Cabe preguntarse a quién pertenecía la Argentina del siglo XIX, el país de las guerras civiles, el que todavía no había recibido la gran corriente inmigratoria producto de las crisis en Europa. El poder se iba pasando casi de mano en mano y en 1874, Sarmiento le dejaba su lugar a Avellaneda en una de las elecciones más fraudulentas de la historia. Mitre, que había precedido en el cargo a Sarmiento, y deseaba volver, no aceptó el resultado de la votación y ante ello dio una respuesta que, trágicamente, se ha dado muchas veces en nuestra historia: a un gobierno ilegítimo se lo baja con una revolución.
Cabe preguntarse también qué se entiende por gobierno ilegítimo en los diferentes momentos del país. Y qué grado de legitimidad había tenido el gobierno de Mitre. Pero en 1874, si Mitre no era legítimo, al menos estaba legitimado. Mitre era una gran figura para la Argentina. Había sido el general en jefe de los ejércitos de la Triple Alianza, había trabajado a destajo en Buenos Aires acompañando a las víctimas de la fiebre amarilla mientras Sarmiento y Alsina, presidente y vice, abandonaban la capital. Su presencia era querida y respetada. Por eso muchos de sus compañeros de armas y muchos civiles se acercaron a él para acompañarlo en la revolución. Mitre logró reunir casi 6.000 hombres: una fuerza enorme.
Entre sus aliados estaba el coronel Francisco Borges, una persona extremadamente honesta. Borges le había dicho a Sarmiento que se mantendría fiel a él en tanto durara su mandato, pero una vez entregado el poder, se iría a pelear con Mitre. Sarmiento, entonces, le envió una carta: que se vaya si quiere, pero antes debe entregar su ejército al gobierno central.
“Borges queda atrapado entre dos lealtades”, explica Omar López Mato en diálogo con Infobae. El historiador acaba de publicar Francisco Borges, el coraje inútil por IndieLibros, un ensayo en donde aborda la situación sin solución de quien sería el abuelo de Jorge Luis Borges. “Atrapado en el dilema”, sigue López Mato, “decide cumplir con su palabra. Entrega las tropas a Sarmiento y se va. Pero cuando llega al campamento de Mitre, muchos le salen a recriminar la actitud. Para ellos era una traición. Mitre calma los ánimos, pero Borges queda muy golpeado en su ánimo interior”.
—¿Borges tenía amigos en los dos bandos?
—Hay que recordar que en gran parte de las guerras civiles argentinas, sobre todo después de la batalla de Caseros, hubo oficiales que primero estaban de un lado y más tarde del otro. De hecho, Borges tenía una amistad muy profunda con el teniente coronel Arias, que llevaba las tropas del gobierno para enfrentar a Mitre. Hay un detalle con el que se puede ver la cuestión de la nobleza y la amistad: antes de la batalla hubo un encuentro entre las partes para evitar el derramamiento de sangre. Y el delegado para hablar con Arias, por el afecto que se tenían, fue Borges.
—Cuando Jorge Luis Borges contaba la historia de su abuelo, decía que se había suicidado.
—Por eso hablo del inútil coraje. Borges no usa la palabra suicido pero da a entender que hubo una actitud autodestructiva. Va a la batalla con un poncho blanco y un caballo blanco. Para mostrar su valentía se convierte, justamente, en un blanco de las tropas enemigas. Pero también hay un enfrentamiento de tecnología. Arias se atrinchera en una estancia con 900 soldados que usan Remington, rifles a repetición. La tropa de Mitre, en cambio, estaba muy armada. No habían podido traer las armas que habían prometido desde Uruguay; la mayor parte usaba lanzas y sables. Era una carga suicida lo que pasaba ahí. Borges recibe un balazo y muere después de una larga agonía muy dolorosa.
—Hagamos un poco de historia contrafáctica. ¿Qué hubiera pasado si ganaba Mitre?
—Quizá se hubiese instaurado una democracia menos fraudulenta.
—¿La Ley Sáenz Peña se hubiera anticipado unos años?
—Probablemente, porque Sáenz Peña empieza a predicar la ley al poco tiempo. Carlos Pellegrini, en el último discurso de 1896, 1897, habla de terminar con el fraude. Pero atención: el fraude era una institución mundial. En Estados Unidos existía en five-dolar-vote —yo te doy cinco dólares y vos me votás a mí—; comprar un escanio del Parlamento británico salía tantos miles de libras esterlinas. El problema del fraude electoral era un mal de fin del siglo XIX, donde había un porcentaje de analfabetismo muy alto, una conducción caudillesca y una imposición forzosa.
—¿Qué podemos aprender de Francisco Borges para interpretar la obra de Jorge Luis Borges?
—Borges crece con una carga emocional muy fuerte. Francisco Borges era uno de los abuelos, pero el otro abuelo, por parte de madre, era el general Suárez, héroe de las guerras de la independencia, héroe de Ayacucho. La historia argentina no es un cuento para él, la historia argentina es parte de su familia. Él vive en un ambiente en donde el coraje y el honor, son partes esenciales de su vida, de su educación. Estos dos ancestros, a los que él le dedica sendos poemas, forman parte de su educación. El coraje y la valentía es una parte constitucional de los cuentos de Borges.
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