Pacho O’Donnell lo ha hecho todo: es historiador, ensayista, dramaturgo, médico especializado en psiquiatría y psicoanálisis, y escritor de ficción de novelas y cuentos. Fue diputado y senador nacional, titular de secretaría de Cultura tanto de la Ciudad de Buenos Aires como de la Nación, embajador argentino en Panamá y en Bolivia, y Ministro Plenipotenciario en España. Es ciudadano ilustre por la Ciudad de Buenos Aires, y caballero de la Orden de Isabel la Católica por el rey Juan Carlos. Es autor de numerosos libros, entre ellos Historias argentinas: de la conquista al proceso, El Che: la vida por un mundo mejor, Los héroes malditos, y Caudillos federales: el grito del interior.
En el marco del ciclo “Leamos Historia Argentina”, el historiador conversó con Ezequiel Martínez de su nuevo ensayo, que en breve estará disponible en la plataforma Leamos.com, El revisionismo histórico.
“Soy un apasionado del revisionismo histórico”, comenzó y dijo que lo define como la historia contada desde una versión nacional, popular, federal e iberoamericana. La historia que nos cuentan y nos enseñan, explicó, es la historia liberal y oligárquica que surge después de la batalla de Pavón, cuando finalmente Buenos Aires se impone a las provincias. “Es una historia que refleja sólo la ideología de los vencedores”. Es porteñista y centralista. No tiene en cuenta a los sectores populares, a la vez que desvaloriza a la mujer y excluye a los pueblos originarios. Esta forma de narrar los hechos, siguió O’Donnell, se usó como un aparato ideológico del Estado, que, para cumplir esa función, tuvo que apañar la historia; iluminar ciertos personajes y circunstancias, y oscurecer otras. Por eso surgió la inevitable necesidad de cuestionarla, de revisarla.
La Historia, por ejemplo, ve a Rosas como a un dictador y, para O’Donnell, no es accidental, porque “si elogiás a Rosas, elogias a los jefes populares”. No por nada, los jefes de la Revolución Libertadora del 55 que destituyó a Perón dijeron “hemos destituido a la segunda tiranía”. Más allá de sus errores y de la violencia en tiempos violentos, la gran oposición a Rosas se debe, según O’Donnell, a que mantuvo a raya y fuera del gobierno a los sectores más poderosos y oligárquicos. “No se perdonaron y, entonces, al no poder matarlo en vida, lo mataron en la memoria”.
En lo cotidiano, algunas consecuencias de esta historia parcial tiene como ejemplo que en la ciudad de Buenos Aires no haya calles con nombres de caudillos. “Aquellos que marcaron tanto la historia, que fueron héroes de la Independencia, como Estanislao López, Francisco Ramírez y Juan Bautista Heredia, no tienen su lugar”, dijo. Tampoco hay calles con nombres de batallas en las que triufaron los federales y hay sólo un 3% de calles con nombres de mujer.
La historia oficial, señaló O’Donnell, siempre se ha mostrado como la historia natural “como si no hubiese otra posible”. Con el revisionismo, entonces, se han logrado ciertos avances. Por ejemplo, la reivindicación de Güemes. Hoy en día la historia argentina lo reconoce como el gaucho patriota y valiente que fue. Pero no se cuenta que fue un jefe popular extraordinario seguido por las masas con absoluta lealtad. “Venía de una clase social alta y sin embargo se comprometió con los intereses de los sectores populares, lo cual, justamente, lo llevó a la muerte”. Eso, dijo O’Donnell, “tampoco te lo cuentan”. Y, si no conocemos nuestra verdadera historia, “seguiremos a los tumbos”.
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