Se entregó el segundo “Premio Leamos de Crónica Breve”, con $30.000 al ganador

La ceremonia de premiación se realizó ayer en el marco del festival Basado en Hechos Reales. La antología compuesta por los ocho finalistas estará disponible en pocas semanas en la plataforma Leamos.com

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Los jurados del Premio Leamos Tamara Tenenbaum, Patricio Zunini y Ricardo Romero, junto a la organizadora del festiva Basado en Hechos Reales Ana Prieto (Gustavo Gavotti)
Los jurados del Premio Leamos Tamara Tenenbaum, Patricio Zunini y Ricardo Romero, junto a la organizadora del festiva Basado en Hechos Reales Ana Prieto (Gustavo Gavotti)

La segunda edición del Premio Leamos de Crónica Breve ya tiene su ganador: Camilo González Santos. Con su crónica "Correr hasta morir",  un trabajo sumamente expresivo desde el que aborda de una manera muy original la adicción a la vida sana, se ha hecho acreedor a un monto de $30.000.

Más de 200 crónicas se habían presentado al concurso; una convocatoria que había superado las expectativas de los organizadores —el festival Basado en Hechos Reales y la plataforma de lectura por suscripción Leamos. Así como la edición del año pasado tomaba como temática la desigualdad social, en esta oportunidad, como las fechas del festival coincidían con el Día de Muertos, se trabajó con la muerte como figura central de los textos. La mayoría de los trabajos se ocuparon de la violencia sanitaria, las decisiones morales de sobre la muerte, los ritos exóticos para nuestro país. Hubo también varios textos que funcionaron también como vehículo de denuncia de maltratos y desprotección laboral.

El escritor Federico Lorenz, uno de los finalistas del premio Leamos (Gustavo Gavotti)
El escritor Federico Lorenz, uno de los finalistas del premio Leamos (Gustavo Gavotti)

Tras una intensa tarea de los prejurados, se llegó a 20 finalistas que fueron evaluados tanto por el público —votaron alrededor de 1500 personas— como por un jurado de jóvenes referentes de la literatura y el periodismo, compuesto por Tamara Tenenbaum (autora de Reconocimiento de terreno), Ricardo Romero (Historia de Roque Rey, La habitación del presidente, El conserje y la eternidad, entre otros títulos) y Patricio Zunini (su libro más reciente es Qué es un escritor. 100 preguntas sobre literatura argentina). El voto conjunto dio como ganadora a Camilo González Santos.

Pero vale la pena mencionar a los otros 19 finalistas, ya que sus crónicas dan cuenta de un movimiento de consolidación y renovación del género. Ellos son: Ángeles Alemandi y Lautaro Bentivegna, Paula Cremaschi, Facundo Barrio, Santiago Menconi, Rolando López, Martín Stoianovich, Malvina Liberatore, Julián Stopello, Hernán Carrera, Federico Lorenz, Erica Koleff, Ignacio Javier Lucero, Ariana Budasoff, Natalia Zito, Eugenia Barberis, Marisol Lema, Jorge Horacio Nieva, Matías Cambiaggi y
Mariana Garfinkel.

Los finalistas del Premio Leamos y en el medio Camilo González Santos, el ganador de este año (Gustavo Gavotti)
Los finalistas del Premio Leamos y en el medio Camilo González Santos, el ganador de este año (Gustavo Gavotti)

Ana Prieto —en representación del festival—, y los tres integrantes del jurado se ocuparon de presentar los trabajos y dieron a conocer la crónica ganadora. Cabe señalar que junto con la crónica de González Santos, otras siete finalistas formarán parte de una antología digital editada por IndieLibros. Estas son: "Al polvo volverás", de Ángeles Alemandi y Lautaro Bentivegna; "Permiso para morir", de Paula Cremaschi; "Carroña", de Facundo Barrio; "Los descartables del Overol", de Santiago Menconi; "No limpio la tumba de mi hija", de Rolando López; "Bichito siempre vuelve a Ludueña", de Martín Stoianovich; y "La buena muerte", de Malvina Liberatore.

La antología estará disponible en pocos días en Leamos.

Camilo González Santos, ganador del Premio Leamos (Gustavo Gavotti)
Camilo González Santos, ganador del Premio Leamos (Gustavo Gavotti)

Así comienza la crónica ganadora:

Jim Fixx no lo previó. Respiró profundo, paladeó la frescura que se levantaba desde las raíces apretadas junto a esa ruta de Hardwick, y siguió trotando. Ignoró las señales porque estaba habituado a silenciarlas bajo la voluntad: había empezado a correr de grande, después de años de ahumarse con dos atados de cigarrillos diarios, así que era normal sentir molestias durante la carrera.

Avanzó sobre una cuesta suavizada por el efecto óptico de una curva. Un temblor cruzó el abismo de su esternón. Fue un miedo distinto a todos: el corazón cedió como espuma sobre la playa. Después, nada más. Jim Fixx, el gurú del jogging, cayó fulminado.

Era el año 1984: ese hombre desgarbado y risueño dejaba atrás miles de kilómetros recorridos, libros escritos y decenas de intervenciones públicas promoviendo hábitos saludables. Su prédica, dada en una Norteamérica que dejaba atrás el Hippismo y se disponía en favor del menos altruista New Age, había elevado el aburrido pasatiempo de correr al rango de antídoto contra la muerte.

La ceremonia completa:

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