Los Ramones llegaron a la Argentina varios antes de su primer recital en 1987. Viajaron escondidos en un libro de Stephen King: cuando todo se derrumba, el protagonista de Cementerio de animales empieza a usar como identidad falsa el nombre de los integrantes de la banda. La novela es de 1983; probablemente se haya publicado en español un año después. Por entonces, los Ramones era una contraseña de la contracultura, una banda que se escuchaba casi exclusivamente en los programas nocturnos de la FM Rock & Pop, sobre todo en el de Nagy y el Ruso Verea. La versión argentina del no-future estaba circunscripta a lugares que hoy son míticos, pero, en aquel tiempo, eran más bien marginales.
Todo cambió, sin embargo, después de que estallaran los primeros acordes de "Durango 95" en Obras. La palabra "estallar" es un lugar común del rock pero cualquiera que haya escuchado esa canción no puede sino pensar en una explosión enloquecida. Ese primer recital encontró entre el público a Fito Páez, los Redondos, Luca Prodan.
Se decía que después de cada recital de los Ramones, las bandas punk surgían de a decenas: así nacieron —o se terminaron de formar— Violadores, Attaque 77, Dos Minutos, Flema, la lista es infinita.
¿Cómo fue que esta banda de cuatro acordes como disparos se convirtió en sinónimo de la Argentina? Gerardo Barberán Aquino desarrolla esta pasión inexplicable en un pequeño libro —muy en línea con la brevedad del punk— que sacó la editorial El Gourmet Musical. Con testimonios de músicos como Pil de los Violadores, Ciro Pertusi de Attaque y Walas de Massacre; recortes de prensa, entrevistas a periodistas, productores y fans, Ramones en Argentina no es solo una mirada meticulosa sobre el grupo; es también el fresco de una generación que, a fuerza de pogo, se sacudía la violencia económica, la desidia del Estado y la represión policial.
“¡Es increíble, aquí somos Los Beatles!” (Johnny Ramone)
Unos años atrás, Fernando García publicó un libro absolutamente maravilloso, Cómo entrevistar a una estrella de rock y no morir en el intento (Editorial Jus). Entre otras tantas anécdotas, allí contaba la cacería para dar con la casa de Banfield de Dee Dee Ramone —los vecinos le decían Tití. El ex bajista de la banda se vino a vivir a la provincia con su novia argentina Bárbara Zampini, a mediados de los 90.
Barberán Aquino, por supuesto, cuenta aquella "experiencia sudamericana" y dice, por ejemplo, que Dee Dee se enteró de la última visita el día que fue a cobrar las regalías mensuales que le daban sus canciones —es el autor de clásicos como "I wanna be sedated", "Pet Sematary", "Love kills"— a un Western Union de Suipacha y Córdoba. Y que para volver a reunirse con sus excompañeros, debió atravesar, como un anónimo más, una barrera de fans sobreexcitados.
¿Cuántas veces tocaron los Ramones en Argentina? Seguramente muchas menos de las que todos tenemos en nuestro imaginario. La primera vez fue el 4 de febrero de 1987 en el Estado Obras. Después hubo un salto de cuatro años y regresaron en el 91. Desde entonces vinieron al menos una vez por año —en el 94, ayudados por un dólar bajo y sus pocas pretensiones económicas, lo hicieron en mayo y noviembre— hasta 1996, cuando cerraron sus visitas con un recital en River. Sí, la última vez fue en el 96.
El público argentino tiene una relación especial con ciertas bandas: los Ramones y los Rolling Stones son, sin dudas, los más idolatrados. (No es casual que Capusotto los haya parodiado tanto). ¿Dice algo de nuestra identidad que, de todos los músicos que nos visitaron y nos visitan, los hayamos adoptado a ellos?
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