La carga simbólica del comienzo del año es la oportunidad para plantear cambios en nuestra vida, la posibilidad de reinventarnos, de reconstruirnos. Y no con soluciones mágicas, sino con soluciones prácticas.
Justamente esa es la clave del nuevo libro de Bernardo Stamateas, el autor de Gente tóxica presenta un nuevo trabajo, que le tomó dos años y que, dice, es el que más le gustó escribir. Soluciones prácticas: 30 estrategias para potenciar mis fortalezas y resolver los conflictos (Ed. Vergara) trae una serie de ejercicios puntuales para romper el cerco de la angustia y el dolor.
"Resolvemos los problemas actuando", dice Stamateas en diálogo con Grandes Libros. "No se resuelven pensando: si me quedo analizando y analizando, entro en lo que llamamos parálisis por análisis. Analizo tanto que me quedo inhibido. Lo que hice fue buscar 30 llaves maestras, 30 ejercicios que nos sirvan para casi cualquier problema."
Stamateas explica que le llevó tiempo reunir los ejercicios, porque iba comprobando la eficacia con sus pacientes. "Son ejercicios muy potentes", dice. "A veces un pequeño cambio genera una catarata de cambios y la solución a un problema crónico."
—Es interesante la idea de que no nos permitimos el placer. ¿El placer es algo culposo?
—En Latinoamérica venimos de una cultura muy culpógena. Todo tiene que pasar por el dolor, por el sufrimiento, por el esfuerzo doloroso. De pronto, si estás contento o decís que te va bien, la gente llama al 911. Triunfar en Argentina es pecado, es sospechoso. Venimos de una cultura del "No me lo merezco". Sufrir es el pecado que pago para poder disfrutar. Hay quien te dice: "Con los problemas que tenemos, cómo voy a estar contento". Obviamente los problemas están, pero estamos vivos, hay gente que nos ama y que amamos. Pararnos en lo que sí tenemos es la mejor manera de ir por lo que nos falta. Si me paro en la carencia, en lo que no tengo, me bajoneo. En cambio, si digo: "No logré esto, pero sí logré esto otro", es distinto: es un saldo simbólico.
—¿Cómo hace uno para abstraerse de la realidad cotidiana y revertir esa situación?
—No podemos manejar lo macro. El dólar va a estar lo que está, va a subir o va a bajar, lo que fuese. No podemos cambiar lo macro, pero podemos cuidar lo micro, que es nuestra reacción frente a eso. Porque si no, vamos a tener dos problemas. Siempre tenemos que pararnos en lo que podemos hacer. Los problemas de ansiedad se potencian con la enorme crisis económica y las dificultades que estamos pasando: podemos enfrentarlos parándonos en qué podemos hacer. Tengo miedo de perder el trabajo, ¿qué puedo hacer? Llamar a los clientes, visitar nuevos. Uno de los ejercicios es agarrar un papel y anotar cinco cosas que se pueden hacer. De esas cinco, identificar la más fácil y arrancar por esa. Pararnos en la acción nos da la sensación de que estamos en control y esa sensación nos da estima y fuerza para seguir probando y accionando y de ahí gastar la ansiedad.
Nosotros no tenemos un cuerpo: nosotros somos cuerpo, somos alma y somos espíritu. Cuidar el psiquismo es cuidar nuestro cuerpo
—¿La acción es la manera de sanar o hay que hacer un trabajo terapéutico?
—No necesariamente. Un ejercicio muy potente que puse es "Válvulas saludables de escape". Supongamos que este lugar se prende fuego: tiene dos salidas pero si tuvieramos cinco, tenemos más válvulas de salida. ¿Qué pasa si tenemos una puertita muy angosta? Se nos va a dificultar. Las válvulas de salida son los recursos que armamos para expresar la frustración, la bronca, la tristeza, la angustia. ¿Y cuáles son esas válvulas? Tener buenos amigos —no muchos— es terapéutico. Tener proyectos, no jubilarse psicológicamente. Hacer ejercicio físico. Por más que hables y hables, las emociones quedan guardadas en el cuerpo; hay que expresarlas a través del ejercicio. Y si no podemos resolver un problema, entonces buscar una ayuda profesional. Pero no tiene que ser la primera búsqueda.
—Antes hablábamos del placer y ahora, con estas respuestas, pienso que otra cuestión es la de permitirse el cuerpo. Algo que, tal vez con esa idea platónica del cuerpo como la cárcel del alma, también nos hemos olvidado.
—Hay que oír al cuerpo. Si alguien viene al consultorio con ataques de pánico, yo le digo que el síntoma tiene dos voces: una voz angustiante, que es la que me está diciendo, pero también una de sabiduría, el cuerpo está hablando. Si no escuchás esa voz y decís quiero que el síntoma se dinamite, el cuerpo va a generar otro síntoma. Uno tiene que escuchar al cuerpo. El cuerpo habla lo que la boca no dice. Nosotros no tenemos un cuerpo: nosotros somos cuerpo, somos alma y somos espíritu. Cuando te cortás no decís: "Me duele el cuerpo". Decís: "Me duele". Aunque lo separamos para poder estudiarlo mejor, hoy sabemos que nos enfermamos por muchas causas y una de esas causas son las emociones. Cuidar el psiquismo es cuidar nuestro cuerpo.
—Después de leer un libro como este, ¿cómo se hace para escapar de la idea de que si uno está mal es por culpa propia?
—Nosotros podemos pararnos en tres lugares. El primero es la omnipotencia: yo puedo solo y puedo todo; me pongo el traje de superhéroe, no necesito ayuda ni consejos porque puedo todo. En el otro extremo, impotencia: necesito de todo el mundo porque no tengo ningún recurso. ¿Cuál sería el término saludable? El término de potencia. La potencia es saber que hay cosas que sí puedo hacer y hay cosas que no puedo hacer. Si tengo depresión, eso es una enfermedad, necesito buscar ayuda.
—Llama la atención cómo cada respuesta incluye una jerarquía de conceptos, de categorías.
—Me gusta hablar en metáforas. Los médicos en una guerra usan un sistema de banderitas: el que se muere tiene una banderita negra, al que hay que ayudar va con una banderita roja, y el que puede esperar, una banderita verde. Todos los días hay que clasificar: qué problema es importante, qué problema hay que dejarlo morir, qué problema puede esperar. Si yo me preocupo lo mismo por mi hijo que por un programa de televisión estoy en graves problemas, tengo que poner banderitas. Pensar no en términos rígidos de categorías, pero sí en términos de prioridades. Eso te ayuda a discernir un poquito más y ver por dónde podés entrarle a la dificultad.
La felicidad tiene mucho márkenting, pero sería horrible ser feliz las 24 horas porque, justamente lo que hace que la felicidad sea un valor pleno es la pérdida, el dolor, la tristeza, la amplia gama de emociones
—Así como es importante el placer, ¿tenemos que permitirnos sufrir?
—Depende cómo definamos sufrimiento. Yo diferenciaría en dolor y sufrimiento. Dolor: normal y universal; sufrimiento: opcional, es lo que nos queda atascado. ¿Hay crecimiento con dolor? Sí, es parte. El esfuerzo es parte. Pero sufrimiento no en término masoquista, en el guardarme cosas o flagelarme. Esos son dolores inútiles.
—Lo pensaba en el marco de Zygmunt Bauman y el concepto de vida líquida, donde todo fluye y al dolor hay que dejarlo atrás porque si no, no se es exitoso.
—Nosotros tenemos un campo emocional: dolor, alegría, tristeza. Lo lindo de las emociones es que empiezan y terminan. La felicidad tiene mucho márkenting, pero sería horrible ser feliz las 24 horas porque, justamente lo que hace que la felicidad sea un valor pleno es la pérdida, el dolor, la tristeza, la amplia gama de emociones. Todas las emociones que se sostienen y se congelan, cualquiera sea, nos enferman. Si yo siempre estoy triste, siempre estoy feliz, siempre estoy con dolor, siempre estoy con bronca: ahí hay un problema. Cuando las emociones fluyen, es una buena señal. Hay tres modelos de felicidad: futurizar la felicidad ("cuando me reciba será feliz, cuando me case seré feliz, cuando tenga un hijo seré feliz, cuando tenga la parejita seré feliz": no llega nunca); el otro extremo es vivir la vida ahora ("respirá profundo, el ahora es lo único que tenemos"). ¿Cuál es el modelo sano? El modelo correcto de felicidad es disfrutar del ahora tomando buenas decisiones para el mañana. Eso es historizar, armar un puente entre el presente y el futuro. Esas son las mejores decisiones.
LEER MÁS:
>>> Descubrí los libros del momento en GrandesLibros.com