Un lounge al aire libre: así fue la presentación del ensayo La llave maestra, de Mariano Marquevich. Una tarde sol con buena música a cargo de Maxi Trusso, Mike Amigorena, Fer Dente, Stuka, Chule Von Wernich, Under MC y muchos más, mientras grandes artistas como Milo Lockett y Lucía Herlitzka hacían arte en vivo, y el público podía darse un gusto con la propuesta gastronómica a partir de una amplia variedad de food-trucks. Las obras de Lockett, Fatuzzo y Crespo se rematarán con fines solidarios a través de la cuenta de instagram @lallavemaestrafest. También se recaudaron alimentos no perecederos destinados al comedor Hogar de Cristo del Centro Barrial Padre Carlos Mujica en la Villa 31, cuya entrega será coordinada por Juan Carr.
El escenario elegido del “La llave maestra fest” fue la plaza Brasil, frente al remozado centro de exposiciones de la ciudad de Buenos Aires, pegado a la Facultad de Abogacía. “Elegimos esa locación”, dice Marquevich, “porque es muy ‘llave maestra’. A la izquierda está la villa, la pobreza; a la derecha están los edificios más caros, la riqueza; atrás la facultad —el conocimiento—; adelante el centro de exposiciones —las empresas—; en diagonal está el Museo de Bellas Artes y todo se da a los pies de un árbol al que subís por una rampa en espiral babilónica”.
Esta es la tercera edición del festival. Se hizo en Makena, en el Teatro Maipo y ahora aquí. A través de la convivencia de distintas expresiones artísticas, Marquevich perseguía la misma finalidad del libro: proponer un espacio que permita un reencuentro con uno mismo y con lo que lo rodea. “La dinámica”, explicaba Marquevich, “era que estas distintas cápsulas de entretenimiento musical —de trap, heavy, pop, comedia musical, punk, rock, clásica— tuvieran una duración máxima de veinte minutos y que tanto las canciones, como la pintura y escultura que se fuera gestando respetaran la consigna de curación: ‘canciones que abran puertas’, ‘pinturas que abran puertas’, ‘comidas que abran puertas’ y así todo”.
Marquevich señalaba que su libro podía ser entendido como un libro de autoayuda para los libros de autoayuda. “Los libros de autoayuda”, explicaba, “no son sólo los que las librerías entienden por autoayuda. Todo libro es autoayuda. No hay nadie que lo lea por vos, nadie que lo interprete por vos. La llave maestra es un libro para los libros, para leer antes que cualquier libro. Confronta armónicamente con los catalogados autoayuda porque destila los conceptos que están en todos esos libros, pero los aborda de un modo racional. Destilado de dogmas, de recursos místicos, y de la idiosincrasia tanto cultural como psíquica del autor. Con La llave maestra no te digo que hagas lo que a mí me sirvió o lo que yo estudié —o lo que me daría plata que hicieras—, que es lo que suelen hacer estos autores.”
En este sentido, hay un preconcepto que Marquevich rompe de cuajo: no busca imponer una idea ni un método; propone una sensibilidad racional que nos permita abrirnos hacia lo que nos rodea. Allá afuera está la posibilidad de la felicidad y la trascendencia. No todos podemos llegar de la misma manera, pero todos podemos llegar. El libro se puede conseguir en la biblioteca de libros digitales Bajalibros y en la plataforma de lectura por suscripción Leamos.
“En síntesis”, sigue, “no todo tiene que ser sagrado, ni de una profundidad solemne, pero sí creo que, en un contexto de descreimiento y de desconcierto social, está despertando una necesidad de volver a ciertas bases, donde la celebración y el disfrute corporal pueda volver a tener un sentido y no sea, como habitualmente lo es en Occidente estas últimas décadas, una mera descarga nihilista de placer químico, organizada por intereses económicos externos, desprovisto de incentivos culturales y exentos de un factor profundamente ‘religante’ ya sea intervincular, intelectivo y/o trascendental”.
La propuesta, entonces, es salir de la zona de confort —aunque suene a frase trillada— y lograr una mayor apertura de conciencia. “Se trata, básicamente, de un festival con sentido”, remarca el autor.
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