Gabriela Saidon: "Muchas mujeres se encuentran perplejas frente a la ola feminista"

La autora de “Memorias de una chica normal (tirando a rockera)” habla de su nuevo libro, “El camino de hormigas”, que integra la colección Grandes autores para tramos cortos (IndieLibros).

“El camino de las hormigas”, el nuevo libro de Gabriela Saidon

Las protagonistas de Gabriela Saidon son mujeres ante el abismo. En los diez cuentos que componen El camino de las hormigas, flamante título que integra la colección "Grandes autores para tramos cortos" (Ed. IndieLibros), persiste la sensación del vértigo: la inminente caída hacia el vacío que toma la forma de la violencia, la incertidumbre, la locura, el dolor.

Son relatos —algunos extensos, otros brevísimos— inquietantes: una mujer baja del auto en medio de la ruta, entra a un campo, degüella a una vaca y bebe con gula la sangre; otra urde un plan para envenenar a un enfermo terminal que no se decide a morir; otra más soñó que era una travesti y desanda la historia hasta convertirla en un sueño homofóbico. Hay muertes y hay pérdidas y hay, pese a todo, una necesidad de seguir adelante.

Potentes y elegantes, los cuentos de El camino de las hormigas se cosen con el desconcierto —que nunca es vacilación— de sus protagonistas. Pero, si aquellas mujeres no aprenden nada, es el lector, en cambio, el que no sale de la misma manera en cada historia.

Gabriela Saidon habló con Grandes Libros de El camino de las hormigas.

Gabriela Saidon (Foto: Ariel Grinberg)

Hay algo siniestro en cada cuento que no se termina resolver. En un contexto de lucha contra la violencia machista, siendo que todas las protagonistas son mujeres, ¿cómo esperás que se lean los cuentos?

—Amo lo siniestro como género. Como lo conceptualizó Freud: lo familiar que se vuelve extraño. Y busco tensar esa cuerda. Voy a donde mi imaginación me lleva, y eso está muy explicitado en los cuentos. Algunos fueron escritos antes de la cuarta ola, digamos, y otros, como los que abren y cierran el libro, "El camino de las hormigas" y "youknowmyname", o "Soñé que era una trava", son actuales. Creo que lo que aparece en esos cuentos, y también en los demás, leídos hoy, es, más allá (o más acá) del enojo, la bronca y la lucha contra la violencia machista, una cierta perplejidad en la mirada en las protagonistas. Creo que hoy no solo los varones, sino muchas mujeres se encuentran perplejas frente a la ola feminista, que avanza implacable. Medio perdidas, sin saber cómo actuar, cuál es el mandato que reemplaza, o viendo con miedo la reacción en contra, el aumento de femicidios, el negacionismo en relación al aborto, etc. En otros cuentos sí aparece la bronca representada como violencia ejercida por las propias mujeres, en actos de justicia por mano propia. Volviendo a Freud, matar al Padre, hoy es, también, matar al Hombre, a José Patriarca, digamos, simbólicamente. Eso está en este libro.

La figura de la escritora está presente y uno puede leer ciertos cuentos como "autobiográficos", entre comillas. Pienso en "G", la chica del cuento dedicado a Leo Oyola. ¿Cuáles son los intereses, miedos, fantasmas, que buscás purgar con la escritura?

—En la mayoría de los cuentos hay una narradora en primera persona o en una tercera cercana a la protagonista que no tiene nombre. Nadie la nombra. Tal vez esa inicial en el cuento que mencionás, "El frío del óbito", sea una clave para el resto. No lo pensé así, pero ahora que lo preguntás quizás esa "G" sea una forma de decir sí, soy yo, todas esas soy yo. Pero es el yo que surge en los sueños, en las pesadillas, en el imaginario íntimo. Un yo de ficción, un yo construido (nunca maté ni me comí una vaca cruda, como en uno de los cuentos). El cuento sobre la muerte de mi abuelo lo había escrito antes de que saliera Kryptonita, de Leo Oyola. Cuando empecé a leerlo, dije: No puede ser que empiece igual, con un verbo raro, encima conjugado en el mismo tiempo: "Obitó". Le escribí a Leo, le expliqué y le dije "permiso para usarlo". Tal vez haya cierta ironía en esa supuesta licencia otorgada (encima, por un varón). Ese cuento es el más autobiográfico del libro, y le sacaría las comillas a la palabra. Pero todos, en mayor o menor medida, lo son. Diría que más que purgar miedos, intereses o fantasmas, con la escritura busco ejercer el derecho a cumplir el deseo de escribir. Parece tautológico. Tal vez lo sea.

Colección “Grandes autores para tramos cortos”

Hay una pregunta que recorre el libro, y en un cuento se hace explícita: cómo se cuenta o cómo se transita el dolor. ¿Es el dolor la experiencia más literaria de la actualidad?

—Sí, dolor en el sentido de duelo. Creo que esa sensación de lo perdido está muy presente en la literatura de hoy. La pérdida de un mundo conocido, de las ilusiones, de las cosas como creíamos que eran y ya no son. En lo más personal (que a veces es lo más universal), cuando murió mi papá hace quince años descubrí que el dolor no era nada glamoroso, era sucio, una angustia como de barro o de pantano. Y al revés, como mujer, la revolución femenina me sirve hoy para fortalecerme frente a otras pérdidas. Entonces tal vez la literatura sirva también para pensar cómo atravesar mejor los duelos (por las muertes, las separaciones, el mundo). O quizás sí, conectando con la pregunta anterior, la literatura (leerla, escribirla), sirva para transitar mejor el dolor. Y para cerrar etapas: yo (mi yo real) abandoné esa perplejidad.

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