Mario Méndez es sinónimo de literatura infantil. Autor de unos cincuenta libros, algunos de sus títulos son El monstruo del arroyo, El vuelo del dragón, El aprendiz, Gigantes, por el que obtuvo el premio de Alija en 2011. Pero si uno dice que es sinónimo de literatura infantil, no es solo por su rol de escritor, sino también por su tarea como editor. Méndez ha fundado el sello Amauta junto con Jorge Grubissich: a lo largo de los años han publicado libros de Carolina Tosi, Florencia Esses, Franco Vaccarini y un largo etcétera.
En una entrevista a cargo de María Belén Marinone en el marco de Experiencia Leamos --el ciclo de entrevistas que es exclusivo de los suscriptores de la plataforma Leamos.com--, Mario Méndez habló de cómo hacer promoción de la lectura en la infancia.
Tanto los padres como los docentes, dijo, tienen la función de ser vectores de contagio de la lectura. Pero, un padre o una madre le dice a su hijo que lea pero ellos nunca lo hacen, el niño no encuentra lo atractivo en la lectura. Ahí, entonces, aparece el rol de la escuela, que, para Méndez, ha suplido en gran parte la figura de la familia no lectora: “La mayoría de los chicos leen gracias a la escuela”, dijo. Pero, para que eso suceda, es responsabilidad del maestro: a veces en la hora de la lectura, los maestros se ponen a corregir y con eso vuelve el doble discurso. Como docente, recalcó, “si es la hora de lectura, leemos todos”.
“A todos nos gusta que nos lean”, dijo Méndez, y recomendó como herramienta para fomentar la lectura en los chicos elegir un cuento por día y, sin ceremonia alguna, empezar a leerlo en voz alta. O quizá antes despertar el interés con una frase tan sencilla como atrapante: “¡mirá que bueno esto!”. Que te lean, dijo, es algo del orden de lo afectivo. Compartir el párrafo de una novela o una poesía o un cuento es una buena manera para despertar el interés de los niños en la lectura.
Ahora bien, la lectura en la infancia puede ser un hábito saludable y una forma de constituir personas con autonomía y pensamiento propio, pero pensar la literatura en términos de valores da escalofríos. “Todo lo que uno escribe tiene valor”, dijo Méndez, “y se puede conectar con los principios morales, ideológicos y políticos del autor”, pero, ponerse a pensar en la literatura como un transmisor de estos termina degradando la creación en un mensaje y deja al texto con gusto a receta. El objetivo de la literatura infantil, dijo, tiene que ser el mismo que el de la literatura para adultos: entretener. Cuando uno lee, es claro que aprende y entiende mejor el mundo. Pero, al fin y al cabo, lo hace porque lo divierte, porque es un cable a tierra. O un “barrilete al espacio”.
Ver la entrevista completa en Experiencia Leamos.
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