Por Mariano Ben Plotkin y Mariano Ruperthuz Honorato
Muchos visitantes extranjeros se asombran de la centralidad que mantiene el psicoanálisis hoy en día en algunas grandes ciudades latinoamericanas. No se trata solamente de que el hecho de "estar en terapia" –esto es, participar de algún tipo de psicoterapia de base más o menos psicoanalítica– se haya convertido en una de las actividades corrientes para importantes sectores de las clases medias urbanas, sino también de que lo que podríamos caracterizar como una "cultura psicoanalítica" ha logrado una penetración muy evidente en estas sociedades.
En primer lugar, la "mirada psicoanalítica" se ha implantado profundamente en los servicios de psicopatología de los hospitales públicos, y, al menos en el caso de la Argentina, hasta en los pabellones psiquiátricos de algunas prisiones. Pero la difusión del psicoanálisis no se ha limitado a su dimensión terapéutica o institucionalizada. Basta recorrer los kioscos de revistas de ciudades como Río de Janeiro o San Pablo para constatar la gran cantidad y variedad de publicaciones de índole más o menos popular vinculadas con temas psicoanalíticos que se ofrecen a una audiencia ampliada que, evidentemente, no se siente ajena a este tipo de ideas.
Solo muy recientemente ha surgido un competidor a esta oferta asociada al psicoanálisis con el auge de publicaciones populares sobre temas relacionados con las neurociencias y con diversas formas de autoayuda derivadas de ellas. Algunas de las telenovelas más vistas –particularmente las brasileñas– también hacen referencias frecuentes a palabras y conceptos derivados de la doctrina creada por Freud.
Pero sin duda es en Buenos Aires, considerada por muchos como la "capital internacional del psicoanálisis", donde este fenómeno se pone en evidencia con mayor fuerza. Algunos sectores sociales han naturalizado hasta tal punto ciertas categorías y conceptos originados en el pensamiento psicoanalítico que estos han pasado a formar parte del lenguaje cotidiano.
Psicoanalizarse o participar de alguna terapia inspirada en el psicoanálisis es algo esperable para un ciudadano promedio de la ciudad de Buenos Aires, a tal punto que son muchos los porteños que, al viajar al exterior, se asombran del hecho de que en "otros lados" la gente no se psicoanaliza o, si lo hace, esto no sea considerado un tema de conversación habitual en reuniones sociales.
Esta presencia del psicoanálisis en algunas grandes ciudades de América Latina, como todo en este mundo sublunar, tiene una historia, y la misma solo ha comenzado a ser investigada de manera bastante reciente en los distintos países. Y esta historia, además, no comenzó con el establecimiento de instituciones psicoanalíticas afiliadas a la International Psychoanalytical Association (IPA en adelante), proceso que tuvo lugar a partir de las décadas de 1940 y 1950, ni menos con la creación de instituciones formadas por seguidores de Jacques Lacan, décadas después, sino que remite a un pasado bastante más remoto. Podría decirse que, en algunas ciudades, del subcontinente el psicoanálisis se conoció –muchas veces a través de comentadores y críticos, pero en otras ocasiones por medio de lecturas de fuentes originales– y comenzó a discutirse más o menos contemporáneamente con muchas ciudades europeas importantes y, en algunos casos puntuales, incluso antes.
Por otro lado, Freud mismo estableció desde bastante temprano vínculos epistolares, así como un intercambio de libros y publicaciones, con médicos e intelectuales latinoamericanos. Es cierto que la región no figuraba entre las áreas prioritarias para el creador del psicoanálisis. Sin embargo, la idea de "colonizar" nuevos territorios en tierras más o menos exóticas para su disciplina siempre le resultó sumamente atractiva y, en más de una ocasión, se mostró muy activo en este sentido.
Es por todos estos motivos que resulta sorprendente comprobar la ausencia casi total de menciones a América Latina en la gran mayoría de la historiografía general sobre el psicoanálisis, producida fundamentalmente en Europa o en los Estados Unidos. Tampoco existe hasta el día de hoy una historia organizada desde América Latina que abarque de manera comparativa el –sin duda desigual– desarrollo de la recepción del pensamiento freudiano en la región. Las historias nacionales sobre la temprana recepción y circulación del psicoanálisis en Latinoamérica también son un producto bastante reciente.
Por otro lado –y esto también resulta significativo–, ninguna de las biografías sobre Freud hace referencia –con la excepción de algunas pocas menciones presentes en la clásica escrita por Ernest Jones– a los vínculos de Freud con personajes latinoamericanos. Esta ausencia –o represión, estamos tentados a decir, utilizando un término caro a los psicoanalistas– resulta más enigmática aún en el caso de la reciente biografía de Freud escrita por Elisabeth Roudinesco, una investigadora que ha visitado regularmente varios países de América Latina y conoce a fondo los desarrollos locales del psicoanálisis, que, sin embargo, apenas menciona los vínculos de Freud con la región.
Así, podemos decir que tanto la historia del psicoanálisis en Latinoamérica como el lugar que el subcontinente ha ocupado para el creador del psicoanálisis han sido invisibilizados por la historiografía producida en los Estados Unidos y en Europa. Sin embargo, los procesos de recepción y temprana circulación en América Latina de las ideas de Freud, así como de la disciplina fundada por él, han resultado importantes, no solamente por la proyección que el psicoanálisis alcanzaría luego en la región, sino también porque constituye un eslabón esencial en la cadena de difusión global del pensamiento y la práctica inspirados por el creador del psicoanálisis. Si consideramos que la historia de los sistemas de ideas y creencias no puede ser desvinculada de la historia de sus múltiples recepciones y apropiaciones, entonces este "olvido" resulta aun menos justificable.
Resulta paradójico que el psicoanálisis, que constituye una disciplina histórica por excelencia y que comparte algunos métodos con la historiografía, siempre haya tenido dificultades para contar su propia historia. En parte esto se ha debido a que, desde sus comienzos, Freud se esforzó por construir un "mito de origen" para su disciplina. A partir de su texto histórico de 1914, y posteriormente con el titulado "Presentación autobiográfica", escrito diez años más tarde, Freud puso en marcha un dispositivo que serviría de base para las posteriores "historias oficiales" del psicoanálisis. En efecto, el fundador del psicoanálisis basaba la historia de su disciplina en el mito del "héroe solitario" que luchaba, contra viento y marea, para imponer sus verdades revolucionarias.
Por otro lado, y en analogía con lo que ocurre en las terapias con pacientes –Freud amaba este tipo de analogías–, estas verdades debían generar resistencias por parte de las sociedades donde se intentaban implantar. En realidad, lo que Freud y sus seguidores estaban haciendo era construir una genealogía para el psicoanálisis a efectos de legitimarlo. El punto es que se trataba de una genealogía vacía, ya que Freud no reconocía antecedentes ni se reconocía a sí mismo como tributario de ninguna corriente de pensamiento, aunque investigaciones más o menos recientes han demostrado que este no fue el caso. Este mito de origen ha sido repetido hasta el cansancio por la mayoría de las historias producidas desde el seno de las instituciones psicoanalíticas, que han caracterizado al psicoanálisis como un saber único e irreductible, ubicado por fuera del campo social.
Sea para bien o para mal, el psicoanálisis ha pasado a formar parte del sistema simbólico de la cultura occidental y sus categorías analíticas han sido en buena medida naturalizadas. Por eso, un análisis histórico o de otro tipo sobre el psicoanálisis –así como sobre cualquier otro sistema de ideas o creencias– requiere una toma de distancia respecto de las mismas; es decir que, de alguna manera, requiere comenzar a indagar a partir de "no entender". Esta actitud de –si se nos permite el término– "perplejidad forzada" no suele aparecer ni en las historias oficiales del psicoanálisis ni tampoco en muchas de las no oficiales. Así, por ejemplo, la historiografía ha enfatizado mucho más las "resistencias" con las que se habría encontrado el psicoanálisis en el proceso de su difusión que el éxito formidable que ha tenido para convertirse en pocos años en un sistema de ideas y creencias con alcance transnacional.
Si recordamos que el psicoanálisis fue inventado como tal por un médico que ocupaba un lugar relativamente marginal en el campo profesional de la capital de un imperio en decadencia, entonces lo que debería llamar la atención de los observadores es el hecho de que, en un lapso relativamente breve, lo que nació como una técnica terapéutica y un método de investigación sobre un objeto –el inconsciente–, cuya existencia solo puede comprobarse a partir de dicha técnica y de dicho método, se haya difundido rápidamente en cuatro continentes. En el camino, el psicoanálisis ha desbordado ampliamente su campo de aplicación original, al tiempo que pasó a contar con una red institucional internacional que lo respalda.
LEER MÁS:
>>> Registrate en Grandes Libros y participá en la red social de lectores más grande de América Latina.