El día que Saramago lloró por México

En el marco de las actividades dedicadas a Portugal como invitado de honor, la Feria del Libro de Guadalajara recordó al premio Nobel de Literatura en un encuentro en que por la viuda y amigos.

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Guadalajara, enviado especial.

Apertura del stand oficial de Portugal, invitado de honor de la Feria del Libro de Guadalajara 2018
Apertura del stand oficial de Portugal, invitado de honor de la Feria del Libro de Guadalajara 2018

"José Saramago era feminista". La periodista mexicana Lydia Cacho se dio cuenta del compromiso que el autor de Ensayo sobre la ceguera tenía con las luchas de las mujeres hace relativamente poco tiempo, cuando Pilar del Río, la viuda del escritor y su traductora al español, la convocó a participar junto a otras periodistas, actrices y escritoras en una lectura colectiva en la que cada una debía leer sólo las voces femeninas de las novelas de Saramago. "Él entendía la irritación feminista; era feminista y por eso fue tan valiente como para irse a casar con una feminista como Pilar".

La autora de Los demonios del Edén y #EllosHablan se refirió a esto ayer, durante su disertación en el panel "Memoria política de Saramago" de la Feria del Libro de Guadalajara. Además destacó que él fue uno de los primeros, hace de esto ya más de 20 años, en levantar la voz contra de la violencia machista. El encuentro se dio en el marco de las actividades dedicadas a Portugal como invitado de honor de la FIL y, además de Lydia Cacho, participaron Pilar del Río, el editor Sealtiel Alatriste y el periodista Hermann Bellinghausen. La moderación estuvo a cargo de Marisol Shulz, directora de la Feria.

La charla giró en torno a la relación que Saramago forjó con México, un vínculo que supo ser íntimo, profundo, fecundo, político. Fue una hora de recuerdos y de mucha emoción que se inició con una imagen fabulosa contada por su viuda: en la fiesta por los 40 años de La región más transparente —"eran 40 años y había 40.000 invitados"—, Carlos Fuentes llegó acompañado por dos amigos, a los que presentó como "el colombiano-mexicano Gabriel García Márquez y el portugués mexicano José Saramago".

José Saramago
José Saramago

Para Saramago, recordó Del Río, aquello fue como si le hubieran dado la partida de nacimiento. Desde entonces, cada vez que le preguntaban de qué país se sentía ciudadano, él respondía que era portugués, claro, y añadía "y mexicano, porque Carlos Fuentes me denominó así".

Saramago en Chiapas

El 28 de diciembre de 1997 se escribió una de las páginas más oscuras de la historia de México. Ese día, 45 hombres y niños del pueblo de Acteal, en el estado de Chiapas, fueron masacrados por un grupo paramilitar opuesto al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Por ese entonces, el mundo miraba a Chiapas y numerosos intelectuales y referentes sociales denunciaban la violencia que el Estado imponía sobre los habitantes. Con la excusa de defender la soberanía nacional, el presidente Ernesto Zedillo —a quien se responsabilizaba directamente por el atentado— había deportado a varios extranjeros que levantaban la voz sobre Chiapas.

Mujeres parte del Éjercito Zapatista de Liberación Nacional (AFP)
Mujeres parte del Éjercito Zapatista de Liberación Nacional (AFP)

Tres meses después, Saramago debía viajar a México, invitado por Carlos Fuentes, para participar en el foro "Geografía de la novela", en el que también iban a estar Susan Sontag, J.M. Coetzee, Nadine Gordimer, etc. Aceptó con la única condición de visitar Acteal: "Voy a Chiapas porque es mi derecho y mi obligación", dijo. Vivió incontables presiones del Gobierno desde el momento en que entró al país: detenciones, amenazas, disparos al aire.

Llegó a Chiapas el 14 de marzo de 1998 acompañado por Carlos Monsiváis, Sealtiel Alatriste y Hermann Bellinghausen. "Vengo a poner mis palabras a sus órdenes", les dijo a los indígenas tzoltziles. Los escritores escucharon atentamente el testimonio de los sobrevivientes. Se enteraron, así, que cuando comenzó la matanza, el pueblo estaba reunido en misa. "No se muevan, es mejor que nos maten a todos juntos", dijo el cura. En ese momento, ya no aguantaron más. Monsiváis comenzó a llorar, Saramago se cubrió la cara con las manos tratando de seguir fuerte. Sealtiel Alatriste recordó aquel momento en el encuentro de ayer y tampoco pudo contener las lágrimas.

Una semana después de Saramago, fue Susan Sontag quien visitó Acteal. "El principal trabajo de un escritor no es dar una opinión sino decir la verdad", dijo, "y Saramago está dispuesto a decir la verdad".

Ese mismo año, unos meses más tarde, José Saramago recibiría el Nobel.

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