Una bandera de Boca. Martín Kohan hablaba a la cámara y en el fondo de la habitación aparecía soberbia, altiva, emblemática la bandera de Boca. “Tiene muchos Obeliscos”, decía orgulloso. El autor de Ciencias morales, Dos veces junio, Fuera de lugar, Me acuerdo, entre tantos otros títulos, es un xeneize fanático. Tan apasionado del fútbol como lo es de la literatura.
Kohan, uno de los escritores más destacados de la actualidad, participó en una entrevista a cargo de Patricio Zunini, en el marco de la Experiencia Leamos, un ciclo de encuentros exclusivos para los suscriptores de la plataforma Leamos.com.
Fue una charla intensa de casi una hora y media, en la que hizo un recorrido por los distintos intereses que atraviesan su literatura. “Diría”, dijo, “que el horizonte de lo que escribo es siempre la poesía. La relación que establezco con las palabras al escribir narrativa, pero también al escribir ensayos, tiene el horizonte de la poesía. Si consideramos por poesía la prioridad de las palabras en su sonoridad, en lo que producen rítmicamente, en su musicalidad, en su tonalidad”.
Martín Kohan habló también de su nuevo libro, Me acuerdo (Ed. Godot), que sigue el modelo iniciado por Joe Brainard y continuado por Georges Perec. El tema del libro es cómo los recuerdos personales pueden funcionar como recuerdos no personales. Para usar una categoría que desde hace varios años ha tomado fuerza, un libro como este, escrito en primera persona y que trabaja con recuerdos propios es una versión anti-literatura del yo.
“Se tratan de recuerdos personales en la medida en que el pacto de lectura supone y requiere que todo lo que uno pone en un libro como Me acuerdo provienen de la propia vida y son recuerdos verdaderos”, señaló Kohan. “Pero los recuerdos se presentan para ser contemplados como una colección de objetos en una repisa y no como instancias de elaboración de una memoria. La memoria supondría narrarlos, desplegarlos, insertarlos en una secuencia biográfica —y en este caso autobiográfica— y, al mismo tiempo, el involucramiento subjetivo de quien escribe supondría dar sentido e imprimir una carga afectiva a eso que se está evocando. Bien: Me acuerdo es exactamente lo contrario”.
La charla abundó en citas y lecturas, la tradición de Saer y Piglia, las lecturas de Sarlo, la influencia de Fogwill, la herencia de Borges. Hacia el final, Kohan habló de cómo afecta a la literatura la “policía” de lo políticamente correcto. “Es un régimen de censura”, dijo, “que activa un aparato descomunal de hipocresía y debilita las luchas de la Justicia en las condiciones sociales reales. El cuidado de las formas se vuelve máscara, coartada. Los países donde más se cuidan esas formas son los países donde un policía le mete una rodilla en la nuca un detenido y lo mata”.
Para Kohan, eso no es sino una forma vana de calmar las conciencias y por eso, se vuelve tan ofensivo: “El agravio está en el disimulo. A muchas personas les cuesta decir ‘judío’ al judío. A veces encuentro por escrito que dicen ‘Este escritor de origen judío’: No, de origen judío no: judío. ¡Soy judío! Los biempensantes de lo políticamente correcto son los que me insultan, porque creen que si me dicen judío me agravian”.
La entrevista puede verse en el espacio de Experiencia Leamos.
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