Por Ferando Noy.
En la introducción a Peregrinaciones Profanas (Sudamericana) trazo una especie de árbol "ginecológico", como diría una de las creadoras evocadas, Adélia Prado, esa exquisita poeta brasileña; además de Alejandra Pizarnik – María Luisa Bemberg – Marosa di Giorgio – Elvira Oprhée – Dalila Puzzovio – Evangelina Salazar entre otras amigas del alma.
Allí revelo mi zefiroth correspondiente al número 8, es decir "El Mago", que, en verdad, según afirma la Cábala, está encargado de difundir conocimientos cuando la mágica serpiente Ouroburus se muerde la cola y engendra lo eterno conformando un signo presente en el sombrero de todo alquimista.
También advierte que cuando la rueda del molino de la vida gira en sus aspas diez veces, el propio número se habrá concretado su primer ciclo vital del que es imprescindible dar testimonio (como es mi caso, ya cercano a los 70 abriles). Premisa cumplida en la sucesión de figuras revisitadas, por lo cual jamás digo mi, sino nuestro libro.
Tampoco se trata de una biografía coral como fuera Te lo juro por Batato" (Libros del Rojas), por supuesto nuevamente aquí evocado junto a Alejandro Urdapilleta, Paquito Jamandreu, Alejandro Kuropatwa, La Gran Markova, Sergio De Loof en una lista ahora realmente imposible de enumerar por completo.
Encuentro con seres, instantes e historia sorprendentes que me fueron llevando como aquella amazona de la que habla Franz Kafka, a girar ininterrumpidamente sobre la pista del tiempo, narrando sucesivas iluminaciones que logran evolucionar transmutando al ser, finalmente urgido de compartir esas vivencias en este caso por la perspicacia editorial y el aliento de Pedro Lemebel con quien charlábamos sin fin en sus visitas por siempre inolvidables.
En estas peregrinaciones tuve el privilegio de ser testigo y protagonista de, hasta ahora, cuatro décadas muy definitivas y marcantes desde el Amor y Paz (fin de los años sesenta), posteriormente la huida obligatoria ,o sea el autoexilio durante una década hacia Brasil con la llegada y auge del Tropicalismo (circa años 70), hasta la difusión e incluso producciones ejecutivas oficiales en el Teatro Castro Alves, donde surge el reencuentro con Mercedes Sosa que, a su vez, me conecta posteriormente nada menos que con Gustavo "Cuchi" Leguizamón y el Dúo Salteño. Cuando ya en el inicio de los los 80 regreso a Buenos Aires para integrar lo que los medios llamaron, casi obviamente, underground.
Posteriormente a la muerte de Batato, como pontificara la gran artista plástica Marcia Schvartz: "Muerto Batato, muere el underground".
Después de los 90, con el furor de Internet y sus redes interminables los espacios icónicos ya desaparecidos como Cemento, Parakultural o El Dorado, que poseían su público cautivo siempre creciente, se desplazan hoy a cada nuevo artista googleado que, además, con el eficaz y eterno boca a boca transforma los panfletos en flyers y así los buscadores encuentran en donde fuera sus figuras favoritas como
– Sofía Viola o Marcelo Ezcurra y Sofía Spano, etc. Un enjambre incesante de actuales creadores perifércos fuera del mainstream, naciendo cada vez con mayor fuerza por los espacios no convencionales y más inesperados de nuestra Buenos Aires. Incluso en el interior, la excepcional Camila Sosa Villada llena teatros sin recurrir a otra promoción que la antes mencionada.
Como escribe en contratapa Mariana Enríquez: "Rincones en donde el desamparo se convierte en jardín secreto". Tanto ayer como hoy.
"La crónica de sus amistades son el índice onomástico de la História del espectáculo en Argentina durante la segunda mitad del siglo XX", advierte un texto en contratapa. Dato del que yo mismo recién después terminé por darme cuenta, poseído por la urgente necesidad de ofrecer estas historias donde la vida pareciera una ficción documentada y viceversa, al fin escrita para siempre.
La memoria intacta y ahora esta edición, llevarán a sus lectores por una certera forma de abordar los vaivenes del tiempo amalgamado en un hilo de voz que como antes dije, no sólo a mí me pertenece.
Que cada uno de los que sigan este safari interminable pasado y porvenir, ponga punto final o suspensivos. Aunque no existan llaves, por suerte, ahora es desde y para siempre juntes.
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