “pero no hablar, no dar herramientas, es una estafa emocional”. Es decir: al no hablar de estos temas con los hijos, los padres no les dan las herramientas necesarias para enfrentar la realidad. Se les muestra un mundo inexistente, “cuando el mundo está lleno de conflictos”. La libertad, justamente, se caracteriza por el hecho de que puedan resolverlos solos.
Un joven o un adolescente sin la suficiente capacidad de resolver conflictos, continuó Dall’Asta, un joven con baja tolerancia a la frustración, que no reconoce su propio ser, su autoestima, tiene altas chances de caer en drogas y por ende terminar en una adicción. El diálogo es necesario; la prevención, determinante.
Ver la entrevista completa en Experiencia Leamos.
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