Cuando el hijo de Susan Sontag, David Rieff, decidió editar y publicar los diarios tempranos (1947-1964) de su madre -antes de que se convierta en una brillante intelectual y escritora- fue inevitable el planteo de Rieff, con cierto escozor en el prólogo, sobre la exposición de lo íntimo de alguien ya no está.
En el caso de Leonard Cohen. La llama –publicado por Salamandra (2018), con traducción de Alberto Manzana Lizandra y colaboración de Terry Berne-, Adam Cohen también se enfrenta a esa sensación extraña que conlleva mostrar la intimidad cercana de un padre muerto.
Sin embargo, a diferencia de Sontag, este libro si estaba autorizado y pensado en gran parte por el autor de El libro de la misericordia (1984) y, como afirma Adam Cohen, se trata de una edición que "iba a ser su última ofrenda".
¿Pero una ofrenda a quién? ¿Por qué una llama? Esas preguntas empiezan a encontrar sus respuestas desde el inicio de este voluminoso compendio donde lo que queda claro es que para Leonard Cohen escribir era su razón de ser. "Era el fuego que atendía, la llama más importante que avivaba. Nunca se extinguió".
¿Cómo leer este libro? Hay varios caminos que se pueden tomar. Un recorrido posible es aquel que respeta el orden de los 63 poemas elegidos por el propio Cohen, las canciones de sus últimos cuatro discos -que originalmente fueron poesías- una selección de entradas de los cuadernos del cantante y escritor que inició en su adolescencia y continuó hasta el final de sus días, el discurso de la aceptación del Premio Príncipe de Asturias (leído en Oviedo, España, en octubre de 2011) y los últimos emails que envió veinticuatro horas antes de morir. Pero también está la posibilidad de hacer un recorrido menos textual, saltando entre versos, observando los dibujos – que lamentablemente no fueron elegidos, aunque sí sugeridos por Cohen- o las reproducciones facsimilares de las páginas de su diario íntimo.
La llama funciona como el mapa de un hombre pleno de sensibilidades, dispuesto a compartir sus inquietudes y pareceres a través de diversos instrumentos como la escritura, la música y el dibujo.
¿Es solo para fanáticos? Sí y no, es decir: quienes admiren a Cohen van a disfrutar de un libro con detalles únicos que pueden ser leídos como un largo adiós iniciado hace décadas y quienes no sean seguidores de Cohen podrán encontrar un ejemplo de la fuerza creativa como motor. Un incendio para la reflexión de un lector que admita, como Leonard Cohen, estar preparado para despedirse.
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