Julián López: "El amor es el viaje a una profundidad de la que nadie sale indemne"

Después del éxito que supuso "Una muchacha muy bella", el autor se tomó un largo respiro para escribir su nueva ficción. "La ilusión de los mamíferos" es su nuevo libro, en el que aborda la historia de amor entre dos hombres porteños.

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Julián López asegura que estaba
Julián López asegura que estaba trabado en la escritura hasta que comenzó a publicar pequeños fragmentos de una historia en Facebook (Foto: Santiago Saferstein)

Más allá de las novelas mainstream, como las de Florencia Bonelli o Gloria Casañas, el género amoroso ha sido poco visitado en la literatura argentina. Incluso se podría decir que aquellas autoras pertenecen más a la esfera de lo romántico, mientras que aquí hablamos del relato amoroso. Los autores argentinos se han interesado más en la política y en la experimentación que en el amor.

Es por eso que La ilusión de los mamíferos, de Julián López (Penguin), novela que pone a la pareja en primer plano, se convierte en un libro singular. Aunque hay que señalar que, antes que una trama de amor, el autor de Una muchacha muy bella (Eterna Cadencia, 2013) se ocupa aquí del tránsito del duelo. "Es la novela de un duelo múltiple", dice López ahora en diálogo con Grandes Libros, "el duelo por el amor, por relaciones entre varones y por una manera de vivir en Buenos Aires".

La historia comienza desde el final: el narrador le habla a su ex, le recuerda cómo fue el tiempo juntos y le dice cómo vive ahora sin él. Es un discurso que nace desde el amor, pero que reserva una cuota de enojo y, se diría, hasta de odio. "Me interesó", sigue López, "la idea de escribir sobre dos personas que se encuentran e intentan un acercamiento amoroso sexual muy profundo".

“La ilusión de los mamíferos”
“La ilusión de los mamíferos” es la segunda novela del escritor

Todos los domingos, los amantes se encontraban en un departamento de Caballito. Esa casa era un santuario que protegía la ilusión del amor. Afuera quedaba la vida cotidiana, las obligaciones, la ciudad que va perdiendo la identidad. También quedaban afuera la mujer y los hijos del amante.

Esa condición oculta de homosexualidad equipara a este personaje con la madre del protagonista de Una muchacha muy bella, ambos tienen una segunda vida que aparece más real que la primera. "La madre de Una muchacha muy bella era del ERP", dice López, "y fue una elección muy consciente cuando escribí la novela. Es cierto que hay dobles vidas de fondo en las dos novelas. Sospecho que es algo característico en nuestra cultura: la necesidad de que la intimidad más profunda quede a resguardo por una capa de cierta mentira a la mirada de los demás."

¿Qué vino primero: la historia o el tono?

—El tono. Era el de alguien que estaba mirando por la ventana; en esa mirada hay melancolía. Empezás a tirar de esa piola y se va revelando, pero cualquier escritor o escritora te puede decir que si encontrás el tono, encontraste casi todo de lo que tenés que hacer. La cosa más artificial de la novela es esa voz en primera persona que le cuenta al otro lo que el otro ya sabe. Me gustaba la idea de trabajar la segunda persona. Alguien con una voz hegemónica pero que le habla al otro. Por supuesto tenía que elaborar mucho la voz en primera y mucho el registro sobre cómo hablaba en segunda, cómo hacía la apelación súper íntima para que funcionara de manera que el lector también se sintiera convidado a participar de eso.

Si bien sabemos que la pareja está rota, el momento del quiebre está elidido. ¿Cómo se trabaja a partir de lo no dicho en una novela que es, por momentos, tan explícita?

—Hay muchas cosas que la novela se encarga de merodear, de bordear y en las que no se mete. Entre ellas, el final específico de esa relación. No me interesaba el orden de la peripecia, porque esta voz que empezaba a hablar ya había contado eso y entonces era reponer una información que ya estaba dada por el tono y por el tipo de perspectiva que plantea el protagonista narrador. Así como no me interesó hablar de la cuestión gay ni de cómo justifica el amante casado su relación con un varón. Me interesaba exclusivamente encargarme de las puertas de ese vínculo. Un viaje a una profundidad de la que, por supuesto, nadie sale indemne.

La primera novela de Julián
La primera novela de Julián López es “Una muchacha muy bella” (Foto: Santiago Saferstein)

Además del ritmo moroso que se impone, hay una erótica del relato muy llamativa en la que, si bien las escenas son explícitas, no llegan al punto de la pornografía.

—Me impuse la condición de que en la novela hubiera escenas de sexo fuerte. Pero es una novela que habla con una respiración muy baja, muy de cara al lector o a la lectora. Como si fuera una novela que se susurra al oído. Incluso en las escenas de hondo contenido sexual.

Es llamativo cómo el narrador alterna entre pene, pito y pija.

—Yo laburaba el registro de pene, pito o pija como si fuera la inmersión de un buceador. A medida que se va formando el caldo más sexual de la escena, la palabra deja de tener cualquier tipo de afeite. En la escena de más profundidad ni pene ni pito me servían, claramente. El arrasamiento que provoca el sexo impone un lenguaje que no es el habitual. Me incomodaría mucho estar en una escena así y que me dijeran pene. Me parecería muy desubicado. Me ofendería.

En redes sociales, tenés una postura política muy definida, en cambio la novela trabaja lo político de una forma elíptica. ¿Por qué en la ficción la política es un acercamiento pero nunca en la definición?

—Tanto en Una muchacha muy bella como en esta hay un perfil político muy poderoso. Escribí Una muchacha en pleno auge de los del discurso de los derechos humanos y con alguna furia también. En esta novela, la parte en que entra Buenos Aires es claramente política. Pero, por suerte, la escritura de una novela supone la inmersión por mucho tiempo en algo de lo que vos sabés poco y no sos tan dueño. Una red social es el terreno de la impunidad. La escritura de la novela te demanda un nivel de honestidad —no porque lo otro no lo sea— con el que no podés chamuyarte. Hay algo del orden de la humildad en la escritura de una novela. Te ponés a disposición de algo que no controlás, que tenés que conocer, que hay que acompañar. Es muy hermoso escribir una novela. Es muy difícil y muy hermoso.

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