“Cada vez que leo a Borges”, dice el físico Alberto Rojo, “me produce una herida distinta”. El científico argentino que desde hace años vive en Estados Unidos y trabaja en la rama de la física que se dedica al universo microscópico es autor del genial Borges y la física cuántica (Siglo XXI), un ensayo de divulgación que toma como punto de partida el cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan” para hablar la coreografía de las partículas en el mundo invisible.
A lo largo de una hora, Rojo habló de su libro con los suscriptores de la plataforma Leamos.com. El encuentro se produjo en el marco del ciclo Experiencia Leamos. El encuentro fue moderado por Patricio Zunini. Aquí algunos puntos más relevantes del encuentro:
—¿Qué importancia tiene la belleza en una teoría científica?
—Mucha. La estética, la belleza y la ciencia no son antagónicas. La misma imaginación que crea el arte crea la ciencia. La ciencia trata de describir de forma concisa y unificada y sintética el universo. En esa misma definición ya hay un criterio de la estética, porque, cuando uno hace una pintura o tiene que elegir qué representa de la realidad, nunca es algo absolutamente fotográfico. Tiene que reducir la tridimensionalidad a la bidimensionalidad. Hay muchas instancias en la historia de la ciencia en que la nueva teoría se encuentra persiguiendo un horizonte de simplicidad, de elegancia y de belleza que tiene la nueva teoría y no la anterior.
—Borges decía en La cifra que la metafísica y la religión son dos ramas de la literatura fantástica.
—Y la física, de alguna forma, también. Borges escribió un cuento en 1942 que describía una interpretación de la física cuántica que se publicaría recién en 1957. Los trabajos tienen una especie de correspondencia. El trabajo científico se puede leer como literatura fantástica y el cuento de Borges se puede leer como un trabajo científico. Hasta el cuento de Borges nadie había concebido al universo como un laberinto temporal. Había teorías sobre el tiempo cíclico, el eterno retorno, pero la idea de que en cada decisión que uno toma, el universo se replica en tantas copias como alternativas había aparece en el cuento de Borges prácticamente por primera vez. La teoría científica de 1957 dice que el universo elige todas las posibilidades y existimos en todas. En este momento tenemos conciencia del universo en el que estamos viviendo. Es una idea loquísima que para muchos es un placebo verbal, pero gradualmente en la comunidad científica está tomando aceptación.
—¿Por qué mencionás a Borges cómo poeta?
—La poesía es un intento de expresar lo inexpresable. Extrapola ese cuadriculado de la realidad que es el lenguaje y explora todos los lugares a los que el lenguaje no pude llegar. Yo conecto una frase de Heisenberg, a propósito de que, en la física cuántica, las partículas microscópicas tienen un comportamiento dual y son a la vez partículas y ondas. Esa extravagancia del comportamiento microscópico, dice Heisenberg, es una expresión de la limitación de nuestro lenguaje. No tenemos un concepto afín en nuestra experiencia cotidiana que describa esa realidad. Ahí es donde entra la poesía. La física se queda sin palabras, no tiene cómo describirlo. Y los grandes poetas son los que avanzan sobre los límites del lenguaje. Con las grandes poesías tengo la idea de que estoy entendiendo algo que no podría haber entendido de otra manera. Ahí es donde Borges cumple un papel como ningún otro escritor, y aparece citado en miles de papers de física, de matemática. Borges es un poeta que combina de una forma increíble y única, el lirismo con la precisión. Yo siempre lo comparo con Bach.
—¿Por qué mencionás a Galileo como un gran poeta?
—Galileo es un poeta de la ciencia, un artista de la ciencia. Italo Calvino decía que era el mejor escritor italiano “en prosa”. Aclaró eso para dejar a Dante fuera. Galileo es un creador de metáforas maravillosas como ningún otro escritor ha conseguido. En el medioevo había dos grandes libros: la Biblia y el universo. A la Biblia la podían leer los clérigos, pero al libro del universo no lo podía leer nadie. Y Galileo dice, después de haber avanzado no solo en la teoría copernicana sino en el método científico, una frase casi borgiana: el libro del universo está escrito en lenguaje matemático y sus caracteres son formas geométricas, y sus caracteres son triángulos, círculos, cuadrados, y el que no los conozca deambula en un oscuro laberinto.
—También pintó unas acuarelas de la luna, ¿no?
—Él ve el cielo y ve la luna con un telescopio casero, que es como de juguetería. Ve el cielo en noviembre de 1609 y, como había tomado clases de perspectiva y en Italia ya existía el claroscuro, miró la luna y entendió que las rugosidades de la luna eran cráteres. La unidad de la física con el arte es importante, pero también es necesaria una educación integral. Hay muchos casos en la historia de la ciencia en que una persona resuelve un problema de Física gracias a los conocimientos artísticos que tenía incorporados.
—En el libro contás que encontraste un poema inédito de Borges, pero: ¿lo tiraste?
—A veces uno escribe y se promete a sí mismo no aclarar ciertos puntos.
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