La primera vez que Damasita Boedo —“la mujer más hermosa de Salta”— se le presentó a Florencia Canale fue mientras escribía Lujuria y Poder, la segunda parte de la trilogía sobre Juan Manuel de Rosas. Fue una aparición marginal: Canale escribía sobre Juan Lavalle —uno de los más grandes rivales de Rosas— y le llamó la atención que Damasita acompañara la peregrinación al norte, para el entierro del general unitario.
Un tiempo después, Damasita volvió a mostrarse, ahora con más insistencia. Florencia Canale entrevistaba a Felipe Pigna por la biografía de Belgrano y de nuevo apareció esa mujer. “¿Pero vos sabés quién fue?”, le preguntó el escritor, y fue un poco más allá de lo que ella había averiguado hasta entonces. “Vos deberías escribir la novela”, le dijo.
¿Cuánto vive una historia antes de ser escrita? Con la propuesta de Pigna, Canale llevó la idea a la editorial. “Se tiene que llamar La vengadora”, le dijo Nacho Iraola, director de Planeta. Todavía faltaba que terminara la vida de Rosas con La hora del destierro y revisara la de Urquiza con Salvaje, pero la trama de Damasita estaba empezando a moverse. La novela finalmente salió el mes pasado y desde su publicación se mantiene como uno de los títulos más vendidos en las cadenas de librerías y en Bajalibros. El libro cuesta 790$ en papel y 399$ en digital.
“Según la historiografía oficial”, dice Canale ahora en diálogo con Grandes Libros, “Lavalle murió en un paraje jujeño donde hacía noche con unos pocos hombres y con Damasita Boedo. Una tropa federal lo encuentra, balean la puerta y una de las balas le da en el esófago, se le aloja en el corazón y lo mata instantáneamente.”
Es una muerte fortuita, improbable. José María Rosa, de quien Canale toma su libro El cóndor ciego como marco de referencia para esta historia, investiga las condiciones en que muere Lavalle y demuestra punto por punto por qué no pudo haber sido como se cuenta. Las hipótesis que evalúa son dos: o fue asesinado por Damasita para vengar la muerte de su hermano o se suicidó. “Dos opciones lamentables para esos tiempos, que deshonraban la figura de este soldado ejemplar”, dice Canale.
—Como si el hecho final de una vida la impugnara completamente.
—¡Por supuesto! Pero a la hora de la ficción, nada me viene mejor que estas hipótesis.
—¿Por qué en el siglo XIX son tan importantes las amantes?
—El amor, tal como lo conocemos hoy, es una construcción moderna. Los vínculos en esa época se instituían de otro modo: eran contratos erigidos por los padres. El padre le elegía el candidato a la señorita y la señorita cumplía la orden. Si después aparecía el amor, bueno: encantado, pero el amor no se buscaba. Por supuesto, la pasión sucede a pesar de uno, a pesar del siglo, a pesar de lo que fuere. La pasión no se puede dominar y para algunos hombres, entonces, la figura del amante era importante.
—Hablás de pasión y pienso que siempre te mostrás en un estado de excitación. ¿Cómo hacés para dominar es fuego interno en los libros?
—¿Para que no se incendien en el primer minuto? Lo dosifico. Yo trato de invisibilizarme, aunque a veces me resulte bastante complejo. Intento mostrar la gran pasión argentina del siglo XIX en todas sus facetas. No solamente hablo del amor entre un hombre y una mujer. Precisamente hablo de la pasión de estos hombres, con estas ideas, con ideales, con estos apasionamientos enloquecidos. Intento mostrar cómo se canaliza la pasión, sobre todo en un siglo donde el asunto no era fácil. Tener una mente afiebrada como la de Damasita y sobrevivir a esa fiebre: eso es lo que me da mucha curiosidad. ¡Cómo hacían para vivir con esa fiebre!
—¿Qué esperás del lector?
—Con esta novela, que es tan nuevita, pero con la que ya recorrí bastantes sitios del país, me llama la atención la recepción tan positiva que provoca. Si puedo soñar, me gustaría que los lectores se queden fascinados con la historia argentina y que le entren de cabeza a nuestro siglo XIX, que es tan maravilloso e interesante. Me ha sucedido que se me acerquen lectoras —en general mujeres— y me digan “Ahora sí la historia me parece interesante”. ¡La historia es interesante! Con perdón de la historiografía, la historia es más que fechas, batallas, movimientos. Eso es un plomazo. La historia son los vínculos, las costumbres, las relaciones, los hechos. Es lo que le pasa a los hombres y las mujeres en aquel contexto. Yo escribo sobre hombres y mujeres que existieron. Que estuvieron y que hicieron lo que pudieron. La historia de Damasita y Lavalle es la tragedia criolla más tremenda del siglo XIX. Son Montescos y Capuletos manejados por la pasión. No digo amor: digo pasión.
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