John Le Carré es un especialista de la novela de espías: valgan como ejemplos El espía que surgió del frío y El topo. Y es el único escritor capaz de escribir un libro en donde no se tira un solo disparo y, sin embargo, la tensión sobre la trama y los personajes es tan angustiante que uno termina de leer conteniendo la respiración, casi sin parpadear. La lectura de Le Carré es una experiencia física.
Esto es por su destreza narrativa y por la manera paciente en que construye la historia, pero, fundamentalmente, porque todo lo que dice parece verdad. Al igual que con Graham Greene, Dorothea Bennett y Alistair MacLean, la verosimilitud de las historias de Le Carré es atronadora. Hay otros escritores que sorprenden por la pirotecnia de lo fantástico —el caso más renombrado sería el de Ian Fleming—; Le Carré le saca todo encanto a la labor del espía: va al hueso, a la zona gris, incluso podría decirse que entra un terreno burocrático, y eso, paradójicamente, lo vuelve más sorprendente, más inquietante.
En su nueva novela, Un hombre decente (Planeta), la trama gira en torno al impacto del Brexit: cómo Gran Bretaña quedó obligada a pegarse a la política económica de Estados Unidos desde que decidió “abandonar” Europa. La trama se puebla de espías, traidores, doble agentes y algunos otros extras, y se mueven en la sospecha continua: el motor que los servicios de inteligencia requieren para seguir vivos. A veces, Le Carré hace que sus espías sólo jueguen a ser espías.
Uno de los placeres del género es que ir armando teorías página a página, por lo que voy a decir muy poco del argumento. Nat es un agente veterano a punto de jubilarse, que, por la sombra creciente de Rusia en Europa, recibe la misión de monitorear las acciones de un mafioso ucraniano. Es una labor rutinaria, superflua. Mientras tanto, consume el tiempo tratando de enderezar a su hija y se dedica con pasión a jugar al badmington. Es tan bueno en este deporte, que muchas veces lo ha usado para convencer a espías extranjeros para que se conviertan informantes británicos. Pero entonces, “aparece” Ed, un chico de veintipico que quiere ser su nuevo contrincante. Ed es analista en una agencia de medios de comunicación y ve a la relación entre Trump y Putin como el ascenso de la tiranía en Occidente. Nat ve en este chico la posibilidad de poner entre paréntesis a su retiro.
Es sumamente interesante la manera en que Le Carré aborda la geopolítica: cómo Europa se convierte en un teatro de operaciones en donde lo más importante es el equilibrio de fuerzas. Un hombre decente es un gran libro, uno de esos que se leen con ganas y se comentan en la sobremesa del domingo, uno que, sin grandes pretensiones, abre un camino hacia otras lecturas.
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