Paula Puebla: “El sexo hasta ahora estaba escrito por hombres”

La autora de “Una vida en presente” (Ed. 17Grises) habla de los tabúes en la literatura y en el feminismo.

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Paula Puebla (Martín Rosenzveig)
Paula Puebla (Martín Rosenzveig)

Cuando salió la primera novela de Pola Oloixarac, Las teorías salvajes —hace varios años ya; el tiempo pasa para todos—, muchos nos preguntamos si había aparecido una "heredera" de Fogwill. Curioso, por lo demás, que fuera una mujer. Pero, si bien Pola tiene una actitud y una inteligencia comparables con Fogwill, prontamente quedó claro que su manera de escribir no iba por los mismos rumbos.

Quizá sea Paula Puebla —¡otra vez, una mujer!— quien recupere desde Una vida en presente (17Grises) a aquel Fogwill obsesionado por el dinero, el sexo, las conspiraciones del poder, el desencanto moderno, la observación detallista, la disolución personal.

Las clases altas y las clases burguesas tienen vidas muy interesantes, pero que se narran poco

"El tema del dinero fue apareciendo por la profesión de María Guevara, la protagonista", dice ahora Puebla en diálogo con Grandes Libros. "Las clases altas y las clases burguesas tienen vidas muy interesantes, pero que se narran poco, porque hablar de dinero en la Cultura está mal y porque lo más barroso siempre aparece abajo. Pero suceden cosas muy interesantes, que generalmente están cubiertas por esa capa que genera el dinero. Uno se imagina que donde hay dinero no hay problemas y, por supuesto, no es así".

Una vida en presente, de
Una vida en presente, de Paula Puebla (17Grises)

María, la protagonista, es una escort: una prostituta de clase alta. No son muchos los hombres que se acuestan con ella, pero cada uno paga lo que sea. Y ella es capaz de usarlos, manipularlos y esconder su desagrado detrás de una máscara de amor y comprensión. ¿Qué es, en última instancia, lo que pagan los hombres? No es sólo el sexo, sino la ilusión de poseerla.

"María", sigue Puebla, "detenta su poder no solamente desde el dinero sino desde su capital erótico; tiene esta doble posición de poder. Quería que fuera un personaje irritante e irritativo. Que fuera un personaje disruptivo al resto de los personajes que se vienen leyendo en la literatura. Me interesaba que molestaran sus actitudes, su ropa, que hablara bien de su cuerpo, que se gustara a sí misma, que le sacara plata a los tipos. Siempre pensamos en la mujer empoderada que sale a ganarse la vida, pero hay otra parte que se mantiene oculta y hay que contar los relatos completos".

¿Podrías profundizar esta idea?

—En correlato con el movimiento feminista, los personajes que vienen apareciendo son mujeres que salen a la vida, son historias de luchadoras, de guerreras, de guerrilleras, de mujeres contra la adversidad. Y hay muchas otras mujeres que hacen lo mismo, pero, por su carácter irritativo, son dejadas de lado. O tienen algo para decir que no cuadra exactamente con la matriz del pensamiento feminista que se ha establecido en el último tiempo.

Hay una narrativa feminista muy fuerte que funciona como matriz de pensamiento y de producción, que es buena, es transformadora, pero está incompleta.

¿Una vida en presente es un libro que interpela al feminismo?

—Yo creo que puede leerse como un libro "feminista", esa nueva categoría del mercado. Puede leerse con esa etiqueta, aunque no ha sido leído así por los críticos ni el periodismo cultural. Quedó afuera del canon sobre literatura feminista. Sobre eso no tengo nada que decir. Mi personaje profesa su tipo de feminismo, quizá de un corte bastante liberal, pero no lo pensé para que entre en ese canon. De hecho, quedó afuera. Y me parece bien.

¿Por qué?

—Por esto que digo de la necesidad de completar los relatos. Hay una narrativa muy fuerte que funciona como matriz de pensamiento y de producción, que es buena, es transformadora, pero está incompleta. Hay temas que no se hablan: el sexo, la prostitución, el dinero.

¿Te parece que son temas que no se hablan en el feminismo? Yo creo que no son temas de la literatura.

—El sexo hasta ahora estaba escrito por hombres. La descripción de la mujer en tanto sexual ha sido escrita por hombres. Una mujer escribiendo cómo es una mujer teniendo sexo es algo nuevo.

Paula Puebla (Martín Rosenzveig)
Paula Puebla (Martín Rosenzveig)

Si un hombre discute al feminismo puede generar polémica, pero no creo que desestabilice nada. En cambio, cuando una mujer discute al feminismo, problematiza una realidad que habitualmente se trata de no ver.

—No soy de las mujeres que dicen que los hombres no pueden opinar del feminismo. Es un tema polémico, que divide mucho al movimiento. Yo creo que son el 50% de la sociedad y deberían estar presentes en los debates, acompañar en las marchas. Pero cuando una mujer discute con el feminismo no le pasan cosas muy felices. Tengo toda la libertad para escribir las columnas en la Revista Paco, donde nunca me han tachado una línea; pero en medios que puertas afuera se dicen progresistas o feministas, me pedido bajar notas o borrar alguna línea polémica. Las mujeres que conforman el periodismo y la comunicación feminista a veces tienen actitudes cerradas y sectarias, como en su momento lo fueron los grupúsculos de hombres que se publicaban entre ellos y en los que no había maneras de penetrar.

Con las elecciones presidenciales, es un gran momento del feminismo para transformar lo reivindicativo en política de Estado

¿Cómo ves el presente del feminismo?

—Ser mujer es un activo hoy, quizá por primera vez en la historia. Yo no quiero que mi activo sea mi género, mi sexo, yo quiero que mi activo sea lo que escribo. Este año es el más importante desde que el movimiento pasó de ser un grupito de mujeres a una cuestión masiva. Con las elecciones presidenciales, es un gran momento del feminismo para transformar lo reivindicativo en política de Estado. Me fascina ver cómo esta gran masa de mujeres va a votar. Ahí va a decantar el feminismo en política y cuando digo política hablo de partidos, porque muchas veces se dice que no hay que politizar las marchas: el feminismo tiene que ser político, porque si no, es reivindicativo, y eso está bien a nivel cultural y a nivel simbólico, pero lo que necesitamos las mujeres es Estado.

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