Diana Cohen Agrest es doctora en Filosofía, escritora, docente e investigadora. En 2009 obtuvo el premio de la UBA a la Divulgación de Contenidos Educativos en Medios Periodísticos Nacionales y en 2016 el Konex de Platino en Ética. Distinguida por su labor intelectual y social, es fundadora y presidenta de la Asociación Civil Usina de Justicia, y autora de numerosos artículos académicos, periodísticos, y de ensayos y libros como Ausencia perpetua, Inseguridad y trampas de la injusticia y Ni bestias ni dioses.
En una entrevista a cargo de Ezequiel Martínez realizada en el marco de Experiencia Leamos --el ciclo de encuentros que son beneficio exclusivo de los suscriptores de la plataforma Leamos.com--, Cohen Agrest habló de su nuevo ensayo, La verguenza, la derrota narcisista (IndieLibros), un texto en el que indaga cómo la vergüenza, que se instaló ya desde el relato del Génesis, a partir de la cultura mediática estaría en una fase de declinación.
¿Cuál es la diferencia entre el pudor y la vergüenza? “El pudor es la antesala de la vergüenza”. El pudor, como en la escena de Adán y Eva, es el impulso a cubrirse ante la posibilidad de exponerse o exponer algo que nos avergüenza. Con las zonas genitales, la vergüenza se instala en el mundo. El papel del pudor, dijo Cohen Agrest, no es menor que el de la vergüenza porque “precisamente, como es previo, permite que en un mismo gesto la vergüenza pueda ser evitada”. Pero el pudor es pasajero, volátil; en cambio, la vergüenza persiste y, por eso, es uno de los sentimientos más agudos y, también, más ocultos.
Lo llamativo es cómo el desnudo, que fue el motivo de vergüenza a lo largo de la historia, hoy, con la llegada de Internet es algo que se exhibe sin reparo. “Pasamos a un voyeurismo virtual”, dijo, donde se busca exhibir todo: quizá un minuto de fama nos traiga dinero, seguidores y beneficios que nos consagren aun a costa de la vergüenza. Esta decadencia de la vergüenza puede atribuirse desde un punto de vista moral al decir “ya nadie tiene vergüenza, se perdió”, pero también podría pensarse en cómo se va desdibujando la división entre lo vergonzoso y lo no vergonzoso a través de cambios culturales. “Donde llegamos a un punto que no solo lo que avergonzaba ya no da vergüenza, sino que además se busca, adrede, exhibir aquello que hasta ahora estuvo oculto”. Así, asistimos “al eclipse de la vergüenza”: parece que cuanto más se muestra uno, más es.
Ver la entrevista completa en Experiencia Leamos.
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