Agostina Mileo es comunicadora científica y doctora en Epistemología. Integrante del colectivo Economía Femini(s)ta, el año pasado sacó Que la ciencia te acompañe (a luchar por tus derechos) y ahora acaba de publicar Instonto maternal por el sello digital IndieLibros.
Este nuevo libro de Mileo es tan revelador como inquietante: a partir de experiencias científicas —como medir los niveles de oxitocina antes y después de conocer a un nieto—, datos estadísticos y papers académicos, se desprende que el vínculo mujer-madre no es directo ni obligatorio, ni siquiera el camino esperable. De hecho, un dato de la Argentina: menos del 45% de las mujeres de entre 19 y 49 tienen hijos; no llega a ser una de cada dos.
¿Cuántos prejuicios se desprenden de la creencia de que existe un instinto maternal? "Cuando vemos aparecer el instinto maternal como razón para negar el acceso a un derecho (como la interrupción legal del embarazo en caso de violación)", escribe Mileo en el libro, "cuestionar y preguntarse cuánto se sabe acerca de los mecanismos 'naturales' de la maternidad resulta imprescindible". Por ese lado avanza Instonto maternal: busca poner en evidencia los límites que la obligación de la maternidad le imponen a las mujeres en el desarrollo de una carrera o de su independencia, así como también la idea de que una categoría sexual es más válida que otras.
"Pensar que la maternidad no es un destino", dice Mileo en diálogo con Grandes Libros, "saca el estigma que las personas que no quieren ser madres son egoístas o son insensibles. Porque si no tiene relación con estas características personales, sino que hay una construcción social para generar un sistema opresivo en el que la maternidad deja a las mujeres en lugares más difíciles para acceder a posiciones de poder o a la independencia económica, la idea de pensar que la maternidad no es un destino revierte esa cuestión".
—¿De qué manera se revaloriza la elección por la maternidad al definir que, justamente, es una elección y no una imposición?
—En realidad todavía no se definió que sea una elección y no una imposición. En realidad, más que elegir se madre, lo que se revaloriza es elegir no serlo. Empieza a tener valor algo que antes no lo tenía. Se pensaba que era ir en contra de un orden natural, de una cuestión inherente al ser mujer. Al decir "No, es una opción" se revaloriza la posibilidad de no tener que hacer algo que muchas veces es a pesar nuestro.
—¿Cómo entra la idea de que el instinto maternal es una construcción social en la discusión por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo?
—Muchas veces en el debate se expresó la elección del aborto como la manera de elegir cuándo ser madre. Pero también se puede ser elegir no ser madre. Durante mucho tiempo, la historia de la ciencia ha planteado a las relaciones sexuales como un rasgo fijado para facilitar y garantizar la reproducción. Esa utilidad reproductiva hizo que privilegiemos ciertas prácticas por sobre otras. De hecho, cuando nos referimos a relaciones sexuales, muchas veces hablamos de una sola práctica, que es la penetración. Una persona que tiene sexo no lo hace necesariamente porque quiera tener hijos y no es una consecuencia que deba enfrentar porque "Abriste las piernas" o "Bien que te gustó". La penetración tampoco es la práctica más placentera para las mujeres: sólo un tercio de las mujeres dice tener organismos mediante la penetración, mientras que el 95% de los varones heterosexuales reporta tener orgasmos durante las relaciones. Quienes, estando embarazadas, digan "No quiero continuar con este embarazo" no son malas ni están falladas. Libera un poco de la sensación asociada a ciertas cuestiones religiosas de pagar un precio por un pecado.
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