“Si usted cree que los artistas son inútiles, trate de pasar la cuarentena sin música, libros, poemas, películas ni pinturas”. Hace algunos días, Stephen King publicó esta frase en Twitter y le dio, como si hiciera falta, una capa más a la importancia de la cultura. Los consumos culturales entretienen, sí, pero sobre todo dan una identidad y un propósito. Somos lo que los discos, los libros, los poemas, las películas y las pinturas hicieron de nosotros: somos, en resumen, lo que los artistas hicieron de nosotros.
“Paraíso ordenado” es el nuevo lanzamiento de la editorial digital IndieLibros, que surge con el objeto de ratificar esa idea. La colección está dirigida por Matías Bauso y tiene una propuesta alucinante: cada uno de los autores que participan en ella escribe un ensayo en relación a una obra —que puede ser una canción, una serie, un libro, etc.—, pero, en lugar de contar la historia de la creación, cuenta cómo lo sacudió, lo cambió: cómo lo formó.
En un punto, el proyecto tiene una aspiración borgiana —de hecho, el título de la colección, surge del poema “Las causas” de Borges—: no solo porque pone al arte delante de la vida, sino porque propone alcanzar una universalidad de individualidades para dibujar un nuevo mapa cultural, que se conforma por el gusto personal de cada autor.
Entre los participantes, se pueden destacar a Ana Navajas, Ángeles Salvador, Bernardo Erlich, Rafael Filipelli, Juan Villegas, Florencia Scarpatti, Diego Geddes, Julia Moret, Maia Debowicz, Federico Fashbender, Esteban Castromán. Los temas que abordan son tan variados como Miles Davis, Britney Spears, “Blow out”, las películas de David Lynch, etc.
Los primeros títulos
Cosas sin nombre a kilómetros de hoy (sobre “Cuentos decapitados” de Catepecu Machu), de Nicolás Igarzábal
Dice Abril Sosa en el prólogo: “No puedo afirmar que todas las cosas aquí dichas sean ciertas, porque la memoria deforma los recuerdos, y son los otros, son las historias ajenas las que dan forma a la propia; al menos en la vida de un artista, que con el tiempo se va acostumbrando a mirarse a sí mismo a través del juicio y la percepción ajena, todo recuerdo también es una manera de falsear la realidad. Pero son palabras veraces, en el sentido más dulce de la palabra”.
La rebelión de los niños (sobre “Pink Floyd The Wall” de Alan Parker), de Luciano Lamberti
Un chico de 16 años escribe en su Olivetti. Es (casi) lo único que hace. Hasta que un viernes a la noche ve “The Wall” por televisión. Le estalla la cabeza. “¿Qué era eso que le había pasado por encima? ¿Cómo un producto artístico podía tener ese poder sobre su mente? Nada sería igual a partir de ese punto. La película le había mostrado todo lo que él sabía desde siempre y nunca había sido capaz de decir”. El escritor, ahora de 40 años y hombre familia, se pregunta por el chico de 16 que fue, indaga en él y trae al presente un oscuro hecho del pasado.
No quiero que te olvides de mí (sobre “La sociedad de los poetas muertos” de Peter Weir y Tom Shulman), de Esteban Serrano
En “La sociedad de los poetas muertos” uno de los personajes se suicida. Durante la escena del suicidio me revolqué en la butaca del cine indignado, tenía ganas de gritar que era una locura innecesaria esa muerte, que no me podían hacer eso. Mi abuelo se había matado cinco años antes tirándose abajo de un tren en la estación de Belgrano R. Se despertó una mañana muy temprano se despidió de mi abuela y no lo vimos más. Yo dormí en su casa, lo escuché agarrar las llaves antes de salir. Cuando pasó lo de mi abuelo, y nunca hasta hoy, me quejé con nadie, ni grité, ni me ahogué en mocos por su suicidio pero en la película no podía parar. Mi reacción frente a esas dos muertes tiene escrito, en clave, quién soy.
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